El silencio que suena

escritor-15Lo difícil es encontrar el tono, no dejarse engañar por el sonido de las palabras, las putas palabras, que como pedradas traicioneras descalabran al escritor; al autor prolijo en talentos le merman no poca de su fortuna y al menesteroso lo dejan en harapos. Las palabras son las sirenas de la literatura. Pero, ¿cómo desprenderse de los vocablos si de ellos está hecha la invención? Ahí radica el quid y por lo mismo la gloria cabe a tan pocos. ¿Qué mérito tendría escribir una gran obra, si esta se hiciera por acumulación de palabras? ¿En qué se distinguirían entonces las lecciones de un jurisconsulto de la magia de Flaubert? Sugiero una literatura sin palabras, de espacios en blanco; tal vez sea éste el sueño de cualquier creador. Frente al boato verbal el silencio, un silencio que suene como un puñetazo. Que en el texto la mierda huela, que el miedo haga al lector tentarse la ropa, que sólo quepa una palabra para cada cosa y que los sinónimos perezcan de muerte natural. Lo que debió sentir Santa Teresa cuando escribió, y si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga. El gozo que cupo a  San Juan cuando dijo en verso, entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo. Y ayer, no más, lo que pasaría por el corazón del poeta al concluir, mi madre me miraba, muy fija, desde el barco, en el viaje aquel de todos a la niebla. Y el es, el fue y el será cansado, y el ser o no ser, ésa es la cuestión, y el endecasílabo que rescató en Ginebra un ciego que se parecía a Borges, y la espuerta de cal ya prevenida, y el humilde sueño de un bendito. Y la intelijencia, que me da el nombre exacto de las cosas.

Respecto a si es mejor escritor el millonario en vocablos que el pedigüeño que acude a los diccionarios para aumentar su menguada cuenta verbal, no estoy seguro. Y calculo que no es extraño que ocurra que el autor que llevado de su facilidad siembra términos sin empacho arruine el texto antes que quien administra su poquedad. Véase la fábula de la liebre y la tortuga. Por ejemplo, Jesús Cerezo. No atesoraba más allá de un puñado de palabras, no obstante, rezumaba infinitas amarguras, dolores como navajas en reyerta, muertes súbitas al amanecer, la gangrena de un escupitajo repetido, la furia del odio vuelto contra sí mismo, la indelicada madeja de sus pesadillas, un puñetazo opaco, el desvanecimiento de un reloj. Cerezo no sabía escribir, ignoraba los sinónimos, desconocía el baile de salón de la sintaxis, despreciaba las comas, huía de los acentos, sin embargo el arma infernal de sus adentros, la fuerza incontinente de su alma, le hacían inventar idiomas, registros, silencios y párrafos. En las convulsas aflicciones de su mañana sin retorno nació Arroyo Lobo, novelisco o nobelisco, torrente de amores muertos, de soles sin carisma, de margaritas deshojadas, de viudas amanecidas, de muerte y sangre de morcilla rota. Cerezo era hijo de una condesa, a la que solo le quedaba el título, y de un terrateniente sin tierras. Jesús no dudaba un segundo de su estatura narrativa, una reputación que sólo existía en su desquiciada imaginación de hombre inteligente que gusta de no aparentarlo. Se quería escritor sin obra, genio sin mácula. Su único libro, Arroyo Lobo, lo dio por escrito en su imaginación caliente y torturada. ¿Gloria? La que le deben.

 

 

7 Responses to “El silencio que suena”

  1. Quiero saber más sobre Jesús Cerezo. Me interesa mucho y no lo encuentro en wikipedia.

  2. Ufff, lo más visceral que te he leído. Me perdí allá por lo pedigüeño del diccionario y acudí a Wikipedia, porque mi saber no daba para la “j”. Te releí y descubrí que “la palabra escrita” que por su naturaleza es empírica y sustantiva tuviera una acepción subjetiva acompañada adjetivamente por tu expresado torrente de sentimientos. Los comparto, ya que jamás vi tanta hipocresía y vileza entre nuestros padres protectores de la patria y es por eso que, como buen andaluz, espero la muerte de Platero, que no será otra cosa que un renacer esperanzador.

  3. Más de 80.000 palabras según la RAE con todas sus homonimias y polisemias. Vamos, un puzzle de posibilidades para la creación de sensaciones, sentimientos, rabia y ternura. Si con solo siete notas, se puede expresar tanto, ¿que no se podrá cantar con 80.000 palabras?
    Pero como dijo alguien “lo esencial es invisible a los ojos”. Pues yo digo más y vengo a reivindicar los silencios, como en la música tan importantes.
    Los silencios, después de palabras bellas, sublime ¿hace falta decir más?

  4. Las palabras son sirenas y como tales nos llevan a la perdición. A veces son nuestra propias palabras y otras veces las ajenas. Yo tuve que abandonar Radio Buenos Aires. Borracho (también) de palabras decía y decía …”En el principio era el logos”, el verbo… y el mío era tan fecundo como destructor. Mi programa “Cumbres demenciales” era de madrugada ( Luego me lo copiaría en España Jesús Quintero, ese al que usted admira tanto, señor Tirado). El caso es que en una de las conversaciones insomnes hablé con Jesús Cerezo. Llamó al programa.No recuerdo bien qué hacía en Argentina, creo que estaba allí por un asunto familiar. Se empeñó en recitar un poema…luego yo le pedí que recitara otro. Y no sé qué vino a mi mente…pero le dije que no escribiría durante mucho tiempo más, que la musa le abandonaría. Se puso hecho una hidra, lo cual era un comportamiento frecuente en mi audiencia. Los transportistas agradecían que les mantuviera así de despiertos y alertas. Bueno, ya ve que tuve razón.Se hundió en el arroyo del lobo. Ya estaba hundido de antemano y devorado por sus sirenas canívales

  5. “¡Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra!” se quejaba César Vallejo. Palabras, palabras, seguro que Jesús Cerezo, en su corto vocabulario, conoce la palabra que se clava como un puñal. Esas palabras que han originado guerras, odios y venganzas. Palabras que oprimen y reprimen y embaucan, mienten y engañan, explotan y desprecian, humillan, esclavizan, confunden. Son ciegas como coces, excitadoras de irrealidades, tan fascinantes como inútiles. “Frente al boato verbal el silencio”, bien dice nuestro autor. Cuando te envuelve el silencio es que el corazón quiere hablarte, dijo alguien. Un silencio sostenido y sin agujeros es una de las cosas más valiosas de la existencia. ¿Quién dice que la sustancia del alma es la palabra? Sin silencios no se entiende lo que se habla. La verdadera comunicación se establece en la presencia muda, en el gesto, en la mirada, en el intercambio de la no-palabras. Ese silencio que sigue a las grandes intensidades, a la inspiración, a la sexualidad, al dolor, a la esperanza. “El poeta sabe más del silencio que el filósofo” (M. Zambrano). “Sólo un cierto lenguaje cargado de asombro –lenguaje poético, musical…– nos abre mínimamente a lo real/trascendente” (Wittgenstein). “La alquimia del verbo practicada por el poeta invoca, turba, transmuta esta diacronía de la palabra” (G. Steiner). “La poesía revela la condición humana sin tratar de explicarla” (E. Lledó). “El poeta es robador de fuego. Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales” (A. Rimbaud).

    Como gusanos,
    chimeneas de lata
    de cara al cielo. S. Espel (Arg.1960)

  6. A los 17 años tuve la suerte de leer la obra del escritor y filósofo nihilista E. M. Cioran, traducida del francés por Fernando Savater. Creo recordar uno de sus aforismos que me llamó la atención: “Toda palabra es una palabra de más”, escribió el ensayista apátrida. Y creo que tenía razón. No entiendo el porqué de esas insustanciales novelas que rondan el millar de páginas (supongo que será por intereses editoriales) y que se venden en el Carrefour con olor a carne picada. Encuentro más belleza y arte literario en un solo verso de un buen poeta que en todos esos mamotretos llenos de palabras y argumentos forzados. Mi admirado Juan Antonio, sin el silencio no existiría la música, tampoco la auténtica creación literaria con las palabras de más. Vale.

  7. Les doy mi palabra de que esto y el sexo de los ángeles parecen ser el mismo asunto circular. Dos entradas, esta y la anterior, amigo D. Tirado, de ambiciones luminosas pero de combustión rápida. Palabra.

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