Amy. Por LUIS EDUARDO SILES

imagesAmy Martin es rubia, esbelta, elegante, con unas piernas largas y delgadas, recubierta de cierto aire de misterio y glamour, como una princesa sueca. O Amy Martin es morena, risueña, con ojos negros/negrísimos de andaluza audaz y un lunar junto al labio como el que han lucido alguna modelo o alguna actriz de Hollywood. Amy Martin es atractiva y lista, seductora y con buena prosa en sus artículos de biempagá intelectual. Pero Amy Martin no existe. Amy hubiese causado sensación entre el grupo de escritores machistas y no machistas que cada tarde acuden al Café Gijón de Madrid para pegar la hebra durante horas y a mirar las piernas de alguna estudiante norteamericana que viene a hacer  una tesis sobre literatura española. Lo decía en el Gijón el pasado viernes un biógrafo de Francisco Umbral:

-”Paco se hizo crítico de teatro de ‘El Mundo’ a principios de los 90, no porque le gustara o supiera de teatro, sino para intentar beneficiarse a alguna actriz a partir de una buena crítica”.

Umbral hubiese ido, sin duda, detrás de Amy Martin, la articulista estadounidense de la Fundación Ideas, porque ya había escrito en ‘La noche que llegué al Café Gijón’: “La ninfa norteamericana suele tener la piel blanca y mate”. O sea, como Amy. La señorita Martin había recibido de la Fundación Ideas, controlada por el PSOE, el encargo, no exento de cierto papanatismo intelectual, de “realizar análisis científicos y rigurosos de las cuestiones más candentes desde una perspectiva progresista”. Eso de decir “progresista” donde debiera poner “socialista” es una pirueta del lenguaje muy propia de algunos dirigentes del PSOE, que no han escuchado a algunos filósofos o economistas que sostienen que el término progreso se halla muy cuestionado en esta época de turbulencias de toda índole.  Amy ha publicado artículos por 3.000 euros que no han materializado en nada progresista, sino todo lo contrario, porque con su escándalo poético ha tapado el auténtico emporcamiento de la política y de las arcas públicas, que es el protagonizado por Luis Bárcenas, ese señor de Huelva, tesorero del PP y con 22 millones de euros en Suiza. Amy es una metáfora sucia, a Bárcenas le han dedicado artículos titulados “Al ladrón, al ladrón”. Bárcenas es el lado oscuro del sistema, si es que ya queda sistema. Pero el PSOE ha tenido poca suerte con Amy. Y menos la hubiera tenido Umbral, si finalmente Amy hubiese accedido a llevarlo a su apartamento y, como en los chistes de taberna, cuando se quitara el maquillaje hubiese aparecido Carlos Mulas con una minifalda de cuero negro.

8 Responses to “Amy. Por LUIS EDUARDO SILES”

  1. estimado eduerdo: la ambivalencia de AMY tiene que ver con la raíz ” AM” amor, y como se sabe el amor recibe esa ambiguedad del sexo y el seso, y esta señorita rubia de ojos lánguidos “ni fu ni fa” ,ni siquiera da el “do” de pecho.Creo que UMBRALse hubiera quedado en el umbral, como cada “kiske”. Ni cicha ni limoná. Que la MACARENA la guie.U N abrazo.

  2. –¿Ya no tenemos derechos?
    –Me harías reír, si me estuviera permitido.
    –¿Los hemos perdidos?
    –Los hemos vendido. (de “Esperando a Godot”, S. Beckett)

    Las lágrimas del mundo son inmutables. Cuando alguien empieza a llorar, alguien deja de hacerlo en otra parte. Lo mismo sucede con la risa.

  3. Por un momento pensé que el invitado se animaría a hablar de las 50 sombras de Grey. Pero no. Esa Amy es invención tonta de periódicos. Godot podría servir, pero ahora no toca. Seguiré insistiendo hasta que alguien, invitado o permanente, se anime a hablarnos del medio centenar de sombras. Fantasmas pálidos cabría decir tal vez.

  4. Olé.
    Muy bueno

  5. Doña Lara Sol (qué nombre tan rebuscadamente galano), me parece bien colocada en su balcón y tiene mis respetos, incluso estoy de acuerdo que el asunto ese de la Amy, tan ricamente expuesto por el señor Siles, es una tontuna. Vende por la carne y sus efluvios, y por supuesto que esa carne es lo que manipula al mundo. Recuerdo el caso de ese pseudo periodista que cobraba por escribirle el discurso a ese otro Matas de Baleares, y después volvía a cobrar, creo que de El Mundo, por escribir el panegírico de tal discurso. Eso sí que es arte hispánico. Claro que no se habló demasiado del asunto porque era feo y viejo. Y repito, doña Lara Sol, que viéndola bien puesta medio me sorprende que, al margen de su calidad monetaria, crea usted en la calidad literaria de esos Greys. Seguro que al señor Tirado le complacerá dejarle la voz y el espacio que solicita. A mi me gustaría hablar sobre “Las once mil vergas” de Apollinaire, pero ahora no toca.

  6. Señor Tirado, muy buenas noches. Sepa usted que hubiera querido escribirle antes, pero hoy he celebrado mi 80 cumpleaños. Mi amigo Ricardo me ha regalado el libro ‘¿Por qué nos gustan las guapas?’, de don Rafael Azcona. Yo me pregunto y le traslado, señor Tirado, ¿por qué nos gustan las guapas? Yo no sé si usted, como también puede ocurrirle al señor Macaón, ha reparado alguna vez en el atractivo de las feas. Si hay feas tan atractivas, ¿por qué nos gustan las guapas? Por lo demás, señor Tirado, yo quería expresarle lo mucho que me ha gustado este artículo salido de su puño y letra, sin duda alguna en un momento de inspiración, sobre el escándalo de Amy Martin. Ha recuperado usted el don de la escritura con este escrito sensacional, señor Tirado, y se lo digo yo, que le había censurado cierta indolencia y desgana en sus últimos artículos. Brillante la frase de que Amy Martin es Carlos Mulas con una minifalda de cuero negro. Es que a los rojos, a la más mínima, les gusta ponerse una minifalda. Yo creo que por eso es por lo que nos gustan las guapas y , naturalmente, no el tal Mulas. Sólo me queda, señor Tirado, felicitarlo por este gran artículo, que sin duda figura entre los mejores surgidos de su indiscutible talento desde el feliz día en el que fundó este blog. Enhorabuena. Viva España, Viva Alicia!!!

  7. Gracias, Pancracio, pero siento decepcionarlo. No hay gato encerrado en este post. La firma es real, y no hay detrás heterónimo alguno. Luis Eduardo Siles es un magnífico periodista y gran amigo mío. A usted le gustaría, sin duda, conocerlo, porque es un hombre que, aunque apenas supera la cincuentena, tiene mucho gusto por las cosas del pasado, incluso del pasado que le pasa a él de largo. Recuerdo que en alguna ocasión ha escrito usted que es admirador de Juan Tribuna, el insuperable locutor deportivo de Radio Sevilla, que a sus noventa y tantos años vegeta en una silla de ruedas, si no es que a estas alturas le ha ocurrido algo peor. Siles no olvida las tardes radiofónicas de Juan Tribuna, como usted y como yo. Y los tres recordamos y añoramos a Pepe Bermejo y a Vicente Marco. Así somos nosotros, así es Siles, así soy yo y así es usted entrañable don Pancracio. Felicidades por su cumpleaños, a ver si quedamos un día y nos tomamos un cocidito madrileño. Se me ocurre que podríamos invitar a Macaón, a Seitaridis, a Reflejo, a Copos, a Luis Eduardo. En fin, podríamos tener un encuentro muy agradable los amigos de Alicia, creo que va siendo hora de que nos conozcamos personalmente. Sea feliz, Pancracio.

  8. Amy sí existe, porque porque de ella, barro oreado y fino, aquí se ha dado cuenta. Eimi Martin. Existió. Y será citada como la obra ilegítima, la más atrayente de las esculpidas por Ideas.

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