A PROPÓSITO DE WOODY ALLEN

Woody-Allen-archivo-estatua-Oviedo_1448865570_118919319_667x375Woody Allen es un hombre de otra época que sigue de pie en este tiempo en que los inquisidores sacan punta al lápiz del resentimiento. Woody no ha filmado El nacimiento de una nación, ni Lo que el viento se llevó, no ha alentado ningún tipo de supremacismo, ni en su celuloide late el odio a lo distinto. Es todo lo contrario que un reaccionario, es una flor de progresía que la progresía ha adorado durante décadas, hasta que hace varios años la aparición de un tsunami llamado Me Too arrasó con todos los fundamentos, buenos y malos, de una era y buscó erigirse en la barra del metro de platino iridiado de la nueva normalidad social. Pero habrá espacio para dilucidar sobre esta materia, vamos a lo importante. Las memorias del señor Allen son un prodigio de gracia narrativa y de desorden estructural. Sin capítulos, sin epígrafes, sin líneas de demarcación, un tocho de 439 páginas, que para los muy viciosos, como yo, podrían ser 934. Vaya por delante que soy un lector tendente a la fatiga, que de cada diez libros no termino más allá de tres o cuatro y que aun los que me gustan estoy deseando acabarlos para empezar otros. Por primera vez en mucho tiempo me he encontrado con un libro que no me apetecía que se terminara. Las memorias de Woody me parecen sinceras, escritas con espontaneidad y con un humor apabullante y natural. Este muchacho con gafas de pasta, feo de alta intensidad, ganaba a los 18 años con sus chistes el triple que sus padres. Aunque por la montura de sus gafas y por su cara tuvo pronto fama de intelectual, le gustaban los billares y jugar al baloncesto más que los libros. Se casó por primera vez antes de los veinte años, por su vida han pasado mujeres espléndidas como Diane Keaton, que continúa siendo su amiga y que le ha hecho una impagable foto de contraportada. Mujeres y películas han sido su eje vital. Ha ganado mucho dinero y eso que no se ha plegado a la industria. Dice, con la boca grande, que le hubiera gustado ser otro, que no ha hecho la película que soñó, aunque tiene media docena que no le disgustan. Pero hubiera cambiado toda su filmografía por la obra de Tennessee Williams o la de Arthur Miller. Entre las grandes actrices con las que ha trabajado cita admirativamente a Mia Farrow. Precisamente sus mejores papeles han sido para actrices, que gracias a sus películas han ganado diversos Oscar. Él mismo obtuvo cuatro estatuillas por Annie Hall, pero no acudió a recogerlas porque ese día, lunes, tocaba el clarinete con su banda de jazz.

Allen interpreta bien nuestro tiempo, aunque el suyo, al menos mecánicamente, resulta muy lejano: “No me gustan los aparatitos. No tengo relojes, no poseo cámaras ni grabadoras y aún hoy necesito que mi esposa configure el televisor. No tengo ningún ordenador, nunca he cambiado una bombilla ni he mandado ningún correo electrónico”. Y vamos con el Me Too. Aplaudo y celebro que este feminismo de nueva planta haya sido decisivo a la hora de quitar de la circulación a especímenes como Harvey Weinstein o ese depredador sexual de niñas llamado Jeffrey Epstein, amamantado a la sombra del poder, y encubierto por significados varones del mundo, que terminó ahorcándose en la cárcel. Pero es que eso nada tiene que ver con el affaire Allen/Mia Farrow,

Con Diane Keaton en "Annie Hall".

Con Diane Keaton en “Annie Hall”.

que viene de 1992. En agosto de ese año, la hija adoptiva de Mia, Soon-Yo, se fue a vivir con Allen, de quien es pareja desde entonces. La guerra entre ambos llenó cientos de páginas en los periódicos de todo el mundo, siendo lo realmente grave del asunto las acusaciones de que Allen había abusado sexualmente de Dylan, hija adoptiva de ambos. Por dos veces el asunto fue a los tribunales y en ambas se cerró por falta de pruebas, tras numerosos análisis previos. En sus memorias trata de manera prolija el asunto y culpa a Mia de haber organizado todo el affaire. A mí me resulta convincente, pero en todo caso no se puede condenar a nadie sin pruebas, por muy noble que sea la causa que sustenta la acusación. Lo siento, pero no creo en esa nueva ley física de acuerdo con la cual “la mujer siempre tiene razón”. (Allen). Lo cierto es que este es un tema que se arrastra desde hace más de tres décadas y que hasta hace un par de años no ha avivado a los cazadores de brujas. Tengo amigas que lo adoraban y que ahora lo miran con asco, y eso que conocían sobradamente las acusaciones de Mia Farrow, pero no habían caído en la gravedad de la cuestión hasta que vino el Me Too a abrirles los ojos. En fin, sonó la hora de derribar estatuas, la de Allen de Oviedo sigue en pie. La inmaterial de su cine no hay genio del macartismo que la pueda arrancar de nuestro corazón.

19 Responses to “A PROPÓSITO DE WOODY ALLEN”

  1. Totalmente de acuerdo. Tengo el libro en la mesilla para cuando termine el de Lorenzo Silva.

  2. Un tesoro de artículo que encantaría al propio cineasta neoyorkino si tuviera noticia de su existencia. (Y no solo por la promoción de sus memorias).

  3. Magnífico. A propósito de Woody Allen, el barrio del Bronx nos ha dado a uno de los grandes directores, sino el que más, de las últimas seis décadas.

  4. Los me too tienen sus creadores en la sombra. Demasiados y de toda condición.

  5. Precioso homenaje, como todos los que usted efectúa. Aquí va el mío: Nunca agradeceré lo suficiente a Woody Allen que me contase todo lo que quería saber sobre el sexo, pero nunca me atreví a preguntar (ni siquiera a mi abuela Martina)

  6. Muy bien contado, como siempre. En cuanto supe del libro lo busqué con ansiedad y tuve que insistir porque se agotaban las ediciones que era un primor. Lo he disfrutado y, como le he creído, me ha quedado el mal sabor de la injusticia. ¡Qué cosas!

  7. Qué asco me da Woody Allen, aunque has hecho un buen artículo. Una cosa no está reñida con la otra.

  8. Magnífico texto de Juan Antonio Tirado, una vez más. Hemos debido de coincidir estos días él y yo, cada uno por su lado, leyendo las esperadas y recién publicadas memorias de Woody Allen. Añado algunos detalles al post. Woody Allen es la verborrea desbordada, el tipo que cree en Freud como si fuera Dios, el hombre diminuto y tímido rodeado de mujeres hermosas. El libro nos transmite que el Woody Allen que se conoce a través de sus películas es un personaje, una idea creada en una vieja máquina de escribir. El genial cineasta no tiene la personalidad que refleja en sus películas, aunque se parezca. Comenzó su carrera muy joven, en pequeños teatros de Manhattam, con monólogos que suponían un derroche de talento. Una noche acudieron a ver la función dos productores teatrales y uno de ellos le dijo al otro: “Este chico es una industria”. A los 17 años, Woody Allen enviaba 50 viñetas humorísticas cada día a un periódico neoyorkino y percibía más dinero que cualquier otro integrante de su familia. Porque Woody Allen no ha descansado nunca. Con una de sus primeras pagas acudió a unos grandes almacenes para comprarse una máquina de escribir funcional y dura. La conserva aún, es la herramienta con la que ha escrito todos los guiones de sus películas, las obras de teatro y las narraciones breves. Desde hace años trabaja en una habitación amplia y luminosa, que le inspira. Ahí han nacido sus personajes, sus ocurrencias. En esa estancia y sobre las teclas de aquella máquina surgió, por ejemplo, la poderosa y vertiginosamente estética escena de ‘Manhattam’, con Diane Keaton, bajo el puente, donde se condensa magníficamente un mensaje en una noche clara: si hubiéramos sabido que el amor era eso. Woody Allen trabaja y trabaja, ya está dicho. Hace una película cada año desde sus inicios.
    Pero no es Woody Allen como aparece en pantalla: un tipo desvalido, frágil, desorientado en su relación con las mujeres. Fue boxeador, como Hemingwey. Y ha sido amado/adorado por muchas mujeres. Sobre todo por Diane Keaton o Mia Farrow -pese al tormentoso final de la relación con ella-, o la desmedida admiración con la que se han referido a él Scarlett Johansson o Naomi Wats. Woody Allen, en definitiva, es el tipo ingenioso, parlanchín, sosegadamente atormentado, que un día dijo a una actriz poderosísima: “el sexo sólo es sucio si se hace bien”.

  9. Aplaudo la intervención de Cebolla, que aporta una idea original, ¡por fin¡ a la masa de tópicos que existe sobre el director-autor teatral-músico, etc… No es la persona que creemos que es, sino un mero personaje. A mi no me agradan ni el personaje ni la persona, suoniendo que sean distintos. Y no tiene nada que ver mi desagrado con el abominable “me too” ni con nada parecido. Sencillamente, he descubierto que todos los creadores muy prolíficos son un poco odiosos, así, odiosos de serie. Cuanto más me aburren los hiperparturientos, a película o a libro por año, más gloria les cabe a aquellos que dieron poco y muy bueno (John Kennedy Toole, por poner un buen ejemplo). El personaje creado por Woody Allen lleva diciendo lo mismo desde hace décadas. El hombre oculto tras el personaje sigue demostrando una inteligencia y una tenacidad superiores. Eso sí me parece admirable. No leeré sus memorias porque me las lleva contando desde hace cuarenta años. Por lo demás, que se acueste y/o se case con quien quiera.

  10. Cada época tiene una sensibilidad ,por ello la mirada a un cuadro de Fortuny con esos morabitos aplastados por una luz que hiere incluso a sus propias sombras o a esas túnicas desplegadas al viento,arrugadas y consumidas sobre los cuerpos ocres que miran a la multitud de manchas de colores brillantes,casi diría sanguíneos o esas batallas de Tetuan con el polvo amarillo como pepitas de oro que flota sobre las tropas en el momento previo del ataque o la espera taciturna donde se intuye el desasosiego unido ,como un elemento mas de la composición,a la llanura seca del Magreb.
    O las figuras sagradas de Piero della Francesca,soldaditos de plomo pintados con esmalte de colores brillantes y tan puros que es difícil encontrarlos en la realidad.
    Siglo XIX,siglo XV,cada época una sensibilidad.
    Woody es un producto de los sesenta,¿dónde están las sombras de Woodstock?,¿dónde están las camisas empapadas por aquella lluvia festiva y rockera?o¿dónde acabaron los bazookas manchados de hollín y grasa tras vomitar sobre Vietnam?
    Woody escribía sus monólogos y chistes en su pequeño apartamento ,mientras oía como la lluvia empapaba las aceras de Manhattan,luego por la noche se sentaba en un taburete de cualquier club de Broadway y los decía mezclados con las carcajadas del público mientras una rubia que quería ser Kim Novak se dejaba acariciar por los dedos artitricos de su jefe semioculta en un rincón de la sala.
    Woody dice que lo más importante de la vida es tener suerte,y el la tuvo.
    Empezó a dirigir cine e hizo algunas películas memorables,pero nunca llegó a codearse con los dioses del Olimpo del humor:Buster Keaton,Harrold Lloyd, Laurel y Hardy y sobre todo el gran Chaplin,esas estrellas que vivían en villas majestuosas con palmeras y piscinas en forma de corazon esperando la s noches cálidas para sus fiestas interminables y descorchar centenares de botellas de champán bajo la atenta mirada del pobre Fatty.
    Escotes perfumados.rubias que buscaban junto a la orquesta su Gran Gatsby particular.
    Woody era de otra época,el tiempo de Polansky,de Rock Hudson,de las bofetadas de Burton a Elizabeth Taylor después del amor y entre copas de vodka.
    Escándalos, sexualidad ,relaciones rotas y muchos abrazos que se quedaron en el camino a la espera del beso definitivo.
    ¿Como juzgar cuarenta años después una caricia,una relación insatisfecha,un llanto simulado o un después te llamó?
    Cada época tiene una sensibilidad

  11. En realidad, Woody Allen no existe, es un personaje de ficción hecho a sí mismo que se ha colado en nuestra realidad. ¿O será al revés? Su vida es una broma maestra.

  12. Woody Allen no tiene que luchar por parecerse a nadie, ya que es un tipo absolutamente singular. Un genio que ha sabido explotar su talento y tiene la generosidad de regalarnos una película cada año. Aunque leeré sus memorias, en realidad prefiero volver a ver sus películas.

  13. Y no hay que olvidar el perfil de Woody Allen como dramaturgo, que es anterior al de cineasta. En 1979 vi en el Marquina su obra ‘Aspirina para dos’. En 2000, en el Gran Teatro de Huelva, ‘Adulterios’, dirigida por la gran Verónica Forqué, a quien siempre que la he entrevistado me ha dicho: “Woody Allen es un genio”. Y en 2016, en el Maravillas, ‘Si la cosa funciona’. En el teatro, naturalmente, también están las obsesiones del autor. Y esas cuestiones de las que habla recurrentemente pero que a su público no le cansan nunca. Woody Allen es la palabra mezclada con la esquizofrenia. Allen ha exhibido siempre en su obra sus manías y sus temores, y ha mezclado todo ello con su imaginación indómita y con su cultura extraordinaria. Su obra oscila entre la biblioteca y el psiquiátrico. Con el amor como fondo. El amor como dolor casi siempre. Son las constantes de un creador sublime. ‘Si la cosa funciona’ gira en torno a una cuestión esencial: la suerte. El protagonista lo dice al final, cuando ha encontrado el amor, por fin, después de tres intentos frustrados de suicidio: “Todo es cuestión de suerte”. Se trata, casi, de una historia de amor. A la que mueve el azar, pero nunca la existencia de Dios, al que el autor niega constantemente. Lo dice el protagonista: “Creo más en la necesidad del aire acondicionado que en la necesidad de Dios”.
    Porque Woody Allen lo recubre todo de palabras, poesía, hipocondría desmayada, hondas reflexiones que a simple vista parecen cutáneas, soledad, y sonidos y colores neoyorquinos, hasta mostrar la vida tal y como es pero desde el juego del teatro o del cine. En medio de ese torbellino poético con música de clarinete como fondo siempre hay algo en lo que el espectador se reconoce, con lo que se identifica. Francisco Umbral sostenía que un escritor no debe dar ideas, sino cosas. Woody Allen da ideas llenas de cosas. Por encima de la satisfacción estética que proporciona su obra, que es mucha, está siempre la emoción que transmite. Y una frase de Woody Allen: “El dinero no da la felicidad pero procura una solución tan parecida que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”.

  14. Cebolla Madriles ha descrito a Woody Allen y sus paranoias de manera genial. La verdad es que me han gustado mucho sus intervenciones. Por lo demás, da gusto leer al resto de los comentaristas del blog: son muy buenos.

  15. El novio de Fortunata podía echarle un par de horitas más y hacer un libro, tal vez interesante, sobre la sensibilidad de las épocas pasadas, de la presente y de las venideras.

  16. Por cierto, que prefiero al escritor que al director de cine (hablo de Allen, claro). En cuanto al actor, si es que se puede hablar de actuación lo de un señor que sólo ha hecho de sí mismo toda su vida, mejor dicho de su personaje, no puedo soportar esa voz de imbécil que aporta su doblador.

  17. completanente de acuerdo Doña Perfecta cuando califica de voz de imbecil la que el doblador le pone a Woody Allen en sus peluculas.
    Es agobiante.

  18. Cuenta Plutarco hablando de Eneas que este era de la opinión que el varón virtuoso respecto a los hombres malos deben esperar a ser acometidos, y entonces irse a ellos para vengarse. Claro que si los hombres malos (la imposible enfermedad) están dentro de uno no sé como vengarme.

  19. Mi opinión sobre el libro es ambivalente. Me ha sobrado la enorme profusión de nombres del espectáculo estadounidense (en su inmensa mayoría desconocidos para mí) y he disfrutado de su sentido del humor (como en las películas). También me ha interesado mucho (a diferencia de críticos como Carlos Boyero) el repaso detallado de lo ocurrido con las repugnantes denuncias de Mia Farrow. Pero no me hago ilusiones: a las líderes del Mitu todo esto les resbala. Lo importante es el odio al varón; lo de menos es que los argumentos en que se apooyan sean ciertos o no.

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