La luna de Narciso
La gente de talento no siempre tiene suerte, aunque la suerte quizá sea una de las formas del talento. A Jesús Hermida, que ha hecho de Nueva York la meca de las corresponsalías, le cupo la gloria de narrar la llegada del hombre a la Luna. Estaba en el sitio en el momento exacto y lo aprovechó. Vivió una época trepidante de la historia norteamericana, con episodios como el Watergate y la guerra de Vietnam, cuando la única televisión de España era un formidable trampolín para cualquier tipo ambicioso. Cuentan que el día que dejó la corresponsalía de Nueva York hizo poner en Broadway un luminoso en que anunciaba su despedida. Ese rasgo de vanidad será suficiente para que LGM y Macaón lo envíen sin remisión al infierno, pero de Hermida se pueden decir cosas mucho peores, como que es un tirano que hacía llorar a sus colaboradoras, un tipo frío que impedía que surgieran talentos de altura, aunque hiciera famosos a muchos de medio pelo, un vanidoso enfermizo, un ególatra absurdo…
Su figura ofrece tantas fallas que parodiarlo está al alcance de cualquier humorista: él mismo ha ido haciendo con los años la más lograda parodia de sí mismo. Y, sin embargo, Hermida, en mi opinión, ha sido uno de los grandes de la televisión en nuestro país, sólo superado por Narciso Ibáñez Serrador, el creador total. ¿Pero a Hermida no lo jubilan? se preguntaba con ingenio Beatriz en el anterior post. Hermida ya está jubilado, cumplido, pasado de fecha como los yogures que no se consumen a tiempo, pero a quien le interese el mundo de la televisión, y más aún quien trabaje o quiera trabajar en ella, no le será baldío estudiarlo como a un clásico. Los famosos que la otra noche le rodeaban en el programa sobre la luna eran alevines a su lado. El viejo cómico, que sorprendentemente nunca se cansa de sí mismo, ofreció un número final, aquél en que contaba su peripecia tras la transmisión de la aventura lunar, que merece estar en las antologías de la pantalla que llaman tonta. Hermida tiene muchas miserias y seguramente lo peor, y es muy malo, que se puede decir de él es que ha desarrollado poco su faceta humana. Embobado consigo mismo, ridículo como todos los narcisos, el muchacho de Huelva cuyo padre desapareció para siempre en el mar y que se vino a conquistar Madrid buscó el aplauso y lo encontró. Pobre hombre, magnífico profesional.
P.D. El tamaño de la foto busca la proporcionalidad con el ego del personaje.
Al fin y al cabo ese ansia de presenciarse es algo hortera.
¿Y a quién habrías enviado tú a la Luna? O mejor, ¿A quién hubieras enviado para retransmitir la llegada del hombre a la Luna?
Perdón por el retraso.
Yo soy muy lunática. Hermida no sé muy bien si me gusta o no, pero visto lo que escribe Tirado es un sujeto interesante, aunque no estoy muy segura que para tenerlo cerca.
Hermida es un personaje muy peculiar y al que siempre le gustó mandar entre los currantes del gremio, aunque no siempre le saliera bien, caso del rifirafe con María Teresa Campos en un espacio de TVE llamado La Tarde en el que la labia de la malagueña le achanto y tuvo que pedirla disculpas o perdón, ya no me acuerdo bien. Fué un gran profesional que en su retiro según una entrevisdta que leí hace algún tiempo, y sacando el lado chismosillo que llevamos todos, vive feliz al lado de su segunda esposa, creo que de la profesión, bastante más joven que él, que tiene 73 tacos. Tiene varios nietos de los cinco hijos que tuvo con la primera,y no añora las mieles del éxito. ‘?será verdad?Eso, sí es inleligente
Qué personajes, l@s corresponsales!!
El pequeño gran periodista Diego Carcedo, de Lisboa a New York, Rosa María Calaf, esa mujer de arrobas tomar, por todo el ancho mundo. El guerrero Leguineche que contaba en directo la Revolucao dos Claveis o la guerra de Vietnam. Grandes personajes, de la edad de los titanes.
Me dejo algunos otros grandes, pero dejadme ay que yo prefiera a la Molló, que me gusta mogollón, en Madrid, en Nueva York o en la china popular.
Expectante J.A. Tirado, colega de abstractos y otras perspectivas, es muy facilito, cómodo y gastado lo de persona mala-profesional bueno. Las certezas siempre desilusionan por fallidas. Todo se relaciona y enlaza. Por muchas bondades o maldades siempre será difícil salir de lo que uno es. Y uno son todas las cosas que son lo que son: muy poca cosa. “Y como la vitalidad no podía sostener el aleteo de los engaños fecundos, se entregaron a las delicias del ocaso, a la languidez del espíritu agotado”. El mundo se salva por el candor de los humildes. Pero expresarse es siempre equivocarse.
Como esta coversación ya la hemos tenido simplemente ratificar que pensamos lo mismo y que sigo ley´leyéndote
Querido Macaón, tu escritura nunca es gratuita, y como bloguero celebro tu presencia, aunque haya veces que me cueste seguirte. “El mundo se salva por el candor de los humildes” es una frase extraordinaria, que lamento no haber escrito yo, lo que ocurre es que el mundo está condenado desde el principio de los tiempos (¡El pecado original!), y deseo que alguien me presente a un gran hombre humilde, no digo que no lo haya, digo que quiero conocerlo. No es sólo cuestión de humildad, los grandes de la literatura, las artes o la política son con frecuencia malvados. ¿Candorosamente humilde tu admirado Rimbaud? ¿Humilde Quevedo? ¿Humilde el muy arrogante Juan Benet? ¿Humilde Maquiavelo? Vamos, vamos, a otro perro con ese hueso. Tú mismo, Macaón, eres cualquier cosa menos humilde. ¡Cualquier cosa!
Puede que exista gratuidad esperanzador padre de Alicia. Creo que en la expresión abusé, con alguna alevosía, de lo cerrado. Me gusta lo absurdo, lo oscuro (gotea el absurdo las gotas del vivir): es mágico, es real, pero traducirlo es muy difícil, casi siempre te quedas resentido. No importa que hayas mal interpretado la mencionada frase (para mí era de las mas claras y explicativas). Deviene, se inspira, de otra de Ciorán: “El mundo se salva por algunas mujeres que previamente han renunciado al mundo”. No entraremos en este contenido. El mundo se salva porque nosotros humildes candorosos nos confortamos, aplaudimos, disentimos, preocupamos o enfadamos con lo que ese vaso de vino aguado, con sus gitanos muleros dando la cara, que es la televisión nos regala (la televisión, el trabajo, la familia, el amor…). Si nos meásemos todos –casi todos- fuera no sé que sería del mundo. “Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria”, diría Borges.
No vale mezclar las grandes avenidas del dolor por donde moran los hombres que mencionas, con los retorcidos y apestosos vericuetos donde hipócrita y salazmente se mueven los Hermidas, Buruagas…
Y dime “Espejito Mágico” ¿Quién es mejor, corresponsal, columnista, periodista, escritor…?
-“Joder Hermida” no me pongas en apuros….
¿Era Hermida, el cara bonita de la tele en blanco y negro?
Pues si la Tele nacional le olvida, nosotros le fichamos.
Por cierto Tirado
Hermida esta libre del Pecado Original, ¿NO FUE EL QUIEN ORIGINO EL PECADO?
A mi me molan mas los modelos y pecados de Ana Rosa
– Toma y los de Terelu.
He seguido con interés el debate de Macaón y Tirado. ¿Debate de pesos pesados? Bueno, de pesados tampoco, no exageremos. A mí no me gusta Hermida, ni poco ni mucho. Cero. Ahora bien, los argumentos de Macaón sobre la univocidad de la conducta moral y el genio son insostenibles. Además, en el orden del pensamiento, cabe la analogía entre Quevedo y Buruaga en tanto que se habla de la faceta personal y profesional o creativa de uno y otro. Cuando escribes: “… no se pueden confundir las grandes avenidas del dolor por donde moran los hombres que mencionas, con los retorcidos y apestosos vericuetos donde hipócrita y salazmente se mueven los Hermidas, Buruagas…” me echo a temblar o a reír. No hombre, no, las cosas no son tan grandilocuentes, ni vale más la lágrima de genio que la de pícaro. Todo es sencillamente más sencillo.
¡Joder!
Lo único que intento expresar –eso sí, de forma hirsuta y retraída, aparte de partidista- es que me molesta que se dé tanta pompa y circunstancias a un personaje tan vacuo como Hermida u otros de su estirpe. Aunque verdaderamente me da igual. Camino por otras nubes. Así de sencillo Eolo, así de sencillo. Lo complicado de la univocidad lo dejamos en el tintero –que diría el amigo Artero-, ahora marcho al mar con sus graciosas muchachas peleándose entreolas por un simple boquerón. Entretanto convenceré a mi padre Asclepio que no trate de sanar a los muertos, pues cosa es que irrita sobremanera al gran padre Zeus. Cualquier día me lo fulminan.
¡Joooder!