PAVESE O EL ARTE DE NO SABER VIVIR

Cesare_Pavese_d3d26ba266b71cfc0dbc55267c3c1729El arte de vivir, anota Cesare Pavese en su diario, es el arte de saber creerse las mentiras. El escritor italiano intentó construir un sistema de embustes para seguir en pie, pero no estaba dotado para el autoengaño. La idea queda reafirmada en este apunte de su diario: “Yo sé, por convicción, por certeza matemática que ninguna alma puede cambiar de naturaleza y tal como uno ha nacido, así se arrastra hasta la tumba!”. El oficio de vivir es un diario río que se prolonga durante quince años. Y en todos sus afluentes encontramos el mismo latido sin esperanza. Se diría que todos los caminos de Pavese conducen al suicidio. Lo trágico es que no encuentra disfraz que le sirva en el gran carnaval que es la vida, de suerte que torea a cuerpo limpio, sin mentiras consoladoras, sin más burladeros que las burlas con que se zahiere a sí mismo. A Pavese le gusta la vida, pero no sabe vivir. Le apasionan el sexo y las mujeres, pero no tiene dotes de seductor. Así se lo cuenta él mismo, y nos lo cuenta, en las trágicas páginas de su diario. El 25 de diciembre de 1937 escribe: “Si joder no fuese la cosa más importante de la vida, el Génesis no empezaría por ahí”. La frustración deriva en odio y en una apoteosis de la misoginia. En una anotación del 9 de septiembre de 1946 leemos: “Las mujeres son un pueblo enemigo, como el pueblo alemán”. Hay escritores como el rumano Cioran que se pasan la vida haciendo apostolado literario del suicidio, disparando metáforas desde la trinchera filosófica del nihilismo, pero pasan los años, el estilo se torna manierista, los títulos de las obras se multiplican y el defensor del suicidio sigue de pie, aguantando las tarascadas del tiempo, haciendo literatura, como quien juega con un mecano. Hay otros escritores, como Cesare Pavese, que avisan de que terminarán disparándose una bala, aPavese o la frustración amorosa sabiendas de que no tienen otro modo de salir del laberinto. Pavese se echó un sueño eterno con somníferos cuando le faltaban menos de dos semanas para cumplir los 48 años. Antes, había intentado, de mil maneras, adiestrarse en el oficio de vivir, con nulos resultados. Su diario es un largo proyecto personal, un recuento de fracasos, pero también un inventario de afanes. El poeta desea descubrir los rudimentos para seguir viviendo, sin embargo carece de habilidades. La vida práctica, escribe, es astucia y nada más. Astucia, justo lo que a él le faltaba. Entresacamos de su diario: “Se da limosna para quitarse de delante al miserable que la pide”. A Pavese le sobraba orgullo y lucidez para pedir una limosna de esperanza con que hacer frente a la desesperación vital. El diario se cierra así: “Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más”. Unas páginas más atrás había teorizado: “Los suicidios son homicidios tímidos”. Ni siquiera en ese acto supremo se concedió Pavese un poco de grandeza. Ni como suicida reivindicó su singularidad.

18 Responses to “PAVESE O EL ARTE DE NO SABER VIVIR”

  1. Me quedo con la primera frase.
    En España somo unos artistas y unos vividores. Sabemos creernos todas las mentiras.

  2. “Se escribe y se folla contra la muerte”, eso decía mi abuela Martina, que fue muy longeva. Ella, además de escribir, follaba con escritores, así le cundía más.

  3. Me gusta mucho. Creo que eres un gran crítico literario, te lo digo de verdad, pero una cosa me ha dado un poco de miedo: yo no soy nada astuta.

  4. Pavese perdió la esperanza y nunca quiso ni fue capaz de ponerse a buscarla. Esa suele ser siempre la tragedia del suicida.

  5. Por Dios, Seitaridis, usted se queda en la primera frase (fase), pero los encuentros interesantes son los que se celebran en la tercera fase, como sabía muy bien la abuela de Walt Nervo. Se escribe y se folla contra la muerte, desde luego, pero la muerte tampoco es tan fiera como la pintan y todo el mundo tiene la suya en propiedad. Nadie se queda soltero de muerte, aunque muchas veces deje viuda o viudo. Morirse es una cosa muy personal, un trago por el que ya pasó Pavese y por el que pasará usted, Seitaridis, e incluso yo. Ahí sí que no hay mentira que valga.

  6. Tras su suicidio, en la mesa donde solía escribir, encontraron un último poema. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, decía el primer verso. Poco antes había escrito en su diario: “¿He hecho algo en la vida que no sea el gilipollas? Gilipollas en el sentido más trivial e irremediable del hombre que no sabe vivir, que no ha crecido moralmente, que es vano, que se sostiene con el puntal del suicidio, pero no lo comete”. Pero acaba haciéndolo. Insensato. En su novela “El lobo estepario” de H. Hesse, muy autobiográfica, el personaje central H. Haller, tras una profunda crisis espiritual decide suicidarse al cumplir los 50 años, le quedaba poco. Pero conoce lo que el autor llama “el teatro mágico”, y encuentra la razón de seguir viviendo. Una idea que Ciorán maneja muy bien: “Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”. Pensamiento que ya manejaba Nietzsche. No es mal consejo. Pavese debería haberse dado un tiempo (lo mismo lo hizo). Encontramos en su diario frases esperanzadoras: “No tenemos más que esta virtud: comenzar cada día la vida –ante la tierra, bajo un cielo que calla-, esperando un despertar”. Magnífico el retrato de mesié Tirado, al que poco puedo añadir. Se hizo comunista por complacer a un amor y cumplió confinamiento (como nosotros), al quedar libre se enteró que ella se había casado con otro. “El amor es tu sangre”…“La dificultad de suicidarse está en esto: es un acto de ambición que sólo se puede cometer cuando se ha superado toda ambición”. Seguramente yo también me hubiese suicidado. Ojo, que nadie se atreva a hablar mal de un suicida.

  7. D. Patricio (por dios) colóquese la almendra en su sitio. Ya sé que vivir es una enfermedad letal. Pero si no hay mentira que valga, por qué se las cree Vd.?
    Y otrosí digo:
    Cada uno escoge lo que quiere, la parte o el todo, y yo he escogido la primera frase para hacer mi breve comentario. Soy libre. Si me persigue me acojo a sagrado.

  8. Qué alegría, Seitaridis, leerte de nuevo. Volvemos los clásicos, o por lo menos algunos. Sin Reflejo ya ha estado por aquí, que yo lo he visto, las semanas pasadas y Copos también, y luego está el clásico entre los clásicos, Macaón, que ya aparte de comentarista es bloguero. A ver cuando el titular nos permite escribir a otros. Bueno, yo a Pavese no lo he leído, aunque sí sabía que se había suicidado. Desde luego, leyendo lo que pone Tirado, y lo que acota Macaón, parecía carne de suicidio. Toda una vida pensando en quitarse de en medio, y al final lo consiguió. Bueno, Seitaridis, no te enfades con Patricio, que aunque no es tan veterano como nosotros es un comentarista con criterio y al que le gusta chinchar un poco, pero eso le da color y sabor a la cosa, ¿no?, que si no queda todo muy soso.

  9. Me gusta mucho el comentario de Patricio. Y me maravilla lo que ha escrito Tirado; una de esas faenas que dejan al toro sin orejas, ni rabo, ni cabeza. Creo que sólo se suicidan los soberbios. Los soberbios absolutos, quiero decir. Un humano con una dosis mínima de humildad, mínima siquiera, obedece a la naturaleza, que es la que manda cuándo morir. Larra, Hemingway, Wolf… No hay nada más heróico que soportar la vida sin ninguna esperanza. Vivir sin vivir, es decir, durar, como decía Mafalda. No he leído a Pavese, pero debo reconocer que su vida, su obra y su muerte han servido para que un tal Juan Antonio Tirado, periodista de profesión, escriba una cosa soberbia. En el otro sentido de la palabra. O tal vez en el mismo.

  10. Recuerdo haber leído un libro de Pavese cuando tenía 18 años, aún estaba yo en Eslovaquia (y lo leí en eslovaco o checo, no me acuerdo). Ni siquiera me acuerdo de cuál era, pero sé que no me gustó mucho. Me producía desasosiego. Lo que sí me gustó fue tu post sobre “la nueva normalidad”.

  11. «La vida es mi tortura y la muerte será mi descanso», recita Romeo momentos antes de ingerir su veneno. No creo que Pavese pensase en Shakespeare al suicidarse, pero las circunstancias se asemejan. El amor y la muerte, en esa contradicción es donde hay que buscar el sentido de la existencia humana. La vida puede ser dramática, trágica o cómica, según el cristal con que se mire, que dijera Ramón de Campoamor. Descanse en paz el atormentado italiano. Aunque su nombre ha pasado a la historia de la literatura, también es una estadística en la historia de los suicidados. España el año pasado ha tenido un registro de un suicidio cada 2,5 horas, 10 suicidios al día, el doble de fallecidos que por accidentes de tráfico. La prensa nunca ofrece estos datos, dicen que produce mimetismo. El hombre tiende a ahorcarse, la mujer salta desde un lugar elevado. Pero la variedad de métodos es amplia. La muerte es, efectivamente, el más espantoso de los males. El pensamiento es incapaz de abordar cuestiones transcendentes, como la de una muerte buscada. Nadie puede vivir su propia muerte, el suicida creo que sí la vive. Dicen los psicólogos que el suicidio es consecuencia de un sufrimiento psíquico y desesperación derivado o atribuible a circunstancias vitales. Yo creo que, en situaciones extenuantes, el suicidio puede ser empleado como un método de escape, como rendirse ante el absurdo de la vida, como el último recurso válido. La ventaja de interesarse por la vida y la muerte es que se puede decir de ellas cualquier cosa. Días antes de suicidarse, Séneca comentaba con sus amigos que “no hay nada después de la muerte, la misma muerte no es nada”. Esto sí lo creo.

  12. Me gusta mucho tu texto, Juan Antonio.

  13. El vacío legal, la interpretación caprichosa, la ley del embudo, dan cabida incluso a la conspiración para arruinar la vida de alguien.

  14. Aunque se que al amigo Tirado le gusta que Doña Pineda y servidora nos casquemos de vez en cuando, no puedo, en esta ocasión, ocultar que estoy de acuerdo con ella. El suicida nunca tiene bastante, es ambicioso de más allá, de saltos en el vacío, de autolesiones… Reniegan de su naturaleza, que es la de todos los que soportamos cada frustración y cada desgracia (hay bastantes vidas en las que no hay mucho más), pero como ellos son más que los demás, (lástima de comillas que no me permite esta cajita de texto, porque si no ese “más”, que ahora entrecomillo, habría ido en cursiva), más que nadie y más que Dios, allá van.

    El suicidio es el mayor insulto y la mayor ofensa posibles a quienes permanentemente, a o largo de muchos años, muchísimos a veces, hacemos el ridículo aparentando que la vida es un regalo inmenso. Los que nos quedamos, obedientes, resignados, encarando el dolor, la enfermedad y la vejez con paciencia y resistencia de estudiantes ante un tocho de latín o matemáticas intragables, parecemos, ante la gloriosa autoinmolación de los herejes, un triste rebaño de cobardes. Masa prescindible, que dijo Nietsche. Nunca he considerado cobardes a los suicidas, al contrario, los encuentro valientes, pero de una valentía odiosa, escupidora, estéril y sin sentido. Son el antiejemplo, la dejación total de esa mínima fraternidad a la que estamos obligados por la biología. Siento que vivan para siempre en ese Parnasso de gloria donde los tontos los tienen santificados, tanto si tenían un talnto enorme como si sólo eran pobres diablos maltratados por la vida. Los mayores traidores.

  15. PD. Por favor, que nadie interprete mi escrito como un manifiesto contra la eutanasia. Por Dios, eso jamás. Son cosas distintas.

  16. Como antes decía, Doña Perfecta,la ventaja de interesarse por la vida o la muerte es que se puede decir cualquier cosa, desde lo más grave hasta lo más venial, desde el drama de quien lo vive, a la frivolidad de quien lo describe Como ocurre en el fútbol. l.l.

  17. Molesta leer tantas chorradas sobre el suicida, hay quien no se entera que en esta vida no existen certezas. Empatía es lo que falta.

  18. Hay personas a las que saber que pueden suicidarse les salva a diario la vida. Saber que tienen a su alcance la posibilidad de poner fin a su sufrimiento ( un arma una medicación letal escondida en el armario) les permite seguir un día más, intentarlo una jornada más y otra y otra, sintiendo así que no están condenadas “de por vida” a un sufrimiento indecible. La posibilidad del suicidio brinda paz a algunas personas, les ayuda a no temer tanto a la vida cuando esta se les ha puesto en contra.

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