El secreto de Camba

Medio siglo después de dejarnos no hay en las librerías periodista español muerto más vivo que Julio Camba, con excepción de otro muertoGetAttachment muy de moda, Manuel Chaves Nogales. Camba conserva muy bien la línea y nada mejor puede decirse de un columnista. El articulismo es oficio que se ejerce dando bocados al presente o a ese sucedáneo del presente que es la actualidad y hay que tener buen cuidado de no caer en la voracidad, que engorda y echa a perder las metáforas. Lo ideal, ya digo, es conservar la línea y no perder el compás de los tiempos. A lo que raramente puede aspirar un columnista en sus cabales es a ganarse el favor de la posteridad. Desde luego, pocos menos interesados, y en apariencia menos dotados para ese empeño que Julio Camba, reñido con cualquier  trascendencia, quien no dejó nunca que una idea le estropeara una ocurrencia o que una categoría le arruinara una anécdota. Que alguien así sea medio siglo después de muerto un reclamo repetido en las librerías nos conduce a la paradoja Camba, que no es flor de un día sino que lleva media vida después de muerto divirtiendo a los lectores. En algún sitio debe estar el secreto, aunque no es fácil detectarlo, porque si hay algo que resiste mal el paso de los años es el humor, el género que peor envejece al decir de los enterados en estas cosas literarias. Quien ha leído un libro de Camba los ha leído todos pues el gallego es un mago que siempre hace los mismos trucos o un extremo que hace idéntico regate, sin que nadie consiga frenarlo ni se aburra de sus gracias. Para este malabarista de la prosa una historia dura lo que una página y más allá brota otra historia u otro artículo. Lo bueno si breve, Camba, quien juega a la comba con la realidad, tratando en broma los temas más serios, desde el crack del 29 a las peripecias de la Segunda República.

Décadas antes de que Duran Lleida se instalara en la suite del Palace, Camba se había ido a vivir a ese hotel, en la seguridad de que “como fuera de la casa de uno en ningún sitio”, sobre todo si uno no tiene casa ni ganas de tenerla. Del hotel a un buen restaurante y del restaurante al hotel, así pasó sus últimos años este gallego viajero que se conocía medio mundo como la palma de su mano de hombre de pluma. Sus estancias en el extranjero dieron pie a sus mejores artículos, ajenos a cualquier ejercicio de pedantería. Camba llegaba a Nueva York o a Berlín desprovisto de teorías y lo miraba todo con la atención y el asombro con que lo haría un niño. De ahí le salía un artículo sorprendente y delicioso, y tan fresco que  sigue tan vivo como entonces setenta u ochenta años después. El escritor tuvo la fortuna de llegar a Nueva York en 1929. Desde allí fue contando a los lectores de ABC el día a día de una crisis que hizo temblar el mundo pero no le cambió su modo de acercarse en broma a las cosas serias. Sus crónicas recogidas en el libro “La ciudad automática” son una prodigiosa catarata de anécdotas, una divertida aproximación a una realidad que se desmoronaba sin que el periodista diera el menor síntoma de afectación. Así fue pasando por distintos países, en momentos dramáticos, sin perder el apetito ni las dotes de observador tan atento a las minucias cotidianas como ajeno a las mayúsculas de la historia. Quizá ahí radique el secreto de la permanencia de Camba, aunque también ayude la ausencia de negritas en sus artículos. Salpicar una columna de personajes de la actualidad es un modo no del todo contrastado de ganar lectores en el presente  y el modo más seguro de perderlos en el futuro, cuando los tipos de las negritas estén más muertos que el articulista. No es que Camba prescindiera de los nombres propios pensando en la posteridad, que era algo que le daría risa, sino que carecía de curiosidad por las personas y solo le atraía un plato delicioso o una historia perfectamente intrascendente y tal vez por eso perdurable.

César González Ruano, que es otro articulista muerto,  también habitual de las librerías, aunque su estilo no se lleva demasiado esta temporada, le llamó “el solitario del Palace” y dejó escrito que Camba era un hombre que sentía un desamor profundo por la gente. El de Villanueva de Arosa era un misántropo con muy buenos modales, un conservador que había tenido una juventud anarquista, hasta el punto de ser interrogado por la policía con motivo del atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII en 1906. A los trece años se escapó de casa y viajó como polizón en un barco que iba a Argentina, allí estuvo unos años hasta ser expulsado precisamente por sus actividades anarquistas. La pasión que pudo llevarle por esos derroteros es difícilmente explicable en alguien que con los años acabaría sin sentir ni padecer ni  con otra mueca que la burlesca o la del absurdo como sucedáneos ideológicos. Josep Pla, que en algo se le parecía, dijo de él que sentía un verdadero horror por la literatura, empezando por la propia, a la que no tenía en ninguna consideración. Quizá así se entienda que cuando le ofrecieron un sillón en la Academia declinara con completa naturalidad: “¿Un sillón? ¿Y para qué quiero un sillón, si yo lo que necesito es un piso?”. El solitario del Palace, claro, tampoco necesitaba un piso. Se conformaba con que lo dejaran en paz.

 (Artículo publicado el 19 de diciembre de 2013 en “El Norte de Castilla”)

19 Responses to “El secreto de Camba”

  1. Era un gran periodista, recogía los periódicos en los bancos de los paseos públicos. No recuerdo donde leí la gracieta, lo mismo es del propio Camba. No soy periodista, ni articulista, ni columnista, analista o cosa así, y apenas conozco los hallazgos literarios del homenajeado que a juzgar por el buen texto del bloguero mayor fueron largos y profundos. Algo de su estrafalaria vida sí he leído. Un tipo que pasa de escribir en periódicos anarquistas a periódicos franquistas me hace creer en un tipo que siempre busca la mejor garita para medrar. Se suele decir, con bastante razón, que a un autor no hay que juzgarlo por lo que es sino por su obra. Podría defender tal principio en el caso de un tal Celine, pero en el caso que nos ocupa me cuesta más. El caso de un periodista que vive de describir la vida próxima y al que muchos definen como ejerciente de una crítica social, radical y sincera, me cuesta mucho creer en su dignidad, personal y profesional, me cuesta mucho desligar vida y obra, por mucho humor, distanciamiento y escepticismo que exprese. No creo en más vida que en la que vivimos (o padecemos, o gozamos), pero los antiguos egipcios sí eran grandes creyentes en lo otro del más allá. Tenían demonios que oficiaban de furiosos verdugos y una figura llamada el Devorador de las Sombras. El muerto tenía que jurar no haber sido causa de hambre o causa de llanto, no haber matado y no haber hecho matar, no haber robado los alimentos funerarios, no haber falseado las medidas, no haber apartado la leche de la boca del niño, no haber alejado del pasto a los animales, no haber apresado los pájaros de los dioses. Si mentía los cuarenta y dos jueces lo entregaban al Devorador que por delante era cocodrilo, por el medio león y por detrás hipopótamo. Lo ayudaba otro animal, Babaí, del que sólo sabemos que es espantoso y que Plutarco identifica con un titán, padre de la Quimera. No creo que el gallego Camba pasara tales pruebas. Saludos, en especial al galeno Cebolla.

  2. Camba es un columnista fascinante. Nunca me canso de leerlo, siempre me suena nuevo, quizá me olvido de lo que he leído y vuelvo a hacerlo con las mismas ganas. Es un humorista del periodismo como hoy no tenemos, si acaso Jabois entre los jóvenes. No tiene la mala baba por poner un ejemplo de dos humoristas como Burgos y Ussía. No, es de otra raza, la galaica de Wenceslao Fernández Flores tal vez. Jardiel decía que para ser buen humorista hay que ser gallego.

  3. Mi feliciación, señor Tirado, por su excelente artículo. Además, he leído en un periódico del Sur que calificaban este artículo de “sensacional”. Mire usted, un destacado periodista de Prisa calificó en cierta ocasión mi forma de jugar al fútbol como próxima a la escritura de Camba. Debe ser, como usted dice, porque soy “un extremo que siempre hace el mismo regate, sin que nadie consiga frenarlo”. Porque yo he leído poco a Julio Camba. Yo soy de Mariano José de Larra, que en el siglo XIX describió de forma colosal el alma de los españoles y de España. Los artículos de Larra son actualidad. En este país tenemos que volver mañana permanentemente. Aunque Larra no se pega el tiro por España, sino por amor, por Dolores Armijo. Durante todo un día, Larra esperó agustiosamente la llegada de Dolores Armijo, con la que creía que iba a reemprender su relación sentimental, pero la Armijo le devuelve sus cartas, le dice que no quiere volver a saber nada de él, y se marcha. Larra se suicida. La detonación. Larra escribió artículos, novelas y teatro. Y fue un extraordinario crítico teatral. No ha habido otro como él.

  4. Tenga usted buenas tardes, señor Tirado. Yo no he leído casi nunca a Julio Camba, a quien usted glosa de maravilla. Y eso que escribió en el ABC, que ya saben ustedes que es mi periódico de toda la vida. A mi me gustaban Jaime Capmany y Lorenzo López Sancho. Pero seguro que Julio Camba ha sido un grande. No me cabe duda si lo dice usted, señor Tirado, y le da la razón el señor Macaón, que, desde su plausible modestia, sabe de esto. Seguro que Julio Camba no utilizaba gerundios, que es lo que está matando al periodismo: Los gerundios. Don Manuel Vicent ha dicho que “un periodista es un señor que escribe de lo que no sabe: Deprisa, de noche y borracho”. Pues bien, peor que todo eso es un gerundio.

  5. Además de los matices que Macaón introduce a la persona de Julio Camba, me atrevo a afirmar que muy por encima de Camba se halla César González Ruano, a quien también se refiere Tirado. Ocurre que César pudo haber sido un gran novelista, pero se conformó con ser un extraordinario articulista. En uno de sus artículos, César vino a decirnos que a lo que realmente equivale la gloria literaria en España es a “la conquista de los huevos fritos”. Esa obsesión por el dinero frustró muchas cosas en González Ruano, que un día se distrajo y lamento profundamente no haber escrito su segundo artículo y haber perdido esa paga. Pudo haber hecho novelas importantes pero prefirió la vía rápida. César fue un grande, sentado en el Gijón, delante del folio con su pluma estilográfica, tras haber pedido “recado de escribir

  6. ¿Que envejece mal el humor? ¿Ha perdido Vd. el juicio? Si es así, presente un recurso, y mientras el juez lo admite o no le recomiendo ver “El maquinista de la General”, por poner un ejemplo.

    Desde Larios (¿para cuándo una calle a Bacardí?) con afecto.

  7. Hala, hala, arrojemos al Gamba (perdón, Camba) al Devorador de Sombras, y al Ruano y al Capmany y a los de su equipo. Salvemos al desamoroso Larra.

  8. Dice Macaón: “Un tipo que pasa de escribir en periódicos anarquistas a periódicos franquistas me hace creer en un tipo que siempre busca la mejor garita para medrar”. Invito al sabio Macaón a que me cuente un caso, un solo caso de periodista que durante el franquismo trabajara en un periódico que no fuera franquista. Como dice Muñoz Molina es conmovedor fijarse en la cantidad de tipos que se reivindican héroes en una época en que ser héroe no cuesta nada, que presumen lo que hubieran hecho, lo que había que hacer cuando ya todo queda a trasmano.

  9. Olé, Eolo!

  10. Mientras dios exista reclamaré Sión.

  11. Con un par Macaón. Bienvenida P.P. desde la calle Larios. Está usted perfecta. Casi Doña Perfecta.

  12. Siempre anda Vd. muy “casi”, como de profe resabiao que jamás desciende al entusiasmo total, aunque los alumnos lo merezcan.

    Málaga es horroroso sin un GPS, como el amor es horroroso sin un buen termostato. Camba es, o será, lo que quede del día, ahora que he terminado a Magris, Ugidos, Vallejo y etcétera. Lo que quede del día de la mudanza (peor que el de la marmota) lo dedicaré a Julio Camba y a contarle secretos al naranjo del portal. Están todos ustedes invitados a zumo.

  13. ‘Qué buena la filípica divulgativa de Macaón sobre lo que les preguntaban a los egipcios muertos. Peor que el carnet de conducir

  14. ¡Ay, si en Málaga hubiera rastro! ¡Ay, Señor, que nunca nada es perfecto, ni siquiera mi socia! Si hubiera rastro, digo, iría a buscar libros antiguos de chascarrillos y sainetes madrileños, porque a Camba, como dice Tirado, se le puede encontrar perfectamente en las librerías. Si hubiera rastro en Málaga, mar en Madrid, pócimas para recuperar la inocencia, sortilegios para volver a la Avenida de Jose Antonio y coger el ascensor que ya no existe.

    Juraría que anoche dejé un post que hoy no está, pero tampoco estoy muy segura. El Barça-Atleti me empujó temporalmente a la bebida. La otra posibilidad es que Tirado me censure, que es lo que yo haría si le viera venir un día sí y otro también deslenguado, ebrio, bipolar y sin bragas.

  15. Por puro desconocimiento, por falta de interés, por un progreso inadecuado, yo no conocía del señor Camba.
    Y por todo lo anterior, contra lo esperable, le respeto.
    Magnífico artículo.

  16. Bueno, veo que Pancracio sigue erre que erre con los gerundios y dice que seguro que Camba no los utilizaba y que los gerundios están matando (ahí va un gerundio) el periodismo. Bueno, don Pancracio, ni tanto ni tan calvo, que con los gerundios pasa como con las comas y los tacos, que decía Cela, que hay que ponerlos bien. ¿O es que los gerundios estamos de adorno en la gramática? Ya sé que usted se refiere al uso inapropiado de los gerundios, pero, ¿qué me dice de los infinitivos? ¿Qué me dice de esos periodistas que empiezan sus crónicas así: “Decir que el ministro”, “Señalar que Cristiano Ronaldo”, “Resaltar”, etc. ¿No están acabando esos infinitivos con el periodismo? Lástima que no haya en el foro un don Infinitivo que se defienda.

  17. Ya, ya… Con Cambas a mí, yo que me he bregado en cien redacciones como un proletario de la pluma. Con cambas, gambas y langostinos a otro perro, que este muerde.

  18. Tirado: revitaliza esto.
    Antes éramos muchos. Ahora no pasan de cuatro. Aunque parezcan muchos.

  19. Jesús Nieto, Jesús Nieto, Camba es el error.

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