SÁBADOS LITERARIOS. Luis Cernuda en los vastos jardines sin aurora

Luis Cernuda

Con la poesía con denominación de origen ocurre lo mismo que con los buenos vinos, que existe gran diferencia entre las cosechas. Hay temporadas poéticas que valen por un siglo de plata y añadas que dan como mucho para un premio nacional, o, a veces para unos juegos florales. Entre todas las vendimias del ya fenecido siglo XX, ninguna con el cuerpo, el aroma y el emboque de la Generación del 27. Y, entre los veintisietes, en el salón cambiante de los prestigios, Luis Cernuda se impone como el nombre más en alza, la obra más valorada por la crítica y los poetas de ahora.

Cernuda es patriota sin patria, sevillano sin gracia, español sin raíces y con huella; cansado, errante y abúlico. Inventor de espacios que no caben en este mundo, exiliado de lo cotidiano, desolado y quimérico, náufrago en tierra, pez en el aire, cultivador de paraísos, dios creador de sus versos. Le puso música y flor de estrofa a la vida triste y sin colores de los hombres grises. Excavó túneles en los que enterró los días iguales a otros días. No le pasó a Cernuda lo mismo que a su compañero de generación, Jorge Guillén, quien contempló extático los mediodías en su sillón beato y burgués. Ni como el vallisoletano acertó a cantar lo tan real, hoy lunes. Seguramente tampoco hubiera coincidido Cernuda con Gil de Biedma, quien constató que tal vez los días laborables tenían razón. Cernuda recreó y desvistió pasiones que la razón del calendario no entiende.

Animal con alma, ángel puramente humano, el poeta andaluz metió en cintura de verso libre, a veces blanco, de tan trasparente, la fierecilla indómita del deseo. Y dijo con ritmo y música ajenos a la estridencia que se marchaba “donde habite el olvido, a los vastos jardines sin aurora”. Donde el deseo no exista y esté prohibido prohibir los placeres prohibidos.

Luis Cernuda nació en Sevilla en 1902. En su mapa genético hay un cruce de sangres, un reparto de presuntas identidades que pasan por Puerto Rico, Galicia, Palma de Mallorca, Francia y la Híspalis en que hizo por vez primera pie. Cuentan los cronicones de época que su padre fue un militar de rancho, disciplina, pistola al cinto, gorra de plato y tentetieso. Un ejemplar humano del que pronto Luis se sintió en las antípodas. El gabinete donde germinaba la vida familiar se le volvió un agujero inhóspito, de modo que encerrado en sus soledades, a los nueve años descubrió las Rimas de su paisano Gustavo Adolfo Bécquer y quedó deslumbrado. Unos años más tarde, en la frontera indecisa de la adolescencia, compuso sus primeros versos. Y luego, con el caer de las hojas del calendario, fue volviéndose tornado o huracán poético.

Su estructura psíquica y sus inclinaciones sexuales le hicieron pronto construir su casa personal en las afueras, en los márgenes de la convención y lo bien visto. Se supo y se sintió diferente y ni deshojó margaritas de fe católica ni rindió pleitesía a los usos de la buena sociedad, ni fijó alcoba más que allí donde crecía su deseo arrebatado y los besos no tenían que esconder su procedencia homoerótica. Los devaneos políticos de la patria, los años de sangre, guerra y crimen llevaron sus pasos al exilio, a él que siempre había sido un exiliado de sí mismo. En Londres fijó su primera residencia y de él se dijo allí que con un solo traje era el hombre más elegante de la capital británica. Muere en México el 5 de noviembre de 1963, amargado y frustrado, al decir de las crónicas, con la herida aún viva de un desengaño que le acompañó durante un cuarto de siglo de errancia. En el libro Desolación de la quimera, publicado de forma póstuma  escribe:

¿Volver? Regresar no piensas/ Sino seguir siempre adelante,/ Disponible por siempre, mozo o viejo,/ Sin hijo que te busque, como a Ulises,/ Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope./ Sigue, sigue adelante y no regreses,/ Fiel hasta el fin del camino y tu vida,/ No eches de menos un destino más fácil,/ Tus pies sobre la tierra antes no hollada,/ Tus ojos frente a lo antes nunca visto”.

 

 

                                    

 

 

7 Responses to “SÁBADOS LITERARIOS. Luis Cernuda en los vastos jardines sin aurora”

  1. No sé por qué, uno a Cernuda con Gil de Biedma y conecto el destierro obligado del primero con el país de la vejez que tanto temió el segundo. Y lo he vuelto a pensar ahora al leer los versos con los que acaba tu artículo. Muy bueno este “Cernuda en el país de las Alicias”.

  2. Ya le hubiese gustado a Cernuda leer tu artículo…..

  3. Qué bueno Juan !

  4. Muy bien trabado y timbrado lo tuyo Juan. Poco que añadir en tal sentido. Siempre se dijo que el nobel a V. Aleixandre en 1977 no fue un nobel a su persona sino, con retraso, un nobel a un grupo, generación o como se llame, de poetas divinos, y se sabe que el fuego de los dioses quema con más dolor que el de los humanos. Lorca, quizá el más divino de todos, lo sabía. Por ello el 19 de Abril de 1936, según consta en el diario “El Sol” del momento, con motivo de la publicación de “La realidad y el deseo”, de Cernuda, le organiza un homenaje en un restaurante de la calle Botoneras de Madrid. Asistieron todos y más, desde Miguel Hernández hasta Bergamín. El propio Lorca abrió el acto: “Yo vengo para saludar con reverencia y entusiasmo a mi capillita de poetas, quizás la mejor capilla poética de Europa, y lanzar un vítor de fe en honor del gran poeta del misterio, delicadísimo poeta Luis Cernuda, para quien hay que hacer otra vez, desde el siglo XVII, la palabra divino. “La realidad y el deseo” me ha vencido con su perfección sin mácula, con su ira y sus piedras de sombra”. Lorca sabía del complicado carácter de Cernuda, de su necesidad de reconocimiento público. Casi todos, en diferentes momentos, soportaron su aparente desprecio, sus tornadizas opiniones, la fragilidad de su ego. Su vida estuvo llena de batallas y malentendidos literarios, ideológicos, personales. Incapaz de distinguir entre los amigos y las personas hostiles. Le era difícil soportar el éxito ajeno. El sufrimiento le provoca odio y el odio alimenta el sufrimiento. Tomás Segovia, el poeta valenciano recientemente fallecido, el gran poeta puente, el de las dos fronteras, tuvo con él, allá en Méjico, bastante relación, de él diría: “ siento que arrastrase a lo largo de toda su vida rencores de poeta menor, traicionando su propio orgullo con una dependencia rabiosa… nos habla de conocidos suyos o de su propia familia, haciendo gala de unos sentimientos que no tienen la fuerza de la maldad, la acidez del cinismo, el fuego de la rebeldía, sino sólo una falta, la falta de bondad y de luz del tendero cerril; que son lo que bien podemos llamar torpes sentimientos… el carácter difícil de Cernuda es propio de una persona que ha sufrido mucho y que ha padecido los insomnios más deformadores de la soledad…”. García Montero, buen estudioso de su obra, comentaría: “el caso de Luis Cernuda es extraño, porque une la grandeza a la inseguridad, una obra importantísima a una capacidad desmesurada de odio. Aunque haya quien mantenga ingenuamente que sus desprecios y sus injusticias son fruto de la independencia moral, los rencores de Cernuda nos muestran a un individuo que necesitaba obsesivamente el reconocimiento de los demás, que dependía de los otros hasta unos límites desesperados”. Cernuda vivió largas temporadas en la casa de Altolaguirre en Méjico, su mujer Concha Méndez comentaría en unas memorias: “era un hombre muy extraño… En Navidades, cuando llegaba gente a cenar con nosotros, él se escondía para no saludar. Una Navidad, en una de aquellas ampliaciones de la casa grande que mi hija y mi yerno han venido haciendo durante toda la vida, Cernuda, para esconderse de los invitados, se fue a meter con una silla de jardín dentro de la obra húmeda, tapándose con una manta para pasar la noche. Cuando nosotros nos preguntábamos donde estaría Luis, los niños de María Dolores llegaron a decirnos que habían encontrado a un hombre dormido entre los andamios”. No le gustaron a Cernuda las palabras que Dámaso Alonso le dedicó en su libro “Poetas españoles contemporáneos”. Este añadiría una nota de sorpresa: “Cualquier lector de estas palabras mías comprenderá que están dictadas por el afecto y que no encierran nada que pueda juzgarse ofensivo, pues bien: a Luis Cernuda le han producido tal indignación que ha necesitado verterla en una carta despectiva que me dirigió en la revista Ínsula”. En su correspondencia con Gil-Albert, Cernuda le cofiensa que ya apenas tiene amigos: “Qué vamos a hacerle, sólo la soledad es siempre fiel”. Difícil adentrarse en un alma tan sensiblemente quebradiza y oscura como la de Luis Cernuda, pero de algo creo estar seguro: fue el exiliado que nunca perdonó el exilio. En su rabia y en su poesía lo encontramos: “Es lástima que fuera mi tierra”, diría.
    ………..
    Mi tierra?
    Mi tierra eres tú.
    ¿Mi gente?
    Mi gente eres tú.
    El destierro y la muerte
    para mi están adonde
    no estés tú.
    ¿Y mi vida?
    Dime, mi vida,
    ¿qué es, si no eres tú?

  5. Está más cerca el día en q contemos veintisiete entre poetas y creadores de sin par generación. :) Cernuda se crece con cada ampliación.
    Sus versos me sobrecogen. Desde que cayera en sus poemas, que no decían palabras, sino soledad, y lamentaba la realidad, allá por los tiempos de bachiller, o ya de tarde en tarde, y después, apretado al pijama del deseo.

  6. Querido Juan Antonio: este comentario es sólo para desearte unas felices fiestas navideñas y un 2012 lleno de alegría y buenas noticias. Últimamente no he dedicado mucho tiempo a esto de los cuadernos de bitácora, pero quizá en el nuevo año volvamos por donde solíamos. Un abrazo fuerte desde las riberas del Henares.

  7. Sólo potenciar el gusto por Cernuda con una breve ilustración, donde podemos apreciar la influencia de los surrealistas franceses, en especial de Pierre Reverdy.
    Deleitemonos con su pasión y la fuerza descriptiva del deseo de la que aquí hace gala. Lectura muy recomendable.

    La angustia se abre paso entre los huesos, / remonta por las venas / hasta abrirse en la piel , / surtidores de sueño / hechos de carne en interrogación vuelta a las nubes

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