En todo amar y servir

Hablar de vocaciones religiosas en este momento de la historia es como decir que alguien quiere viajar a la luna o algo parecido. Vivimos en un contexto de descrédito religioso, en donde una metedura de pata (no me refiero aquí a temas tan serios como la pederastia o abusos de poder que merecen toda la atención) de cualquier clérigo es capaz de copar titulares en los medios informativos. Muchos se quedan con eso, con una imagen pobre y deformada de una realidad que es más rica y compleja, que no se puede reducir a unos cuantos descerebrados, que los hay, existen en todas partes, y también dentro de la Iglesia, mal que me pese y avergüence, porque también yo soy parte de ella.

A lo largo de la vida he tenido la suerte de distinguir a unos y otros, y puedo asegurar con total convicción que aquellos que trabajan por la gente más desfavorecida superan, infinitamente, a unos cuantos que salen en las noticias. Porque lo bueno no es publicable. No tiene chicha, morbo, no da pie a la cultura del cotilleo, de la crítica fácil, tan habitual en este país. Porque lo difícil es ir más allá de lo aparente y no muchos se toman la molestia de indagar, conocer, cotejar y luego sacar sus propias conclusiones.

Por eso admiro a las personas que deciden dedicar su vida en favor de los demás desde la opción religiosa. Tengo la fortuna de conocer de primera mano el bien que hacen en barrios y parroquias, muchas veces supliendo necesidades que les corresponden al mismísimo Estado. Seguramente saben a lo que me refiero: comedores sociales, asistencia a inmigrantes, proyectos educativos… Y es que no es lo mismo actuar en la película que verla tranquilamente desde la butaca del cine. No es lo mismo estar en la vida que actuar en ella.

Y aunque vivimos en un contexto de increencia religiosa, los cristianos estamos llamados a descubrir nuestra propia vocación y a vivirla con plenitud en medio del mundo, ya sea como sacerdotes, religiosos o laicos y su infinita riqueza. Estamos llamados a contribuir a la transformación de la sociedad desde la cotidianidad de la vida que hemos elegido.

Porque “a veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana […]”. Papa Francisco. Evangelii gaudium. Nº270.

Hoy mi oración va por todos aquellos que están en esta búsqueda y muy en especial para María.

Señor, dame la valentía
de arriesgar la vida por ti,
el gozo desbordante
de gastarme en tu servicio.
Dame, Señor, alas para volar
y pies para caminar
al paso de los hombres.
Entrega, Señor, entrega
para “dar la vida”
desde la vida,
la de cada día.
Infúndenos, Señor,
el deseo de darnos y entregarnos,
de dejar la vida
en el servicio a los débiles.
Señor, haznos constructores de tu vida,
propagadores de tu reino,
ayúdanos a poner la tienda en medio de los hombres
para llevarles el tesoro
de tu amor que salva.
Haznos, Señor, dóciles a tu Espíritu
para ser conducidos
a dar la vida desde la cruz,
desde la vida que brota
cuando el grano muere en el surco

(Salmo para Dar la Vida)

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