El día que dejé de comprar EL PAÍS

Cebrián

El día que dejé de leer El País es el título afortunado de un libro de poemas de  Jorge Riechmann. Yo, este domingo de noviembre y con frío, he decidido dejar de comprarlo. Nunca pensé que llegara este momento, antes hubiera imaginado que desapareciera de los quioscos, en la anunciada muerte del papel, pero me ha surgido la cosa como una ocurrencia y en seguida ha cuajado como una buena idea. De hecho, ya no lo compro de lunes a viernes, lo veo en el trabajo, y el sábado y el domingo lo leeré en el bar donde acostumbro a tomarme mi café con noticias, solo que ahora no las pagaré yo.  Toda una vida comprando El País, discrepando o no de su línea editorial, disfrutando de sus columnistas y analistas, de sus firmas: las mejores se han ido cambiando de diario o muriéndose; en realidad, la muerte de Polanco fue el momento en que arranca la decadencia del periódico, con el encumbramiento en solitario de Juan Luis Cebrián, sin duda el personaje más siniestro del periodismo español contemporáneo, habiéndolos de tanto fuste en la perversidad y el matonismo.  Quizá en los últimos setenta años solo haya rayado en bajeza con él Emilio Romero, que fue el recadero periodístico del franquismo, maestro del propio Cebrián, con mejor pluma, aunque sin Academia.

El País es la historia de una larga impostura, la factoría perfecta donde hemos ido alimentándonos las gentes del mester de progresía, amén del observatorio periodístico de quienes han buscado la mejor información, porque sería tonto negar que el diario de la calle Miguel Yuste ha sido con diferencia el mejor producto periodístico impreso en España. Y sigue siendo el mejor, o el menos peor, pero al menos para mí no lo suficientemente mejor como para dejarle un euro largo al día a los caballeros de Liberty/Prisa. Un ere infame  ha culminado estos días con el despido de 129 periodistas de la casa, entre ellos Ramón Lobo, Javier Valenzuela, José Yoldi, Miguel Ángel Villena, Daniel Borasteros, Isabel Pedrote, Margot Molina, Juan Méndez, Ángeles García, Eduardo Rodrigálvarez… Enric González, uno de los grandes periodistas de la historia de El País, decidió marcharse antes, por cuenta propia y de forma airada. La mayor, la imperdonable impostura del periódico ha sido el despido con una indemnización de 20 días por año trabajado, con un máximo de 12 mensualidades, la medida más dura de la deplorable ley de reforma laboral aprobada por el gabinete Rajoy, una medida muy criticada en las páginas de opinión  del diario, pero a la que la empresa se ha acogido gustosa. A eso lo llamaremos coherencia.

El País es cada día peor periódico, y ahora con un tercio menos de sus redactores lo será peor todavía. Con todo, lo peor de lo peor es que se deja en el camino el alma y un diario sin alma, como un hombre sin alma, vale muy poco. Ni siquiera un euro treinta. En los días de huelga de firmas, ha destacado como gran esquirol Juan Cruz. Lo sorprendente hubiera sido lo contrario. Como le dijo un día Eduardo Haro Tecglen en su propia cara, Juanito es un entusiasta. De sus amos sobre todo. Tengo profetizado, se lo dije a él mismo, que un día Juan Cruz firmará todo el periódico, de la portada a la contra. Es un gran trabajador, un enfermo de sus herramientas, como si dijéramos. Alma no tiene, pero derrocha energía. Ese día no estaré yo para comprar el periódico, con un poco de suerte quizá se lo compre él solo. Se habrá completado así el círculo de un diario al que he querido y también detestado, pero que ya escapa de mis afanes de consumista de papel.

 

20 Responses to “El día que dejé de comprar EL PAÍS”

  1. Abre los ojos. Es el título de una película de Amenábar que yo emplé hace años, ¿recuerdas?. Pues ya parece que has abierto los ojos, cegato. Reconozco que las alternativas a El País eran peor, pero al menos te daban una vision diferente de la que S. M. Imperial, el “maestro” Cebrián, y el establishment imponían.

    De acuerdo contigo en que el académico y escritor de novelas mediocres
    es que es el personaje más siniestro del periodismo español. Yo creo que supera a Romero.

  2. A este paso incluso terminará la BBC, cosa casi impensable para muchos de nosotros, al menos para mí.
    Pero así es la vida. Suerte que, como dijo moseñor Romero, nos queda “la eterna verdad del Evangelio” (incluso para los no creyentes el Evangelio es bonito).

  3. Yo deje de comprar el Pais hace muchos años, cuando se celebró el referendum por la OTAN. En unos días cambio su línea editorial mostrándose a favor del si.Ha cumplido, desde entonces, el papel de difusión y reproducción de la propaganda política del PSOE.

  4. Juan Antonio, se puede decir más alto pero no más claro…

  5. Yo no lo he comprado nunca!!

  6. muy bueno, sí señor…

  7. Juan Antonio, estoy de acuerdo en líneas generales con todo lo que dices.
    Discrepo en una cosa: El País no ha sido la “factoría perfecta donde hemos ido alimentándonos las gentes del mester de progresía”.
    El País, renunciando a sus postulados de izquierda, ha creado el mester de progresía. Un progre es un señor con una vida de derechas que le gustaría (y se imagina) ser de izquierdas. Lo peor. Como Cebrián. Y millones.
    Por lo demás, los 129 despedidos de El País son 129 de los 8.000 periodistas que han perdido su empleo.
    Lamentable en todo caso.

  8. Yo no sólo he dejado de comprar El País hace tiempo, ahora también he dejado de seguirles en las redes sociales. Para mí, no existen.

  9. Puff¡¡ El Pais siempre me pareció un panfleto del PSOE que nunca me interesó,ahora o al menos hasta no hace mucho tiempo en casi todos los paises europeos y de Latinoamérica es lo único que se encuentra en los Kioskos de la prensa nacional

  10. Juan, comparto cada palabra ! Parecía qué no fuese posible , pero es la pura realidad. Qué gran cínico y estafador este Cebrián.

  11. Apuntaba el escéptico Ciorán algo así como que la renuncia es la única variedad de acción no envilecedora (más o menos de acuerdo aunque todos sabemos que hay asuntos muy difíciles de renunciar). Pero lo tuyo Juan no es una renuncia, es una inmadura convulsión, una juvenil pataleta. Tú no renuncias a leer (que sería lo suyo), tu renuncias a pagar (si como bien dices tal periódico es lo “mejorcito” supongo que ahora tu dinero no irá a parar a lo “peorcito”). Si pretendes el ahorro pues bien está, sigues los consejos de la casta empresarial, financiera y política: “has vivido por encima de tus posibilidades”. Pero creo que no es este tu caso, lo tuyo es una indignación de paso. Es de cajón que si no consumimos, si todos imitamos tu perversión, no serán unos centenares de colegas los despedidos, serán miles (supongo que si eres honesto con tus pricipios tampoco deberías viajar en Iberia, ni comprar coche alguno y pocos alimentos deben quedarte). ¡Que coño me importa Cebrián! Con su pan se lo coma. Otra reflexión de Ciorán: “Entre la verdad y el error la distancia está marcada sólo por la pulsación, por la animación interior, por el ritmo secreto”. Don Juan, todos sabemos (o debemos saber) que la vida no es noble, ni buena, ni sagrada, ni tampoco una epopeya con figuras de héroes y cosas por el estilo, sino una buena habitación burguesa (como la tuya), en donde uno está perfectamente satisfecho con la comida y la bebida, con el café y un buen periódico (esta última opinión no me la creo mucho, pero es lo que percibo) (el buen periódico puede ser “El País”, digo yo). Nadie nunca podrá descargar sobre nadie todo lo que pesa sobre él. Saludos y a la espera de tu siguiente.
    P.D.: “La melancolía, cuerpo lento del tiempo” (J. Riechmann)

  12. Está bien lo que dices, como siempre, cada letra en su sitio, cada tilde, cada coma, cada idea y, sin embargo, no volveré a comprar El País sino de higos a brevas, por rabia sí, pero más que nada porque cada vez merece menos la pena. Era ya un diario muy desmejorado, con salud quebradiza, pero ahora lo será mucho más. Para un par de artículos, si acaso, que merezcan la pena al día me puedo permitir leerlo en el trabajo o en el bar donde me echo el café lenta y demoradamente. Y, sí, algún sábado, ¿por qué no?, me compraré el ABC que tiene un buen suplemento cultural. Y donde también echan a los trabajadores, supongo que con 20 días y doce meses máximos, pero al menos no defienden en sus editoriales no contrario, no arremeten contra la infame ley de reforma laboral, terrorista, sin más, aprobada por el gobierno de Rajoy. No es que uno exiga bebidas ideológicas con una alta graduación en coherencia, pero, hombre, todo debe tener un cierto límite. Más que nada para no enrojecer, ahora que rojo no va quedando casi nadie.

  13. Suscribo la opinión de MACAÓN, a quien no tengo el gusto de conocer.
    Y añado:
    1º.- Me extrañan sobremanera los alegres y jocosos comentarios de los que nunca han comprado El País o lo han dejado de hacer hace tiempo.
    Una de dos: o prefieren leer otro tipo de diarios (¿El Mundo?, ¿La Razón? ¿ABC?), con los que desde luego yo no comulgo, o bien es que tienen otras alternativas más o menos progresistas de las que echar mano.
    Si fuese lo segundo, agradecería que me indicasen qué otros periódicos mínimamente progesistas puede uno encontrar en el quiosco para intentarlo.
    2º.- A mí tampoco me gusta absolutamente nada Cebrián.
    Pero motejarle como “el personaje más siniestro del periodismo español contemporáneo” es francamente exagerado.
    Juan-Antonio, ¿acaso te parecen más decentes Pedro J. Ramírez, Jiménez Losantos, o Luis-María Ansón, por ponerte sólo tres ejemplos?
    Me temo que, desgraciadamente, el nivel de indecencia es tan elevado que inclinarse por el que nos ha hecho la última jugarreta resulta poco objetivo.
    3º.- Yo sí seguiré comprando El País. Y no porque tenga la menor simpatía hacia sus dueños y/o editores, sino sencillamente porque, a pesar de los pesares, sigue siendo el mejor (o, si lo prefieres, el menos malo) de los periódicos españoles, al menos de los que estoy dispuesto a leer a diario, no esporádicamente (como me ocurre por ejemplo con el ABC, sin duda un buen periódico pero con el que no logro compartir planteamientos).
    4º.- Hay además en mi caso un punto de provocación en la llevanza conmigo de El País.
    Resulta que, por mi profesión, mantengo frecuente contacto y reuniones con personas y empresarios muy de derechas, algunos de los cuales tienden a hacer comentarios irónicos (y no del todo educados) sobre el periódico que llevo conmigo (y que no trato de ocultar, incluso a riesgo de perder algún cliente, si es que es tan majadero como para elegir abogado por ese detalle).
    Y no creas que lo rechazan por su mayor o menor calidad periodística, sino sencillamente por asco invencible a todo lo que huela a “izquierda”, “rojo” o “progresista”.

  14. Bueno, Jaime, yo llevaba El País al viento, en aquella juventud dorada, y era como una bandera. Luego lo he llevado siempre con gusto, con más o menos gusto, y ahora no voy a llevarlo. No es una frase para quedar bien ni para epatar, es un gesto de rechazo y la constatación de que el periódico me da muy poco, porque como los demás se ha dejado ir por la pendiente de la superficialidad y los regalos de fin de semana, los coleccionables y esas cosas. Y luego porque yo tengo, como tú, como todos mis códigos y poner en la calle a ciento y tantas personas al mínimo marcado por la ley, la oprobiosa ley Rajoy, me parece indigno si uno predica lo contrario. Y porque se han ido yendo tantos, los últimos Enric González, Santos Juliá, Ignacio Echeverría, Santiago Segurolamás los muertos: Vidal, Fernández Santos, más los despedidos: Luis Rodríguez Azpiolea, Javier Valenzuela, Ramón Lobo, etc, y los que se irán, que no me apetece seguir comprando el diario global, antes independiente. Porque los dos artículos los tengo en el el bar, y en la tele, porque ya no podré leer los lunes ni a Rodrigálvarez, porque yo ya no encuentro a quien provocar por llevar El lPaís debajo del brazo, más allá de provocarme yo mismo náuseas. Y lo de Cebrián no lo digo a la ligera, en la dimensión de financiero, no en la de director, de amo, de señor feudal Juanlu es el más siniestro (o diestro) personaje del periodismo español, más que el indeseable Pedro J, nada que ver con el incontinente y fuera de cuadro Losantos, a la altura, del diestrísimo Emilio Romero. Cebrián, sí, y Juan Cruz, su profeta. El gran esquirol.

  15. Parajódicamente la pérdida de lectores del papel acelerará los planes de los que gobiernan El País.

    Acabar con el derecho de impresión es una acción cargada de futuro. Los clientes aunque incómodos, acabarán en la red, entre líneas low cost. Es el sí/no de los tiempos.

  16. Caray Juan Antonio, no conocía tu blog. Me parece estupendo y, si me lo permites, más estupendos aún algunos comentarios, como los de Macaón, por poner un ejemplo. El rapapolvo que te echa el mencionado me parece de chapeau.

    Yo hace tiempo que no leo ni compro El País, sencillamente porque empezó a ser un periódico malo, flojo, hecho en su mayor parte por becarios que escriben mal y piensan peor. A veces es que se te caía de las manos.

    No me puedo creer que hayan echado a Valenzuela, santo cielo, es peor de lo que pensaba lo que ocurre ahí. O a Segurola, que escribía cojonudamente, es que no me lo puedo creer…

    Lo que sí me creo, porque empecé a verlo con estos ojitos y veo que la cosa ha ido a peor, es que Juan Cruz se escriba el periódico entero. Cruz debería acudir a más tertulias de TV y de radio, escribir más novelas, que seguro que ha escrito algunas, escribir biografías, ensayos, poemas… Un personaje tan fecundo debería dar más y más frutos. A los chiflados no hay que frenarles, sino dejar que lo sean hasta el fi nal, que encuentren sus propios límites (si no son abiertamente peligrosos).

    Cebrián es otra cosa, para otro día. Aunque como novelista, para dejar eso de lado desde ahora mismo, es una nulidad. Como académico, ni puta idea, porque tampoco sé cómo se juzga a un académico. Y como periodista, pues que yo creo que dejó de serlo hace muuuuucho mucho tiempo.

    Todos son siniestros J.A., no te engañes. Y si no,mira ahí tienes al inefable pedrojota, que no consigue caerme mal el tío, y mira que debería. A mi el que me mola cada día es más es Antonio Serrano, que deja la crisis y las cosas superserias y te saca una caja de queso manchego o un aceite de olvida y se pone a venderlo allí mismito, con los contertulios descolocados, porque no saben ni cómo ni cuándo entra el queso y el yayofón, ese móvil adaptado a los cuarta edad.

    Ay, amigo mío, ¡qué cosas nos está tocando ver!
    Abrazo

  17. Mira qué bonito día he escogido para participar en tu blog, el 20-N…

  18. Señor Tirado, no compare usted, por Dios, al gran Emilio Romero con Juan Luis Cebrián. Don Francisco Umbral, hombre derechas, como yo, y así lo demuestra que doña Ana Botella y don Ignacio González asistieran recientemente a su homenaje, contaba una cosa. Decía Umbral que Cebrián, en sus años dorados de director de El País, prolongaba su salida del periódico indefinidamente por la noche. A veces llamaba a Umbral a su despacho e insistía: “tomemos otra copa, Paco, antes de irnos”. Y era porque La Rusa, de la que Cebrián estaba enamoradísimo, incluso le dedicó una novela, le ponía los cuernos, y él no quería llegar a casa y arriesgarse a encontrarla con otro. Los cuernos, a un español, aunque sea Cebrián, le duelen. De ahí pueden venir tantos males. Buenas tardes, señor Tirado.

  19. ¡Ah! Pero el País no es como el 20 minutos, Qué o ADN, ¿que los dejan por todos lados y vive de los que coleccionan cupones?

  20. Querido Juan Antonio, como bien dices y ya hace tiempo afirmaba un amigo mío, las siglas S.A. significan “Sin Alma”. Ningún empresario, se llame Cebrián o Roures, es de izquierdas. Para ellos, el “mester de progresía” somos un nicho de mercado. Al final, todos terminaremos comprando una tableta (electrónica) y buscando las firmas que nos interesen allá donde estén. Y es de esperar que estén en sitios que respeten la Responsabilidad Social Empresarial. Si no es así, quedará en nuestra mano de consumidores (de información, de literatura o de lo que sea) el boicotear al medio como estamos haciendo con alguna televisión. ¡Un abrazo!

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