La ilógica “lógica de las intrigas”
Hace unos días el Papa Francisco nos entregaba unas especiales indicaciones para la transformación y la conversión misionera. Unas indicaciones que estaban enmarcadas en el discurso del Papa Francisco de felicitaciones navideñas de la Curia Romana (Vaticano, Sala Clementina, 21 de diciembre de 2017).
Verdad es que la ingente cantidad informativa que vivimos en Navidad, especialmente preocupante en el ámbito de la publicidad y el consumismo exageradamente extremo, provoca que algunas palabras, algunos testimonios, algunas realidades, pasen más inadvertidas que otras. Cabe señalar que en ocasiones se provoca voluntaria y forzosamente que pasen inadvertidas.
Cristina Inogés Sanz, compañera de la familia de Blogs de la Revista 21, ya hacía alusión a las palabras del Papa Francisco en su entrada “Creatividad e imaginación en catequesis”. En esta entrada del Blog señalaba una mención muy explícita del Papa Francisco que nos puede ayudar a vivir mejor la conversión misionera, y que recojo literalmente del discurso del Papa:
“… la Navidad nos recuerda que una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe estar animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida. En realidad, una fe solamente intelectual o tibia es sólo una propuesta de fe que para llegar a realizarse tendría que implicar al corazón, al alma, al espíritu y a todo nuestro ser, cuando se deje que Dios nazca y renazca en el pesebre del corazón, cuando permitimos que la estrella de Belén nos guíe hacia el lugar donde yace el Hijo de Dios, no entre los reyes y el lujo, sino entre los pobres y los humildes”.
Pero además el Papa Francisco nos dio muchas otras pinceladas que no nos pueden dejar indiferentes. Pinceladas que nos ayudan realmente para crear comunidades parroquiales abiertas, comunidades parroquiales en salida, apegadas y pegadas a las periferias.
Preocupa al Papa lo que denomina la “lógica de las intrigas o de los pequeños grupos”, leamos con atención sus palabras:
“Esto es muy importante si se quiere superar la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos que en realidad representan —a pesar de sus justificaciones y buenas intenciones— un cáncer que lleva a la autorreferencialidad, que se infiltra también en los organismos eclesiásticos en cuanto tales y, en particular, en las personas que trabajan en ellos. Cuando sucede esto, entonces se pierde la alegría del Evangelio, la alegría de comunicar a Cristo y de estar en comunión con él; se pierde la generosidad de nuestra consagración (cf. Hch 20,35 y 2 Co 9,7).
Permitidme que diga dos palabras sobre otro peligro, que es el de los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia, es decir de las personas que han sido seleccionadas con cuidado para dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma, pero —al no comprender la importancia de sus responsabilidades— se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadamente apartadas se auto-declaran equivocadamente mártires del sistema, del «Papa desinformado», de la «vieja guardia»…, en vez de entonar el «mea culpa». Junto a estas personas hay otras que siguen trabajando en la Curia, a las que se les da el tiempo para retomar el justo camino, con la esperanza de que encuentren en la paciencia de la Iglesia una ocasión para convertirse y no para aprovecharse. Esto ciertamente sin olvidar la inmensa mayoría de personas fieles que allí trabajan con admirable compromiso, fidelidad, competencia, dedicación y también con tanta santidad”.
La lógica de las intrigas o de los pequeños grupos los vivimos constantemente en nuestras parroquias, comunidades e incluso Diócesis. Algo que nos debería seguir preocupando, porque es una “lógica que no es lógica”.
Son estos “pequeños grupos”, y cerrados, los que poseen la “verdadera catolicidad”, pero nunca están abiertos a la misión. Son los que clasifican y ordenan a cada uno según “su particular visión de su condición”, pero que no están abiertos a la fraternidad. Son los que poseen como lectura de cabecera las “revistas amarillas religiosas”, incluso con cabeceras e imágenes vaticanas, pero que nunca quieren adentrarse al Evangelio por peligroso e incluso subversivo.
El mensaje es claro, no solo para la Navidad sino para el resto del año, ¡salgamos de esos pequeños grupos y de la lógica de las intrigas! Dejemos de lado los corrillos y las habladurías, los chismorreos, que tanto daño hacen a la Iglesia y a cada uno de sus miembros. Las críticas siempre como una aportación positiva para avanzar en la transformación misionera de la Iglesia.
La pastoral misionera nos está ayudando a salir de esos esquemas tan anclados en las intrigas, pero tenemos que hacer más… y tenemos que incorporar más movimiento misionero a nuestras comunidades parroquiales y a nuestras Diócesis. Un buen y único propósito este año para cada una de las parroquias: ponerse definitiva y plenamente en estado de misión.
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