La canción de agosto

La vida es una feria y en la tómbola se reparten papeletas para todos. Que el mundo fue y es una porquería es cosa obvia, pero también la belleza de las puestas de sol es indiscutible y una cerveza bien fría en una terraza puede hacer que uno se frote las manos por la impaciencia de saborearla. El amor es una pasión ciega que sobresalta los corazones y los hijos nos alegran las horas con sus risas frescas capaces de reventar la tristeza del mundo. El reloj sigue su paso, que se me antoja sereno, y las vacaciones son Eldorado que uno se pasa soñando medio año. La carretera, con todos sus abismos, es una aventura amable si viajas con tus seres queridos y la imaginación pinta cuadros felices que la realidad se empeña con cierta tozudez en desmentir.

La liga aparece ya en el horizonte y algo más lejos se dibuja un domingo electoral en fecha tan redonda y sonora como la del 20 N, mientras Rubalcaba se aúpa a lomos del CIS, convertido  en su propio milagro. En el Calderón el Frente Atlético corea “Agüero muérete” y los demás callamos, también dolidos pero sin unirnos al vocerío zafio. Con el Kun pasó lo que sucede con esas mujeres con las que hemos vivido unos años de amores tórridos y que acaban dejándonos. Imposible recordar ahora todo lo hermoso que pasamos con ellas. Hasta nunca Kun, nos queda el consuelo de que no te has ido con el príncipe blanco al que aspirabas sino con un extraño y aburrido caballero inglés. Me dice mi amigo y corresponsal Seitaridis que este país necesita con urgencia que empiece en serio a rodar el balón para que retorne Mourinho con sus polémicas. Discrepo. Me produce una pereza casi mortal volver a la letanía cansina y monocorde del luso. Estoy convencido de que no son él, ni Cristiano, ni Pepe los mejores embajadores de la vieja nación hermana, y quizá más por el tono que por el mensaje. Estaría dispuesto a tragarme las teóricas de Mou a condición de que lo doblaran.

Y estas cosas y algunas más que la memoria oculta quería yo contaros en este comienzo de vacaciones. Agosto es arrebatador, el verdadero sex-simbol del calendario, aunque hubo un tiempo, muy remoto, en que me deprimía cada año en la segunda quincena del mes más caliente. Eso, como digo, queda muy atrás en mi biografía que media el siglo y ahora me faltan ganas y constancia para atiborrarme de tristeza. Con tener muchas cosas apetecibles, pocas se me graban de mis agostos tanto como las lecturas. Del último me quedo con una novela de Baroja, el escritor que nunca defrauda, y con la relectura de “Réquiem por un campesino español”, de Sender. Esta vez entraré con los últimos capítulos del magnífico libro de mi querido Teófilo sobre Nietzsche, “La muerte de Dioniso”, y probablemente seguiré con un gran volumen de cuentos de Onetti y “Un puñado de polvo”, de Evelyn Waugh. Por lo pronto aquí me las ando en el primer agosto de mis cincuenta y en el último. En septiembre Dios dirá y nosotros que lo oigamos. Sed felices.

3 Responses to “La canción de agosto”

  1. Llego a casa de entrenamiento y me encuentro con sus críticas a mi persona, Tirado. Yo dije no a Kun Agüero para no humillar a Atleti. Pero usted me ataca. Yo soy un trabajador, hoy hemos entrenado a puerta abierta en Bernabéu ante clásico de mañana contra Barça, y hablar para la prensa, con educación y respeto, pero usted Tirado me critica una vez más en su blog. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

  2. ¿Por qué la mar gusta embocar mentes inquietas? Cuidado muchacho Tirado pues no es medianoche quien quiere.

  3. Buenas tardes, señor Tirado. Le he escrito varias veces, pero el Catcha no me ha permitido acceder. A mi, como a usted, el mes de Agosto también me produce melancolía. Agosto es el único mes que no se parece a otro Agosto, porque pasan cosas muy diferentes año tras año. Febrero, por ejemplo sí se parece a Febrero de otro año. No así Agosto. Recuerdo los meses de Agosto en la casa de campo de mi abuela, en la infancia: Aquel olor a jazmines, a tierra recién regada. Dicen que la memoria olfativa es lo último que se pierde. O los viajes en el Seat 600 cargado de maletas en la vaca hacia Benidorm, con mi Encarnita. Hoy he estado en la Residenca, viendo a amigo Ricardo. Allí, señor Tiado, habita la muerte. Que se asoma a través de los ojos, de la debilidad, del deterioro de muchas esas personas para demostrar cruelmente su fuerza, y decirnos: “Aquí estoy, un día iré a por ti”. Pero yo stoy dispusto a morir con una salud de hierro. De modo que he ido al bar El Brillante, en Atocha, y me he comido un buen bocadillo de calamares, con una cerveza, para celebrar, además, la inminente llegada del Papa a Madrid. Ahora me disculpa, señor Tiado, pero me voy al Estadio Santiago Benabéu para animar al Real Madrid frente a “esos de ahí arriba”, como escribe un señor del Marca. Viva el Real Madrid!!! Viva España!!!

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