No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad
Pobreza, hambre, justicia, inequidad, desarrollo, son palabras poco utilizadas e incluso mermadas en el discurso general de la sociedad.
Son palabras que han ido desapareciendo, también, del discurso político, del compromiso democrático, quedando relegado a alguna eventual promesa, con tintes publicitarios, en esta época política donde prima más la imagen que la idea, donde prima más lo externo que lo interno y auténtico.
La evidencia la hemos tenido en los recientes procesos electorales que hemos vivido en España. ¿Cuántas propuestas han mirado de cara a la pobreza?, ¿cuántas realidades han sido acuciantemente analizadas para poder afrontar con propuestas concretas y procesos de acompañamiento?
Procesos. Iniciar procesos donde las palabras puedan adquirir relevancia, no solo discursiva sino programática y de acción. Que las palabras identifiquen realidades sociales y políticas, que las palabras sean reflejo de compromisos concretos y necesarios.
El Papa Francisco, una vez más, ha ofrecido un discurso que ha pasado de “puntillas” en muchos medios de comunicación y, particularmente, en múltiples realidades eclesiales. No interesa quien habla con la fuerza y la verdad del Evangelio. No interesa quien habla y denuncia con claridad. No son los temas “donde tiene que meterse”, dirían algunos, porque “rozan lo político”. Y mientras, el Papa Francisco, habla con pasión desde Jesús y desde el pueblo, para afirmar que:
- Vivimos un deterioro en el goce efectivo de los derechos consagrados globalmente.
- La preocupación de algunos “doctrinarios” que tratan de “explicar” que los Derechos sociales ya son “viejos”, están pasados de moda y no tienen nada que aportar a nuestras sociedades.
- La confirmación de algunos “doctrinarios” de las políticas económicas y sociales que llevan a nuestros pueblos a la aceptación y justificación de la desigualdad y de la indignidad.
Para reaccionar ante la demanda del Papa Francisco, que señala que no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad, tenemos que ponernos en los pies del otro, en los pies de los otros. Tenemos que cambiar nuestra mirada, para conocer otras realidades, otras actitudes, otras vidas, otras culturas y otras personas.
Ponernos en los pies de otros es asumir nuestro discipulado misionero, para hacer de nuestra vida verdadero testimonio del Evangelio, siendo verdaderamente testigos de Jesucristo. Es ahí donde reaccionaremos ante los “doctrinarios” para hacerles presente y responder desde la igualdad, la solidaridad, la transformación social que pasa por caminar juntos todos los hombres y las mujeres.
Si la crisis es una oportunidad, ¿a qué esperamos para dar respuesta concreta a las aspiraciones de todos los hombres que están gritando justicia y equidad?, ¿qué nos limita para avanzar?, ¿en qué lugar quedan nuestros hermanos, de todos los lugares del mundo, de todas las realidades, de todas las culturas?
Ya no valen excusas ni desaceleraciones, porque es nuestra oportunidad de dar el testimonio más concreto como discípulos misioneros para avanzar en la desaparición de la pobreza y de las desigualdades económicas. Y que conste, ¡es una necesidad evangélica!
Discussion area - Dejar un comentario