El Estatut, el Constitucional y el mago de la Moncloa

 

 

 

 

 

C_2_maincontent_5355_largeimageEl estatuto catalán es tema largo que aburre, más que a nadie a muchos catalanes, como se demostró el día en que el texto fue votado en referéndum. Está muy dicho, pero no conviene olvidar, que el del Estatut era un asunto que no levantaba mayores emociones, ni siquiera entre los partidos nacionalistas catalanes (inclúyase el PSC-PSOE), hasta el día en que el ocurrente candidato Zapatero se lo sacó de la chistera en la campaña electoral de 2004, como el mago que imaginaba ser entonces, en su afán porque le cuadraran los futuros números parlamentarios. Fue en ese momento de euforia electorera cuando dijo aquello tan peregrino y tan insensato de que admitiría en Madrid el texto que llegase de Cataluña, todo ello sin que Cataluña hubiera mostrado ningún interés en redactar el mencionado texto. Zapatero pecó de frívolo, pero no hubiera sido cuestión de más relevancia, teniendo en cuenta que era una promesa electoral, o sea, música celestial. Pero estaba visto que ZP iba a ser el primer presidente en cumplir las promesas electorales, al menos aquellas que más problemas pudieran causar en la convivencia. Entre unas cosas y otras llevamos cinco años metidos en un embrollo de dudosa salida, y con un Tribunal Constitucional que no se decide a pronunciarse sobre la constitucionalidad o no de la ley.

En lo que toca al Tribunal Constitucional, lo que en principio no admite réplica es que el garante último de la Carta Magna. Como tal, en su condición de árbitro, le toca enjuiciar el Estatut e inclinarse por la constitucionalidad o inconstitucionalidad. Después de la sentencia, queda acatarla, sin que ello suponga que, cualquiera sea el sentido de la misma, no esté sujeta a críticas, todo lo duras que se quiera. La composición del máximo tribunal es motivo de habituales disputas, a menudo muy atinadas, pero lo que parece menos razonable es querer cambiar las reglas en mitad del partido. A ese respecto vengo leyendo opiniones de reputados comentaristas que a mi entender van contra el sentido común. Un finísimo y docto hombre en la materia, el catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo lleva tiempo empeñado en que los lectores de “El País” comulguemos con sus inquietantes ruedas de molino. En un reciente artículo decía entre muchos decires esto: “En ningún momento en todo el debate constituyente, el Tribunal Constitucional figuró como guardián del principio de unidad o del derecho a la autonomía en el momento en que la nacionalidad o región decide constituirse en comunidad autónoma. En ningún momento. Quitarle la última palabra a las Cortes y a los ciudadanos de la nacionalidad afectada, a los ciudadanos de Catalunya, por ejemplo, supone la ruptura del pacto constituyente en el que descansa la legitimidad del Estado autonómico”.

Bien, don Javier, pues entonces eliminemos el Tribunal Constitucional en mitad de la gresca, pero si existe tiene la última palabra, no quiera marearnos; me atengo a lo que le han contestado en su mismo periódico Antonio Elorza o Patxo Unzueta. El último, o penúltimo, artículo antitribunal lo firma el profesor de Sociología de la Complutense, Ignacio Sánchez Cuenca, y su argumento puede resumirse en que para que la sentencia del Constitucional sea válida no puede ser, en ningún caso, por mayoría simple. Singular profesor este don Ignacio, que aplica la regla a su mejor conveniencia. Quizá este dómine de progresía debiera acordarse del fallo del alto tribunal cuando el caso Rumasa, con empate a seis y voto de calidad del presidente, pero eso no le viene bien a su argumentación, que es imposible de sostener, porque carece incluso de las argucias técnicas y las mañas del profesor Pérez Royo. Con unas y otras cosas, lo que quieren los amigos del mago monclovita es que olvidemos algo esencial: para cambiar la Constitución, que obviamente no es sagrada ni inmutable, se necesitan tres quintos de la cámara. Con los estatutos de autonomía de nueva planta se ha buscado reformar la Carta Magna por la puerta trasera.

 

5 Responses to “El Estatut, el Constitucional y el mago de la Moncloa”

  1. El error de Zapatero con respecto al Estatuto fue ,en su origen de parvulario. De principiante. El drama es que lo estamos pagando y lo vamos a pagar. Me imagino que él estará arrepentido. Eso creo. Tenemos un mal presidente. Yo voté por él, pero voté a una buena persona pero a un mal presidente. Llo que me extraña de este asunto, es el funcionamiento de la política en las alturas de los partidos ¿dónde estaba Alfonso Guerra, Rubalcaba y José Bono cuando decía esas sandeces Zapatero en León “respetaré la voluntad de lo que vote el parlamento catalán”.
    Encierra y esconde la política unas maniobras y funcionamiento que a los que somos seguidores nos extraña, pero al común de los mortales….
    Bravo Juan Antonio por el artículo

  2. “Seor” Tirado si lo pasado ya era aburrido tal como aseguras y admito, ahora, entre todos, lo habéis convertido en oscuro y plomizo. Más humo al humo, más viento al viento, más arena al desierto. Todos y cada uno queriendo hacer caja (secular habilidad de la derecha en el uso y manejo de palanquetas y ganzúas). Cuando pienso (yo, un andaluz) en tierras catalanas suelo acordarme de las palabras que el madrileño Cervantes puso en boca de su manchego personaje: “…archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y, en sitio y en belleza, única…”. ¡Que tengan el establecimiento o reglas que quieran!

  3. Parece buena persona pero, Esperanza, tengo dudas de que sea así. La gente que le rodea no opina eso. Despierta más miedo que afecto. Es implacable. No resiste un amago de discrepancia en su entorno. Pero, por más iletrado que sea, es nuestro presidente. Y ya ha acreditado tal grado de impericia que no merece la pena gastar más líneas en él.
    El problema no es haberlo elegido, el problema es que después de ocho años los destrozos, en todos los ámbitos, serán paquidérmicos.
    Con todo, lo peor de su legado será haber destrozado a la izquierda. Ya no hay gafas ideológicas, a lo sumo gafas de partido. No había mucho que esperar de un individuo que, en el Club Siglo XXI, respondió a una pregunta que “era igual el socialismo liberal o el libertario”.
    En fin, una pena. Esto es muy difícil que ocurra en países con una población más ilustrada que el nuestro. Claro que me parece casi imposible que aquí, un día, una señora del tipo de Angela Merkel alcance la presidencia. Con esa pinta de “maruja” imposible. Hay que promocionar a alguien atractivo, que se pueda vender por la tele, como se hace con Belén Esteban o gente así. Aunque sea un ignorante absoluto.
    Lo del Estatut fue la primera de sus innumerables cagadas.

  4. Si hay algo ante lo que me descubro es ante una prosa brillante. Una prosa brillante es como una mujer hermosa: una tentación irresistible. Celebro la vuelta a este ruedo ibérico de mi admirado Macaón. Impagable tu cita de Cervantes. Impagable tú en tu tuidad. Lástima que no pueda estar de acuerdo contigo en el fondo de la cuestión. Pero, en fin, ¡qué más da el fondo cuando son preciosas las formas! Si a ti te gusta el Estatut, pues para ti. Si crees que la única ladrona es la derecha, pues vale. Sólo un ruego de este dios del viento: ahora que has vuelto, quédate. Dale vuelo a tus metáforas, gran cabrón.

  5. El Estatuto de Cataluña lleva en vigor casi tres años y medio, y está recurrido ante el Tribunal Constitucional por el Partido Popular (126 artículos), las Comunidades de Aragón, Baleares, Valencia, Murcia y El Defensor del Pueblo.
    No está la sentencia, pero se la espera.
    Será la traca, como todos sabemos. Y no únicamente por Cataluña, que sin duda se hará oír, sino por los Estatutos de Valencia, Baleares, Andalucía, etc, que no han sido recurridos, pero claro está, tb bajo sospecha.
    Que cada palo aguante su vela, como dicen los castellanos.

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