SÁBADOS LITERARIOS. Umberto Eco o la pasión desordenada por los libros.

Eco y Carrière

Eco y Carrière

No he leído ninguna novela de Umberto Eco, ni siquiera la de la rosa, pero lo tengo entre mis intelectuales predilectos. No sé ustedes, pero yo me rindo encantado a sus talentos, que son múltiples. En una ocasión le perseguí con mi coche por las carreteras temibles de la costa de la Muerte para una anodina entrevista televisiva. El tema era banal, la “new age”, pero cualquier pretexto me parecía bueno para acercarme al monstruo italiano. Que un país haya podido parir, aproximadamente a las mismas alturas del tiempo, a Umberto Eco y a Berlusconi es fantástico.

Acabo de leerme un delicioso entretenimiento cultural, un diálogo entre dos intelectuales de fuste, Eco y el francés Jean- Claude Carrière, recogido en el volumen “Nadie acabará con los libros”. Se trata de un mano a mano entre dos colosos de la cultura, y aunque la fama se la lleva Eco, Carrière no está por debajo de él en este amistoso encuentro, brillante y cargado de electricidad e inteligencia. Eco apunta que “el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que se mejor que la cuchara”. En otro momento señala Carrière: “Nada hay más efímero que los soportes duraderos. Aún podemos leer un texto impreso hace seis siglos, pero ya no podemos ver una cinta de vídeo o un CD- ROOM de hace apenas algunos años. Nuestros buenos, viejos DVD se irán también al traste, a menos que conservemos los antiguos lectores que hoy nos permiten verlos”.  Y concluye el escritor francés: “Si la memoria visual y sonora del siglo XX se pierde con un enorme apagón eléctrico, o de cualquier otra manera, siempre nos quedará el libro”.

Ni el francés ni el italiano se hacen ilusiones respecto a los poderes de la cultura. “El ser humano –dice Eco- es una criatura verdaderamente extraordinaria. Ha descubierto el fuego, edificado ciudades, escrito magníficas poesías, dado interpretaciones del mundo, inventado mitologías. Pero al mismo tiempo no ha dejado de hacerle la guerra a sus semejantes, no ha dejado de engañarse, de destruir el ambiente que le rodea. La suma algebraica entre vigor intelectual e imbecilidad da un resultado casi nulo”. O sea, lo comido por lo bebido. Y a propósito, comenta en un momento Eco: “La biblioteca es la garantía de un saber” y apostilla su interlocutor: “Es una especie de bodega. No conviene bebérselo todo”. Ni beberlo todo, ni leerlo. A Guillermo Cabrera Infante que tenía una biblioteca de casi 20. 000 volúmenes era muy corriente que le inquirieran las visitas (esa pregunta tan socorrida): “¿Los ha leído todos” y Cabrera contestaba con discreta sorna: “Sí, pero solo una vez”.

A lo largo del libro, son frecuentes las reflexiones en torno del fenómeno de Internet y el modo en que este ha variado la forma de leer. “Cuando se empezaron a ver –comenta Eco- las fotocopiadoras Rank Xerox, fue el principio del fin. Era posible reproducir el libro y llevárselo a casa. La casa se llenaba de fotocopias. Y el hecho de tenerlas a disposición hacía que ya no las leyeras. Estamos en la misma situación con Internet. O imprimimos todo lo que encontramos y no tardaremos en estar inundados de documentos que no leeremos jamás o leemos el texto en la pantalla, pero al hacer clic para seguir adelante en la búsqueda nos olvidamos de lo que acabamos de leer”.

Me parece una majadería ese latiguillo tan corriente con el que se pondera el valor de un ensayo bajo la advertencia de que “se lee como si fuera una novela”. Ya me gustaría a mí que muchas novelas admitieran una lectura tan entretenida y gratificante como este diálogo entre dos “cráneos privilegiados” de nuestro tiempo. Por cierto, ¿han visto mi sombrero?

5 Responses to “SÁBADOS LITERARIOS. Umberto Eco o la pasión desordenada por los libros.”

  1. Inspirado comentario, Juan Antonio. Amo los libros, me inundan, los escribo (casi uno por año, con amor y dolor), pero también tengo un blog y un lector electrónico, y un mp3 y una tableta. Tú eres un humanista, pero haces informes semanales para la tele (Por cierto, me gustó el dedicado a Tierno) y le das a esta tecla de Internet. Lo importante es que la creación, la información y el pensamiento se difundan, como sea. Creo que los libros de papel convivirán con los soportes electrónicos. Muchas cosas perecerán,claro, y lo bueno permanecerá, hasta que todo se acabe, como auguraba el optimista Saramago. Porque en el fondo esto es sueño, teatro o peli. Dentro queda la cosecha. Siempre nos quedará París.

  2. Existe tanta o más literatura sobre literatura que literatura misma. Hastía un poco. “Fistiorbus ke cansedad eskrevir, me facen ya tant mal todos los dedos”, me quedo con Baudolino porque lo sólo visible en sombras, en sí, no es sombra, es mucho más. “A mi alma si se le acaba este peso de apretada tiniebla, muchas veces se siente sola, vacía y floja” (San Juan de la Cruz).

  3. Eco y Carrière pertenecen al pasado. Los jóvenes que han empleado ordenadores desde su infancia no necesitan “imprimir para leer”. Lo veo diariamente en mi trabajo, porque yo sí necesito imprimir para “comprender”. Lo queramos o no, la pantalla digital será la pantalla del futuro. Y lo difícil es saber cómo salvar a las librerías en esa transición al mundo digital. Si el libro deja de tener un soporte físico, las librerías serán innecesarias. Pero pocos lugares me parecen más necesarios que una librería.

  4. Señores, don Juan Antonio Tirado nos revela que no ha leído a Umberto Eco, porque si atendemos a sus escritos, en su humor y en sus giros, es evidente la influencia en él de don Fernando Vi´zcaíno Casas. A ver cuándo vuelven a reeditar los libros de ese prolífico genio de las letras. Este Eco me recuerda a esa especie de Cola Cao, que en los inolvidables e irrepetibles programas radiofónicos de Bobby Deglané se anunciaba con esta cancioncilla: “Eco, Eco, Eco, Eco, a la leche tururú…” ¿la recuerdan?. Un libro es un libro y ya está. Un libro es un objeto extraordinario -siempre que su contenido sea el adecuado y haya pasado la correspondiente censura, claro- que nos recuerda a quién nos lo regaló, o el momento vital en el que lo compramos. Nada puede sustituir eso. Yo conservo un volumen del Quijote que me regaló mi padre, y cada vez que lo veo siento como si mi padre me enviara un mensaje. Y lo dejo señóres, que me voy al Estadio Santiago Bernabéu a comprar la entrada del España-Colombia de mañana miércoles. Por fin nuestra gloriosa Selección Nacional v uelve a jugar en la capital de España, donde realmente se la quiere. Iré con mi bandera del Águila Imperial, a ver si consigo introducirla en el Estadio y fastidiar un poco a los rojos. Viva España!!!

  5. Así que era eso. Ya, ya notaba yo un cierto tufillo. Don Pancracio, ha dado usted en el clavo, al bloguero se le notan demasiado sus lecturas de Vizcaíno Casas. En concreto, en este último post salta a la vista la influencia de “Al tercer año resucitó”. En su caso, don Pancracio, me parece que no me equivoco si digo que uno de sus autores favoritos es Jaime Balmes. Como él, usted tiene mucho criterio.

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