Allegro molto

Debo reconocer que me gustan los neologismos que nos hacen despertar y que llegan como “vientos del sur” en la Iglesia Católica. Son muchas las palabras y las expresiones que suponen un giro y rápido movimiento. Alguien podría pensar que es simplemente un giro verbal o de expresión, pero es mucho más, porque supone un giro en la actitud pastoral, en la acción misionera, en el compromiso y la responsabilidad misionera.

Así acontece con la “projimidad”. Un neologismo que en esta época navideña da mucho juego, porque no es lo mismo hablar de proximidad que de projimidad, no es lo mismo hablar de solidaridad que de “solidaridad líquida”.

La “projimidad” es una característica del trabajo misionero, de la conversión y la transformación misionera. Es superar todo tipo de fronteras para hacerse uno con el prójimo, para realmente vivir con el prójimo, vivir para el prójimo, vivir por el prójimo.

En sí no es otra cosa que el mandato evangélico de amar al prójimo como a uno mismo, mandato de Jesucristo, consejo evangélico que deberíamos adoptar todos y cada uno de los cristianos.

Pero, ¿verdaderamente lo hacemos?, ¿hemos incorporado la projimidad en nuestras parroquias o seguimos ejerciendo la proximidad?

Proximidad puede ser “estar cerca”, incluso sentarse en el mismo banco de una desangelada Iglesia Parroquial, pero sin conocer al que tenemos cerca. Projimidad es adentrarse, es mirar a los ojos, es ofrecerse, es decir aquí estoy para vivir el Evangelio junto a ti.

Proximidad puede ser el “ejemplo” de un empresario que dice llamarse católico pero que no ejerce la Doctrina Social de la Iglesia, salvo para sus “intereses personales”, pero sin recordar que el trabajador merece un salario justo, un trabajo digno y decente. Projimidad es recuperar el sentido de cooperativismo y hacer partícipe al trabajador del trabajo decente.

Proximidad pueden ser las campañas de Responsabilidad Social Corporativa o Responsabilidad Social Empresarial, que sumándose puntualmente a una campaña solidaria parecen limpiar las conciencias. Projimidad es hacer que la responsabilidad sea verdadera, que se establezca un cuidado de la casa común, que se asuman principios y valores que hagan de la solidaridad una verdad transversal.

Todo requiere un cambio. No podemos dejar las cosas como están. Vivir la “proximidad” es solo ser “próximos” pero no adentrarse. Vivir la “projimidad” es hacerse hermano con el otro, es sentirse hermano con el otro, es asumir la fraternidad universal, de la que, en estas fechas, tanto se dice en “letras doradas” y tan poco se adentra en los próximos meses.

La pastoral misionera, que debería ser la pastoral ordinaria de la Iglesia, nos ofrece claves y respuestas para vivir la projimidad misionera. La pastoral misionera es la respuesta para la projimidad.

Por eso, ¡que vivamos un 2018 lleno de projimidad!

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