El país de Alicia

Yo era aquel niño que coleccionaba cromos de futbolistas y que todavía se sabe de memoria la ficha técnica de sus ídolos: José Eulogio Gárate Ormaechea, Javier Iruretagoyena Amiano

Buffon, portero de Italia

Irureta, Adelardo Rodríguez Sánchez. Los chavales completan sus colecciones cada temporada y los rostros que salen en las estampitas y que ven en televisión son tan cercanos como sus familiares. No me parece un extravío que un jugador de fútbol cobre más dinero que un escritor o un cantante porque de sus pies sale la fantasía que llena las tardes de los muchachos y también las de esos niños que somos muchos mayores. Un gol puede llevar la felicidad a todo un país y hay ejemplos tan próximos como el de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica. Muchas veces la patada a una pelota en un estadio es un regalo de Reyes para millones de personas. Por tanto, el fútbol, que si mal se mira es una tontería, es una cosa muy seria.

Si de niño yo me hubiera enterado de que Gárate era un tramposo o Irureta amañaba partidos hubiera recibido un golpe terrible. Si ahora tuviéramos noticia de que Iniesta estaba implicado en una red criminal de apuestas, ¿qué cara se nos iba a quedar? Aunque entiendo que los jugadores estén bien pagados, creo que las cifras que hoy se mueven en ese campo constituyen un atentado al sentido común y una ofensa general a los ciudadanos. Estoy convencido de que en España la burbuja futbolística terminará estallando, como ya lo hizo la inmobiliaria, y acabará con el espejismo y el desvarío al que hemos llegado. Pero, en cualquiera de los supuestos, es imperdonable que una estrella del balón se implique en las apuestas deportivas, convertidas con frecuencia en redes criminales que mueven parecidas cantidades de dinero al de las mafias de la droga.

Por eso, las noticias que llegan de Italia producen desazón y malestar. No es la primera vez que la Italia futbolística se ve implicada en oscuras maniobras antideportivas, lo cual tampoco extraña demasiado siendo aquel país lo que es y teniendo los referentes morales que tiene. Que depuren responsabilidades, que se dice en el argot, mientras eso ocurre la figura de Buffon adquiere un relieve muy sospechoso. Parece que ya no queda duda de que el portero de la selección italiana remitió diversos cheques por un valor en torno al millón y medio de euros a una casa de apuestas. En un ataque de arrogancia, Buffon ha dicho que él hace con su dinero lo que quiere, pero él sabe muy bien que no. Por lo demás, que un tipo que gana cantidades astronómicas de dinero por darle patadas a un balón o por detenerlo, sucumba a una presunta apuesta ilegal es imperdonable, sin otros matices. Buffon tiene que saber que ¡con las cosas de jugar no se juega!