Ateos
Como quizá no sepan algunos de los amigos lectores que me han acompañado a esta cálida esquina del periodismo, “El país de Alicia” forma parte de una revista, “21rs”, que lleva noventa años ofreciendo información y opinión a sus lectores. Se trata de una publicación cristiana, portavoz de los Sagrados Corazones, de marcada orientación progresista, en lo doctrinal y en lo social. Uno de sus directores me decía hace años que el beato Damián de Molokai, alma mater de la congregación, fue en sí mismo una onegé. Como me lo dijo, lo cuento. Yo llevo publicando artículos en esta revista desde hace quince años, de manera esporádica, eso sí, pero sostenida. En esta esquina templada nunca me han preguntado mi filiación espiritual, ni la otra, y como no me han inquirido sobre ella, pues nada he dicho al respecto. Hoy sí digo que me declaro agnóstico, si es que tal cosa merece declaración alguna. Respeto todos los credos y a los creyentes. Tengo amigos católicos, protestantes, adventistas, del Opus Dei y de la teología de la liberación. Tuve también uno budista, pero se murió muy pronto y no sé si andará ya en el ciclo de las reencarnaciones.Decía el humorista Perich que un agnóstico es un ateo que se ha buscado una coartada. La frase es ingeniosa pero falsa. Un agnóstico no dice que exista o no exista Dios, sencillamente declara, con humildad, su incapacidad para pronunciarse en uno u otro sentido. Lo que no imagino es a un colectivo agnóstico tratando de convencer a nadie de que no existe Dios. Primero, porque un agnóstico no tiene ninguna certeza al respecto, segundo porque no se le alcanza la necesidad de abolir creencias ajenas. Y tercero: es impensable la existencia de un colectivo agnóstico. Estas cosas se son de uno en uno. Supongo, a todo esto, que están al tanto de esa iniciativa internacional que llegó ayer a Barcelona, por la que dos autobuses circularán durante un mes en la ciudad condal con el mensaje: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Detrás de la iniciativa está la Unión de Ateos y Librepensadores, grupo integrado en el Colectivo de Ateos de Cataluña. ¿A que no se imaginan una Federación Internacional de Agnósticos? Imposible, porque los agnósticos, por definición, lo somos con poca fe, y hace falta mucha para empeñarse en demostrar que algo no existe. San Anselmo de Canterbury intentó probar la existencia de Dios a través de una concatenación de silogismos, con escasa suerte: las cosas de creer se llevan mal con las matemáticas. Con todo y con eso, demostrar que Dios no existe es quizá todavía más complicado. Por ejemplo, yo no conozco a nadie que sea capaz de probar la inexistencia de los gnomos, las hadas o las meigas. En fin, “probablemente Dios no existe… Ah, caramba, con que con esas. ¡Con toda franqueza, esperaba un poco más de fe por parte del colectivo ateo!
Antes que la versión moderna del ateísmo probabilista urbano que se mueve por Barcelona, prefiero la más poética de un dios con forma de Gato de Cheshire, que tenía la virtud de poder desaparecer poco a poco hasta que no quedara de él nada más que una enorme sonrisa… Por si acaso a Alicia o a cualquiera le apetece interpretar tus palabras a la luz del País de la otra Alicia…
“Yo creo que Dios existe para aquellos que creen que Dios existe, y Dios no existe para aquellos que creen que Dios no existe”, algo así decía el conspicuo sofista griego Protágoras, ese que se jactaba de ganar más dinero que Fidias (y diez escultores más), y se quedaba tan pancho y ancho. De los agnósticos
no decía nada. Lo mismo, sin saberlo, él lo era. ¡Con lo bonita que es la metafísica! Los agnósticos no se “pringan”. Es lo más cómodo. Tierno Galbán también se definía agnóstico. Cosa de los votos, supongo.
La altercación autobusera me parece -no me parece nada- distraida, casi me atrevería decir que provechosa -la gente se lo piensa- . Seguro que más simpática que las porfías y proclamas municipales. De cualquier forma una tontería.
Personalmente -del asunto celestial- no creo nada, pero -no se si esto es supone una variante- me gustaría creer. Espero, con gran curiosidad y alevosía, que ese famoso , y casi divino, acelerador pueda hallar la partícula de Dios. ¡Poder creer en Dios! ¡Qué güay! Creer en Dios, creer en los fantasmas del alma, en el abrazo de una mujer hermosa, en la tierra y la saliva, en que el deseo es una pregunta con respuesta…
Te recuerdo Juanito que las meigas habeilas hailas. Quizá por eso soy una especie de agnóstica en una búsqueda desesperada de la fe,que como aseguran los entendidos es un don (¿tiene algo que ver con la mafia?). Era mucho más sencillo de niña,cuando los desengaños no te habían obligado a perder la confianza en los demás ni en una misma, elementos indispensables si quieres tener fe en algo que ni se ve ni se toca ni se huele,como el amor. ¿Esto último tampoco existe?.En fin ,me gustaría seguir escribiendo pero no quiero cansarte.
Hoy día a Caperucita le daría vergüenza un personaje como Zapatero.