El catalán y la patria. Colaboración especial de MACAÓN

Évole y Junqueras

Évole y Junqueras

Hace cinco años fallecía el poeta salmantino José Miguel Ullán. Unos meses antes había escrito: “…y diles que no hay más raza que la del azar ni más patria que la del dolor, y  que todo es frágil, la muerte incluso”. Alguien certeramente decía que a los poetas no hay que admirarlos, hay que creerlos.  En la entrevista que unas semanas atrás le hacía el de “Salvados” al bien alimentado catalán Oriol Junqueras, de ERC, no entró el de “la Sexta” en esos matices que las palabras de Ullán encerraban. Una pena. ¿Señor compungido es usted más de izquierda o más de nación? Tampoco el de “Salvados” entró por esas torrenteras. El catalán lloriqueaba. Pero no lo hacía por los doloridos o por los necesitados, ni por los desnutridos, los desarraigados, extraviados, desahuciados, perdedores, ni siquiera por todos los expoliados tanto de su nación como de todo el inicuo mundo. No, el izquierdoso y republicano catalán lloriqueaba por su florida patria. Pero ¿qué es, qué significados posee la patria? El conspicuo de “Salvados” tampoco entró por tales vericuetos. El desarraigado humanista George Steiner sí ha abordado en diferentes ocasiones tal proposición: “El nacionalismo es el veneno de nuestro tiempo. Al proclamarse como albanés, nicaragüense o vasco, el hombre se ahorra disgusto. No precisa desenmarañar lo que es, averiguar donde reside su humanidad. Se ensambla a un todo armado y coherente. En la política moderna, todo impulso de masas, todo proyecto totalitario se nutre del nacionalismo, de la droga del odio, que hace que los seres humanos se enseñen los dientes a través de un muro”.

Perdonen las largas citas pero no puedo obviar  tampoco lo que el reconocido filósofo vasco Jesús Mosterín escribía en un reciente artículo: “El nacionalismo es más parecido a una religión que a una teoría científica. Las cosas que más excitan a la gente poco reflexiva son las que no existen, como Dios, la nación… Las naciones no existen. Existen los territorios y las poblaciones de distintas especies que viven en ellas, incluida la especie humana, pero los humanos que viven en cualquier territorio son siempre distintos. Los nacionalistas invierten los términos y piensan que lo que existe es una entidad metafísica, la nación, que es el resultado de la unión mística entre determinado territorio y determinada cultura, y luego, claro, a la población la tienen que meter con calzador para que encaje en esa nación inexistente. Pero eso nunca encajó. El nacionalismo es una postura religiosa”.

Hace pocos días en una entrevista al periódico El Mundo, el catalán Juan Marsé declaraba: “…no soy nacionalista ni independentista, y la tan llevada y traída identidad nacional me importa un bledo. Me da lo mismo sentirme español que catalán, ninguna de las dos cosas me llena de entusiasmo y mucho menos de fervor patriótico. La patria es un peligroso artefacto sentimental que me tiene ya muy harto”. El “jodido lúcido” me había robado mis propios sentimientos. Soy de la creencia que la postura del catalán “y su llorosa cabezonería identitaria” (Marsé dixit), sólo encierra una vileza económica. Su aparente bonhomía es, siendo bien pensado, ciega miopía (valga el pleonasmo si es que existe). Ellos se piensan ricos, se creen industriosos, comerciales, mercantiles, económicamente creativos (sería largo explicar los cimientos de esas “virtudes”, aunque Franco tuvo algo que ver) y entienden que el resto de nuestro jodido país les lastramos, les negamos e impedimos conquistar su terrena Felicidad. Vanidad e hipocresía. Aparte de carencia empática y solidaria, lo único que el bien comido catalán está defendiendo son las llamadas “reglas del mercado”, esas reglas que imponen aquellos que producen legión de desamparados, esos por los que el ínclito catalán no lloraba. Creo que el perspicaz de “Salvados” no estuvo acertado. Soy sevillano y lo que hizo en mi ciudad no pude terminar de verlo. Todos bienplacientes y bienvivientes. Abochornado quedé de tanto tópico (Hasta la música.) En fin, otra vez será como tantas veces ha sido.

8 Responses to “El catalán y la patria. Colaboración especial de MACAÓN”

  1. Impecable.

  2. Si es que son del siglo XIX, los del carlismo estético del primer Valle Inclán, los de las patrias adolescentes…No sigo

  3. Ole y ole, muy bien dicho señor Macaón.

  4. Sí, Macaón. Yo lo que deseo es que Cataluña siga siendo parte de España. Llegados al post 9N del nacionalismo, a estas horas, con más de lo mismo, yo con estos pelos y la casa sin barrer, desde Madrid hay que ganarse la aritmética de los corazones.

  5. Pues sí, yo también, y sin más argumentos, la mayoría de despropósitos,que tiene en mi opinión una, que escuchar, ver y leer, deseo que Cataluña siga siendo parte de España,como así también dice La Luna de Valencia
    y, que Rajoy ,sepa lidiar con este toro cabezón ,que le ha tocado en suerte..

  6. No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

  7. ¿Qué mérito avala a un portugués o a un catalán o a un húngaro o a un español para sentirse orgulloso de haber nacido en sus respectivos terruños? ¿Hicieron oposiciones para ello, han pasado alguna prueba iniciática? Maldita sea la santa bobería, incluida cierta catetería progre que ha hecho del nacionalismo una supuesta fuerza de progreso. Daría la impresión de que Mas y Junqueras se miraran cada mañana en el espejo hecho trizas de los Balcanes. Tantos cientos de miles de muertos después los nacionalistas de aquí juegan a las casitas y a los estados, sabedores de que por estos lares no correrá la sangre. Sí, pero estamos expuestos a múltiples descomposiciones y a miserias que serán de ida y vuelta.

  8. Magnífico texto (en fondo y forma). Para mayor abundamiento se atreve con el icono actual del periodismo. Cierto es que el nacionalismo es poco racional y ha provocado mucha sangre a lo largo de la historia. Sin embargo, es una realidad que no conviene ignorar. Aquí tenemos a un remedo de Moisés que promete la tierra feliz de la independencia en el plazo de 18 meses. O mucho me equivoco o no serán pequeños los problemas que nos esperan a todos los ciudadanos. Y mi certeza (casi absoluta) es que no disponemos de dirigentes adecuados para resolverlos con el menor daño posible

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