Manolo Martín Ferrand

scaleUn obituario bien entendido no es sino un fragmento de una autobiografía. Manuel Martín Ferrand ha sido para mí un personaje fundamental en la larga trama de admiraciones que conforman una vocación. Por alguna extrañeza que nunca he tratado de comprender estuve tocado por el afán del periodismo desde que era un niño, yo creo que tan pronto como mi inteligencia me hizo entender que no estaba llamado para ser un futbolista como mi querido Gárate. Puesto que no podía ser Aquiles batallando en Troya, sería Homero, el narrador de aquella épica contienda. Pero mi afición al periodismo, teniendo un indudable ingrediente deportivo no se quedaba ahí, sino que ansiaba contarlo todo. Tuve entre mis primeros ídolos de la profesión a José María García, pero aún más y de modo más sostenido a Manolo Martín Ferrand. En realidad yo quería ser como él, y si lo veía en una revista con las manos en los bolsillos, me apresuraba a metérmelas yo en la certeza de que ahí estaba el secreto del talento. Los dos grandes ídolos televisivos de mi adolescencia, así de raro es uno, son Martín Ferrand y Bárbara Rey. Yo quería ser como él, arrastrar las palabras con su magisterio, al tiempo que anhelaba conquistar a Bárbara Rey, la vedette de las piernas infinitas, la musa de “Palmarés, la mujer total. Y en esas fruslerías ha ido uno pasando la vida, que de pronto los muertos son tantos que ya no asustan, pero abruman. Después quise ser otra gente, Umbral más que nadie, cualquier cosa menos ser uno, algo que siempre se quedaba corto. Recuerdo ahora el día que murió Guillermo Sautier Caseseca y el comentario que dejó en el aire, en el informativo del mediodía de la SER, Manolo Martín Ferrand. Su “En menos que canta un gallo” era alimento espiritual para el niño y el adolescente y el joven que fui después. Recuerdo un día, el 5 de diciembre de 1978 en que Martín Ferrand y Eduardo Sotillos presentaron un programa de 14 horas seguidas en Radio Nacional en torno a la Constitución que se iba a aprobar al día siguiente. Ese día preferí faltar al Instituto para oír la radio. Le he seguido en “Matinal SER” y en “Hora 25”, en “Sábado cine”, en “Hora 15”. Le he leído en muchos papeles, aunque nunca me gustó tanto impreso como con la fuerza de su voz. Ha sido un multiplicador de ideas, un gladiador en todos los formatos, grande, y no solo por estatura. Fue progresista en los tiempos del franquismo, valiente y arriesgado, y ha sido luego conservador por talante y por convicción. El verano se escapa, yo estoy de vacaciones, mi amigo Jesús Nieto me ha llamado para decirme que ha muerto Manolo y yo, sin ganas de escribir, orillado en otros mundos, vaciado y lleno de otros amores y afanes, he sentido que no podía dejar pasar esta oportunidad sin poner unas letras al periodista que llevo admirando, y en ocasiones intentando imitar, desde hace más de 40 años. Esto es lo que hay. Algún día tenía que ocurrir. Martín Ferrand llevaba mucho tiempo tocado por la enfermedad, enganchado a una máquina de diálisisis y se ha ido a los 72 años. Nunca es buen momento para morirse. Pesan demasiado tantos muertos a los que uno quiso aunque fuera en la distancia.  Descanse en paz un gran hombre, un español cabal y un periodista excepcional.

9 Responses to “Manolo Martín Ferrand”

  1. Tenía la intuición – desde que ayer conocí la noticia de su muerte, poco antes de las dos de la tarde – de que escribirías sobre Manuel Martín Ferrand. Me ha gustado mucho tu entrada. Has resucitado su voz ese 5 de diciembre de 1978. Quizá toda la carrera de un hombre pueda resumirse en un momento (¡un programa de 14 horas!) que quedó atrapado en la memoria de los otros, y que, probablemente, el protagonista no recuerda con detalle. Espero vernos pronto y que me cuentes más historias de este hombre que quisiste ser. Un abrazo.

  2. Hablar de aquellos que admiramos y se fueron irremediablemente sólo puede hacerse desde las atalayas del corazón, desde los alcázares del entendimiento. También yo vi en Martín Ferrand las luces de la seriedad profesional y el magisterio de quien nunca fue alumno de nadie. Conocí a esta criatura diligente y sabia que ahora se va. Le traté en Antena-3 Radio en los días grandes en que esa emisora era la más atendida de España. Me han contado cientos de anécdotas acerca de la criatura. Su época fue gloriosa para el periodismo, que salvo en el caso de la SER no estaba adocenado ni era sectario como hoy lo es. Su voz, estruendosa por los pasillos de la emisora de la calle Oquendo, era poderosa y decidida, firme y resoluta. Le gustaba comer bien: era un sibarita en ese ámbito. Y comía muy bien. Viajaba hasta donde fuere para comer un guiso determinado. Sabía hablar; también sabía gritar: ambas cosas cuando tocaban.
    Comprendo que a Juan Antonio Tirado le atraiga su figura: también él es un periodista serio, capaz de detectar en una fracción de segundo lo que es importante de lo que es vulgar. Deseo a Martín Ferrand -creyente- que los ángeles escribanos hayan salido decididos a las puertas del cielo a recibir al sabio colega que ahora ya nos mira desde el empíreo.

  3. Bien elegida esa foto de juventud, de belleza setentera a lo Máximo Valverde. Fue el favorito de casi todos mis amigos no periodistas y de casi todos los que sí lo son (o lo fueron, porque se están yendo con una rapidez que da escalofríos).

    Le admiré moderadamente, no porque no se mereciera más admiración, que la merecía toda, sino porque me gustan los periodistas imperfectos, ciclotímicos, raros de leer, de juzgar y hasta de mirar. Esa singularidad de mi gusto alcanza (quiero decir, excluye) a casi todas las estrellas de la radio (Del Olmo, Gabilondo, Herrera y muchos más, esos gigantes) y a bastantes de la televisión. Ninguno se puede comparar a esa tropa de firmantes un tanto ensombrecidos por la oscuridad del papel, hombrecitos que vemos de Pascuas a Ramos en alguna tertulia sin poder evitar el comentario asesino: ¡Huy, que viejo está!

    La radio y la tele están a un paso del cine, mientras que lo otro, la plumilla que decían antes, está a dos metros bajo tierra en el olimpo mediático (juro que odio esa palabra pero ahora mismo no tengo otra). Martín Ferrán era grandote y fantástico, serio, cabal, como señala con justicia Tirado. Yo los he conocido tan cabales o más, de la misma talla y más menuditos (mis preferidos), tan honrados y brillantes como el y hasta más honrados y brillantes, que es mucho decir. Pero no hay nada tan arrebatador, para mi difícil gusto personal, que un periodista poquita cosa y de poco relumbrón que se levante a diario prometiéndose a sí mismo que algún día dejará de ser un miserable. Esos son los que me ponen, así es la vida…

    Que Martín Ferrán haya perdido la suya a una edad no demasiado avanzada y de una enfermedad jodida, justo cuando le tocaba cosechar todos esos frutos felices del comportamiento recto, me parece una grandísina putada. Descansa en paz, maestro.

  4. Dos años y medio a las órdenes de Martin Ferrand (con la gestación y puesta en marcha de Antena 3 Radio) me sirvieron para comprobar la talla de un periodista de los que entran pocos en muchos años, aunque tuvimos importantes divergencias que terminaron con mi salida como director de la emisora de Alcalá. Sus ideas habían revolucionado la radio española con ejemplos tan indiscutibles como Hora 25. Con A·3 Radio Martin Ferrand puso patas arriba la radiodifusión de este país, desplazado de la primera posición a la cadena Ser, mezclando, con gran acierto, a profesionales consagrados (García o Plaza) con nuevos valores (A. Herrero). Fu un grave pecado que suscitó las iras de Jesús de Polanco (del gran poder) y eso, a la postre, provocó su caída como gestor. Tal vez fue un alivio para él, que pudo dedicarse al periodismo de una forma más sosegada y menos maquiavélica que la de gestor, campo en el que no siempre cosechó triunfos. Martin Ferrand se marcha, pero entra por la puerta grande a la historia del periodismo español con todo merecimiento. ·

  5. Yo lamento mucho la muerte de este señor, aunque no lo conozco de nada. Siento también que este blog se haya convertido en un tanatorio, en el que los comentaristas vamos pasando uno a uno para dar el pésame a don Juan Antonio, muy en plan de viudo últimamente. Lo siento muchísimo, Juan Antonio. Lo siento tanto que, si usted ha tenido tan elevado número de maestros imprescindibles, lo imagino llegando al trabajo con la chaqueta de Martín Ferrand y la falda de la señora Campoy, a quienes tenga Dios en su Gloria. Ya digo que no conozco a Martín Ferrand, el genio al que ustedes lloran. En otros obituarios sobre este difunto he leído reiteradamente que era un periodista “independiente”. Es decir, que imagino que sería un periodista de derechas. Y a mucha honra para él. Lo que me confunde es esa hipocresía tan arraigada en este país de llamar “independientes” a los periodistas de derechas. No conocía de nada a este caballero, pero sí me suena Jesús Nieto, el que comunicó la noticia a Tirado. Imagino que el buen hombre no lo haría con la intención de que usted, Tirado abriera inmediatamente el tanatorio, sino simplemente para informarle. En todo caso, descanse en paz, y que Dios le perdone que, seguramente por la ‘independencia’ de Ferrand, un profesional de la dimensión de Teófilo tuviera que dejar la dirección de la emisora de Alcalá que él nos cuenta aquí en su elegante comentario. (Voy a tomar ahora un café en el bar del tanatorio, que abre a todas horas)

  6. Se lo iba a decir, Tirado, por favor, ni una necrológica más…

  7. Por cierto, que habla Vd.de la “independencia de derechas” como si fuera un crimen. En España sólo hay dos clases de periodistas, los independientes de derechas y los impostores.

  8. Confieso que estoy preocupado por la cantidad de obituarios que me están saliendo últimamente, pero no puedo prometer nada, de la Parca depende. No pienso dejar sin despedir a ninguna persona que por uno u otro motivo son importantes en mi vida. Así que de ellos depende y también de vosotros, queridos comentaristas, que alguna vez os ha dado por moriros y a ver, ¿qué va a hacer uno? ¿Ignorar al amigo ido? No amigos, a vivir. A vivir y a soñar y que se mueran los malos y los feos.

  9. Pues haga Vd. como hace el último Informe Semanal del año (o sus sucedáneos en otras cadenas), los pone a todos juntos, uno detrás de otro, con música de Satie, y acabamos antes.

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