GABRIEL CAMPO

Gabi con Alicia

Gabi con Alicia

A Gabriel Campo le fascinaban la muerte y los muertos. Cuando llegaba a una ciudad desconocida, lo primero que hacía era visitar su cementerio. Conozco a algunos tipos abducidos por la muerte, gente lánguida y de espíritu caedizo, que viven a medio gas. No era el caso: nuestro hombre de la Mancha (Alcázar de San Juan, 1943) era un vitalista torrencial. No fue tímido ni timorato; ni discreto ni cauto. Excesivo en todo, con un motor potente y ruidoso, un todoterreno en el cuerpo de un utilitario. Ha sido mi amigo, amigo de los de verdad, y escribir eso es una cosa perfectamente seria. Gabi vivió frecuentemente en el malentendido. No era fácil de comprender alguien como él, que  a menudo aparentaba justo lo que no era. En pocas ocasiones he visto encarnarse en alguien de una manera más clara eso de que las apariencias engañan. Así como hay muchos que tienen trazas de generosos y no mueven un dedo por nadie, otros, como él, hacían favores sin darse casi ni cuenta, con perfecta naturalidad. También hay gente que nace para mandar y otros que nacemos para despistar a los que mandan. Gabriel fue de los primeros, desde muy joven. Primero en la empresa Erickson y después en el periodismo. En Radio Nacional, en Onda Madrid, en TVE y Antena 3 ocupó puestos muy relevantes. Ha tenido mando en muchas plazas, y unas veces lo ha hecho con más acierto y otras con menos, pero siempre con entusiasmo. Tenía muy buen ojo para descubrir a quienes creía que tenían talento y a esos les facilitaba todas las pistas de lanzamiento, cosa inusual en esta profesión.

Gabi fumando en la primera tertulia del Podólogo 2005

Gabi fumando en la primera tertulia del Podólogo 2005

Donde más brillaba y se divertía era en las tertulias de amigos. Las anécdotas, a cual mejor, le salían a puñados, como quien se abanica con la memoria. Lo que decía era sustancioso, pero lo verdaderamente inolvidable era cómo lo contaba. Mi preferida es la del día en que el toro mató a Manolete. Año 1947. Gabi tenía cuatro años. Vivía en Alcázar de San Juan. Cuando su padre regresó a mediodía a casa dijo: “¿Cómo es que no tenéis puesta la radio? Un toro ha matado a Manolete”. Gabi, a quien unos días antes habían regalado una muleta de cartón y un estoque, porque decía que quería ser torero, quedó espantado. Así, cuando sus padres se fueron a dormir la siesta, él decidió que ya no quería ser torero y, asustado, le prendió fuego a la muleta, la echó al cesto de la ropa y estuvo a punto de provocar un incendio. Uno de sus mejores registros era el musical. Se sabía infinidad de canciones, desde tangos de Gardel a la Marsellesa, el Eusko Gudariak o La estaca, de Lluis Llach, y cuando venía a cuento, o a veces sin venir, las entonaba con gracia y formidable aparato vocal. Llevaba la fiesta en su corazón de hombre grande, ese cacharro imprevisible que se le ha venido a parar en un viernes raro de febrero, en que la muerte le había citado temprano.

Su última peripecia profesional la vivió en el Buenos Aires de “el corralito”, y de ahí guardaba alguno de sus mejores recuerdos. Amaba la Argentina, porque esa patria lejana rimaba con sus afanes de hombre rico en melancolías, próspero en ilusiones y en tristezas sin fondo. Recuerdo que me ha hablado con entusiasmo de la novela “El olvido que seremos” del argentino Héctor Abad Faciolince. Somos muchos los que le recordaremos a él hasta el momento exacto en que nosotros mismos crucemos la raya en el agua de Caronte. Gabi fue asiduo de este blog desde el día de su aparición, fue un visitante muchas veces incómodo, porque no era un tipo fácil. En octubre de 2012 murió Beatriz, una querida amiga de estas páginas. Yo la despedí con una inspiración que ahora me falta, y Gabriel (con su seudónimo Seitaridis) dejó ese día este comentario.

“No soy un gran aficionado a los blogs. Me aficiono más a los amigos. Por eso estoy aquí, ahora. Por Tirado. Y por Beatriz. A media tarde del domingo me ha llamado Juan Antonio. Sollozaba y no le entendía. Tardé más de un minuto en enterarme que se había muerto Beatriz. Le dije “luego te llamo”. Y colgué.  Un cuarto de hora más tarde, calmado, me lo explicó. El blog, este blog, te invita a entrar y, en ocasiones, a irte. Yo me considero el primero en producir deserciones. Pero también se suscitan afinidades. Incomprensibles y fuertes, habida cuenta de que no conoces a la persona. Yo no conocí a Beatriz pero me interesó, la admiré y la envidié. Y la quise. Por eso le pregunté a Juan Antonio por ella. Y estuve al tanto de su travesía. Lo menos que se merecía es este artículo tuyo. Sentido y literario a la vez. Adiós Beatriz”.

Me gustaría haberte dedicado a ti, Gabriel, una hermosa página, con metáforas seductoras y adjetivos felices, pero las musas van y vienen a su antojo, sin que uno pueda hacer mucho por sacarlas a bailar a capricho. La próxima vez que te mueras, querido amigo, prometo que te voy a escribir un artículo preciosista, de esos que tú tanto me criticabas, porque decías que eran pintureros y que lo que tenía que hacer era arrimarme a la prosa, como los toreros valientes. Como te has arrimado tú, hasta que la otra mañana te ha corneado mortalmente el toro invisible que hace tiempo te acechaba.

 

14 Responses to “GABRIEL CAMPO”

  1. Lamento lo de su amigo. D E.P.

  2. Seitaridis.Así que Gabriel Campo era Seitaridis.
    Me encantaba, desde el primer momento en que empecé a participar en tu blog.
    Suerte tuviste de tener un amigo que como tal, contó contigo para impulsarte como tu jefe en programas, cuando intervenías en Radio Nacional, con su ayuda y casi sin que te dieras cuenta, siendo tan brillante como él.
    Una pena, y ya se sabe que cuando un amigo se va…algo se muere en el alma, o así..decia Alberto Cortez.

  3. Fue mi primer director en mi anterior y ya lejana etapa en Onda Madrid. Buenos tiempos.Intensos e interesantes. Con los fallecidos de nuestra juventud ocurre que también se muere nuestra juventud. DEP.

  4. Preciosa despedida a tu querido amigo. Siento mucho su muerte. D. E. P. Un fuerte abrazo desde Archidona para superar tan lamentable pérdida.

  5. Lo conocía sólo de vista pero sabía que era una persona que tenía amigos y enemigos. Mal sabor de boca me dejó aquella comida donde coincidió uno de una facción y otra de la otra. Fue muy desagradable pues ambos eran estimados amigos míos. Todas las muertes me son incomprensibles,, más si el difunto es un conocido, pero en este caso también lamento que no haya podido leer la bella despedida que su amigo Tirado le ha dedicado.. .

  6. No conocí a Gabriel Campo, pero después de estas letras, me hubiera gustado conocerle.
    Cuando un amigo se va, se va algo de nosotros pero también algo de él queda en los corazones de sus amigos. D.E.P.

  7. Como participante de la tertulia, siempre fue un placer debatir con él y se le echará mucho de menos. Un fuerte abrazo para toda su familia y amigos.

  8. El cariño de aquellas personas que hemos amado y que siempre permanecen con nosotros. Un abrazo.

  9. Pues sí volvió el temido Islero, con sus cuernos de postguerra y venganza, y esta vez ha ido por Gabriel Campo, ya sin su capote ardido. Y ahora pues ya no está y además sin venir a cuento se nos ha ido Seitaridis.
    Sobra decir, No sabemos nada del otro y una repentina mañana al humor del café se nos van esos que conformáis los otros y con esos tantos ellos se va un yo de la colección. Y da que sentir.

  10. Grande Gaby, con esa pasión voraz por la política, y ese gusto por narrar anécdotas de los intersticios del poder. Murió al pie del cañón, comentando con asiduidad el presente de la pandemia. Le echaremos de menos.

  11. Gran amigo…. Que temporada mas terrible… Cuántos amigos se van.Un abrazo fuerte amigo… Que los tiempos más propicios nos permitan un encuentro.

  12. Tarde, muy tarde, vengo a condolerme ante las cenizas de Gabriel Campo, muerto ya hace mucho. Como que para los muertos el tiempo se para (o vaya Vd. a saber), Gabriel ya sólo son hebras de humo, zurraspas apagadas por el equipamiento de seguridad del crematorio, a donde, sinceramente, no sé si llegó o no llegó. Todavía entierran a la gente que se lo pude permitir.

    Yo estuve mucho tiempo, pero mucho, pensando que Seitaridis, nombre de jugador atlérico de otro período histórico, no era quien era. Es decir, que tras ese pseudónimo se escondía una persona que, mira por donde, no parece estimar a Gabriel Campo. Injusticia poética y malosentendidos de la pequeña historia. Supe que Seitaridis era el durante una cena estupenda (las tertulias de Tirado siempre lo eran), y el encontré efervescente, abrasivo, a punto de ebullición tras cada una de sus ocurrencias, que no eran pocas.Me pareció un tipo temible si es que de los que te odian, y meramente antipático si simplemente te acaba de conocer y no les ha caído exactamente bien. Luego le dabas la vuelta y salían todo los alter egos, del torero al escritor laureado, y te producía una ternura tremenda. Perdóneme la parroquia si digo una boutade injustificada y tremenda: yo le ví muerto en aquella cena de sabores italianos. No me pregunten por qué, pero le ví muerto, premonitoriamente. Muerto o derotado, que viene a ser lo mismo.

    Seitardis querido, siento haberte hablado como si fueras otro. Siento no haberte conocido a tempo. Y siento, de verdad, que por derrota, muerte natural, o mal rayo que te fuera partido ya no estés aquí. Echaré de menos, mucho, ese sobrenombre de gusto clásico.. Podías, con ese nick a la griega, haberte convertido en gran poeta, ya lo hizo Kavafis. Escogiste un sobrenombre enorme y lo malgastaste en trifulcas con estos barandas menores, de calzoncillos blancos y esquijama. Los muy cafeteros estarán todavía rindiéndote homenaje, más ron que café, que ya somos mayores. Nunca tan mayores como para morir, pero ¡Ay!, así con las cosas.

  13. Se van muriendo los comentaristas del mundo Alicia. Son precursores. En realidad ellos van abriéndonos el camino: aquí no se va a quedar nadie. No conocí al hombre Gabriel Campo, pero he disfrutado mucho con los escritos de Seitaridis. Es verdad que ha sido avezado polemista, pero me gustan las polémicas y las trifulcas entre vivos. Con los muertos la cosa es distinta: quien lancea a un muerto tiene bastante de miserable y no porque la muerte sea algo sagrado, pues todos hemos de pasar por el trance. Pero es algo feo, como matar a un muerto, una cosa redundante. Aquí se ha muerto algún otro bloguero, ahora se me viene a la cabeza Beatriz, y la verdad es que eso empobrece este pequeño universo. Pancracio también me parecía un tipo formidable, aunque creo que imaginario, lo cual lo hace más valioso todavía. Y otro Pancracio, Celdrán, este de carne y hueso, que también la palmó. Celebro que sigan entre nosotros Macaón, Sin Reflejo, Copos, Pilar Pineda y algún que otro pionero. Y lamento mucho la muerte del inolvidable Seitaridis. Descanse en paz.

  14. No soy amigo ni enemigo, como apunta Macaón, pero cada vez que muere alguien me viene a la memoria los conocidos versos de J, Donne: “.nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”…”..

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