SÁBADOS LITERARIOS. En la casa encendida de Luis Rosales

luis-rosales1“Me gusta recordar que he nacido en Granada”, escribió el poeta. Sí, hace cien años. Luis Rosales, perdedor de las guerras que ganó, “señor de idiomas” lo llamó Neruda, es uno de los más grandes poetas españoles en un siglo rebosante de magníficos poetas. Profundo y triste, amargo, sereno, callado a gritos, taciturno, andaluz raro, venía de los clásicos: de Manrique, de Garcilaso, para acabar hermanado con los del 27: Cernuda, Alberti, Dámaso; en diálogo permanente con don Antonio Machado. Con Lorca se le fue mucho más que un amigo. El asesinato en Fuentevaqueros de Federico es una sombra, no una mancha, que pone una raya de congoja, con frecuencia barnizada de infamia, en su chaqueta grande de hombre que se atrevió a decir: “(yo) que jamás me he equivocado en nada/sino en las cosas que más quería”. Por supuesto que Rosales no ha sido valorado en lo que merece, pero eso no ninguna singularidad en un país con más vocación por el chisme que por la mirada profunda. Siempre es más fácil colgar un sambenito sobre la frente de alguien o colocarle una frase, a modo de eslogan, que entrar en las grietas  y simas de su escritura, en su verdad enfangada en palabras, en las contradicciones que conforman esa cosa extraña que llamamos hombre.  Leo en uno de sus poemas: “Desde hace mucho tiempo no es posible elegir, sólo se puede optar/ y hagamos lo que hagamos siempre habrá que comer yerba de muertos”. Luis García Montero ha escrito en el prólogo a la antología “El náufrago metódico”: “Siempre he imaginado que Luis Rosales debió vivir el triunfo de los suyos con la misma contradicción íntima que hubieran sufrido poetas como Pedro Salina o Jorge Guillén ante una victoria de la República dirigida por socialistas y comunistas”.

La poesía de Rosales canta lo humano en lo que tiene de frágil, la vida en lo que encierra de desengaño. A veces pareciera que el poeta iba a morirse en el último verso del próximo poema. No se vislumbra en su obra al fanfarrón que pone música épica a la victoria, si no al existencialista, al derrotado más allá de las apariencias, al hombre religioso que busca a Dios, aunque sin la seguridad de encontrarlo en el camino. “El recuerdo es un traje que nos queda siempre corto” escribe con gusto, que es regusto, por lo sentencioso el autor granadino. “Vamos creciendo hacia la muerte” leemos en otro lugar.  Esa obsesión, tan biográfica, amén de metafísica, por la muerte: “Yo he ido encontrando en el mundo/ casi más muertos que hombres,/ muertos en pie, muertos buenos, con distintas opiniones”. O en otro poema: “Nadie sabe su nombre entre nosotros,/ son los muertos que enferman de los vivos, /son los muertos naturales”.

La poética de Rosales, sin embargo, no empantana en aguas muertas, sino que de los lodazales del luto sale siempre la palabra que ilumina, la gracia sencilla de estar vivos, la vida como paradoja, como decepción, pero también como esperanza. No hay, a mi entender, entre sus libros uno que alcance las cimas de “La casa encendida”. De hecho, creo que ese poemario está entre la media docena de obras poéticas más logradas de la segunda mitad del siglo XX. De él estos versos: “Porque todo es igual y tú lo sabes,/ has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta,/ con ese mismo gesto con que se tira un día,/ con que se quita la hoja atrasada al calendario/ cuando todo es igual y tú lo sabes”. O más adelante: “He llegado a mi cuarto, igual que siempre, y al desnudarme/ me siento entumecido de alegría, /como si el cuerpo me sirviera de venda y me cegara/ y yo estuviera siendo/ de una materia casi cristal de niño, / casi nieve de niño alucinado”.

Luis Rosales, porque todo es igual, porque nada es igual. Y tú lo sabes.

7 Responses to “SÁBADOS LITERARIOS. En la casa encendida de Luis Rosales”

  1. Un frio invierno, un querido amigo leia para mi “la casa encendida”. Su voz y mis lágimas acompañaron este viaje por la memoria, de la presencia en la ausencia, a través de la ilusión y el prodigio de una imaginación desbordante. Ya por siempre me acompaña.

    “Si, las personas que no conocen el dolor son como iglesias/
    sin bendecir,/
    como un poco de arena que ha soñado ser playa,/
    como un poco de mar…”

    Enhorabuena por sacarle de ese destierro injusto. Un poeta marcado por la guerra. ¿Esto no es memoria histórica?

  2. Disiento de Tirado, pero aún más de quien anónimamente se esconde bajo el nombre de Anónimo. ¿Sacar a Rosales de un destierro injusto? Rosales es un fascista intachable, un camisa azul que se fue sin aclarar el crimen de su “amigo” Federico. ¿Cómo se atreve Anónimo a reclamar el estátuto de la memoria histórica a quien es uno de los más ominosos representantes de la infamia y la desmemoria? Quédense los versitos bonitos y los ripios para los sentimentales, que a mí no se me va la estampa del fascistón.

  3. No he leído a Rosales, pero me han entrado muchas ganas de hacerlo después de este texto. Sé que Juan Antonio está leyendo la nueva edición de “Las armas y las letras”. Intuyo que Alfonso X no. Si no estoy equivocado, le recomiendo su lectura. Créame monarca, le hará más sabio.

  4. Alfonso X:
    Se equivoca completamente conmigo.
    “la casa encendida” de Rosales me acompañó en un triste momento de mi vida, en la desesperación por la pérdida de un ser querido. Para consolar mi desconsuelo me lo leia mi amigo.
    No juzgo a la persona, hablaba del poeta. Es realmente bueno pero para saberlo hay que leerlo.
    En cuanto a la memoria histórica le puedo contar entre otras cosas que estoy realizando un trabajo de investigación, que presentaré en un congreso, en el que me acerco con gran respeto a personas que sufrieron la más cruel represión en el primer franquismo, muchas de ellas fusiladas tras juicios sumarísimos.
    El comentario acaba con una pregunta abierta, no con una sentencia.
    Siempre firmo mis comentarios con mi nombre, pero los captcha me jugaron una mala pasada.
    Me ha juzgado ud mal.
    Un saludo,
    Beatriz

  5. Solo he leído de Rosales su maravillosa casa encendida de Altamirano, imaginada desde Cercedilla, sin entrar en otras estancias más oscuras … “porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo hombre”…

  6. Creo que con “La casa encendida” Rosales alcanza una gran altura poética, aunque tiene otros poemarios estimables (La carta entera, un rostro en cada ola, como el corte hace sangre). En bastantes ocasiones le escuché lamentar la muerte de Garcia Lorca como un íntimo desgarro y sintiendo como un grann fracaso personal no haberla evitado.
    En cualquier caso, la bondad y la filiación política no siempre van de la mano del buen hacer literario: Antonio Machado compuso un poema en honor de Enrique Lister, comandante de los ejércitos del Ebro, que termina con unos versos más que discutibles: “Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriria”. Y no digamos de Pablo Neruda (Nobel, nada menos) que en detestable poema funerario señalaba que “Stalín,/ con su paso tranquilo/ entró en la Historia acompañado/ de Lenin y del viento”. No parece que se pueda dudar de la altura literaria de Céline o Ezra Pound. Sin embargo, el francés apoyó a los nazis y escribió panfletos antisemitas (Bagatelles pour un massacre) y el autor de “Cantares” fue un enardecido defensor de Benito Musolini. En definitiva, parece claro que el ser humano (sin necesidad de que lo dijera Heréclito) es así de complejo.

  7. http://josesantiago1.es.tl/EN-EL-CENTENARIO-DE-LUIS-ROSALES.htm

    Permítanme, por favor, adherirme al homenaje de Luis rosales:

    CARTA A UN AMIGO: LUIS ROSALES
    EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
    GRANADA: 31 MAYO 1910

    …El día 26 de Abril hizo dieciocho años que decidiste ausentarte para residir en La Casa Encendida. Ya llevabas cierto tiempo divagando CON PASO TERRENAL, CON PASO LENTO, nadie mejor que tú supo azulear donde acaba el mundo empieza el mar. Siempre CON EL VAHO PALPITANTE QUE SE PIERDE en busca del verso preciso que, diluyéndose sólo con la muerte, como un golpe de mar que el hombre inmola o donde un cuerpo se convierte en niebla sobre el prado, nos impregnas más de azul… al ritmo que el sol camina como un hombre bueno que con el sueño en los ojos se levanta.

    Aún era ABRIL, y aún te quedaba dolor; ese dolor conmovido y callado que tienen los puertos y las manos de los locos. Aún era ABRIL, y sin temblor, humanamente solo, donde nace el silencio hasta el mar de tus ojos, sin medida de tiempo CUANDO LA TARDE SE ACABA… Sabías que vendría, sigilosa, sin despertarte del sueño. Pero aún no era tarde PARA ESCRIBIR TU SILENCIO SOBRE EL AGUA. No era tarde, no; y en tu casa de la calle Vallehermoso, Maestro de Musas, con voz de cristal y llanto te me desnudaste entre las rejas que volaban por tus ojos: COMO EL NÁUFRAGO METÓDICO QUE CONTASE LAS OLAS QUE LE BASTAN MORIR, / y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores, / hasta la última / hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente / así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño, / sabiendo que jamás me he equivocado en nada, / sino en las cosas que yo más quería.

    Aún me pregunto: ¿…Tanto corazón cómo podía caber en el pecho? Cuando se le olvidaba andar le decías “VEN CONMIGO” y ella te seguía como la ola va detras de la ola regalándole palabras que iban haciendo el mar, poquito a poco.
    Y te imaginabas y me enseñaste un mundo donde la vida sigue viviendo al inicio de una despedida. Qué el hombre vuelve, que el ser regresa en tardes como éstas donde el silencio me trae de nuevo tu voz. Pero… te has ido…
    ¡No!, sin ti el mar de mis palabras naufragaría aunque eres tú, casi a tientas, quien abre la puerta de mi estantería sumiéndose tu rostro, como en el recuerdo, más allá de tus arqueadas cejas donde tu mirada queda y en la palabra, vive, el verbo de todo lo vivo. Porque se lo dijiste y me lo perpetuaste: hay algo que no acaba al recordarlo.

    Hoy, te vuelvo a añorar y tiemblo, tu letra menuda me ha evocado tu nombre; PORQUE TODO ES IGUAL, TÚ LO SABES, he cerrado la puerta con el mismo gesto con que se tira un día y, al entrar he sentido la extrañeza de tus pasos que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegara, y encendí la luz para volver a comprobar que todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año… y he mirado tus libros como miran los árboles sus hojas, y me he sentido solo porque todo es igual y tú lo sabes, porque la muerte no interrumpe nada… hasta que nadie viva con los ojos cerrados, hasta que nadie duerma.

    Rosales, te escribo embriagándome con tus palabras, y tú lo sabes. Porque archivo en mi cajita negra sola, no sólo sílabas fónicas que nos harian más próximos. La llave perdida se resiste, pero guardo en mí, periódicos atrasados con fotos de inocencia que muchos ignoraron. He recogido trozos de espuma para la madera que duele donde estás sentado para siempre…, y el rumor de brisa, como el barquito en la botella de cristal que compartía con tus amigos en LA CASA ENCENDIDA, …lo guardaré para siempre.
    Gracias, LUIS ROSALES, por haber nacido.
    Tu siempre amigo,
    José Santiago.-

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