Adiós, Luis. Una colaboración especial de Luis Eduardo Siles

imagesCAVD1RJJ(En noviembre de 2013, en el adiós definitivo al fútbol de Luis Aragonés, Luis Eduardo Siles escribió para Canal Sur Radio este artículo, que reproducimos.)

Luis Aragonés ha anunciado recientemente que se retira. Resulta difícil imaginar el fútbol español sin Luis. A Aragonés lo  apodaron ‘El Sabio de Hortaleza’, pero más que eso ha sido un genio de aspecto hosco, de fama de tipo con malhumor, alguien que no se ha preocupado nunca de caer simpático. Luis no tiene el molde de un marqués. El cineasta David Trueba ha escrito de él: “Desconfiado, y en cierta manera desdichado, Luis ha sido un ganador con horma de perdedor”.Luis es un talento inmenso con una personalidad pasada de revoluciones. Un entrenador sublime. Seguramente el mejor de todos. Su vida futbolística ha estado marcada por la gloria, pero si uno se lo imagina en su casa es en una modesta cocina acompañado de su mujer. Porque la clave de Luis ha estado en la sencillez, en la simplificación de lo complicado. En la vida y en el fútbol. Llegó muy joven al Recreativo de Huelva cedido por el Atlético, conoció en el barrio onubense de Isla Chica a una muchacha que le gustaba y la invitó a ver una película en el cine Emperador. No volvió a separarse de ella. Luego jugó en varios equipos y entrenó a muchos más, pero uno se le fijó en el alma para siempre: el Atlético de Madrid.

imagesCATZ2OZ1En octubre de 1974, el Atléti vivía un inicio de Liga desolador. En un partido frente al Sporting de Gijón, Luis saltó al campo con su número 8 a la espalda, como siempre, pero el Sporting empató 2-2 en el Manzanares y Vicente Calderón lo nombró entrenador. En una semana pasó de futbolista a técnico. José María García emitió en directo desde el vestuario rojiblanco en Mestalla la semana siguiente parte de las palabras de Luis al equipo. Fue un discurso llano y motivador. El Atlético reaccionó y esa temporada ganó la Copa Intercontinental. Muchos años después, cuando La Roja consiguió la Eurocopa de 2008, Luis acarició el trofeo con el pelo completamente blanco ya y esa mirada de hombre solo que siempre tuvo. Cuando era jugador lanzaba los libres directos como nadie. Colocaba el balón preferentemente en la frontal derecha del área y los aficionados del Atlético decían en el Manzanares: “Luis, Luis, Luis.”. Ese grito no lo recuerda ya casi nadie, pero flotará siempre en la memoria invisible del estadio.

 

17 Responses to “Adiós, Luis. Una colaboración especial de Luis Eduardo Siles”

  1. Señor Siles, mi felicitación por ese magnífico artículo. Luis Aragonés, con independencia del equipo del que uno sea, es un patrimonio de todos. El nos dio la felicidad de llevar a España a lo más alto después de medio siglo de que nuestros jugadores se arrastraron de fracaso en fracaso por los estadios del mundo. Mi pésame sobre todo a los atléticos que han perdido un símbolo y un mito, porque decir Luis es decír Atleti de Madrid.

  2. No se podría decir tanto en tan corto espacio. Además: no convendría decir más: Siles ha dicho lo justo para que el traje léxico le cuadre a Luis Aragonés a la maravilla. Magistral artículo, conciso, contenido, lleno de cariño y respeto entre líneas.
    Yo conocí a Luis Aragonés en una reunión informal en el Casino de Madrid, hace muchos años, y pensé: ‘Esta criatura no oculta nada’, y era verdad: se llevó y se trajo por la vida con la sencillez y la grandeza de su mensaje sobrio. Era tal como Siles le retrata. Tenía un balón de fútbol en su corazón.

  3. Como se suele decir en estos casos, ha muerto la persona, pero ha nacido la Leyenda.

    En mi humilde opinión, Luis Aragonés, era un personaje que no dejaba indiferente a nadie. Polémico donde los haya, sus amigos y enemigos eran polos opuestos; supersticioso como nadie, y jugador empedernido, lo que evitó en cierta medida, que su fortuna económica no fuese de las importantes. En resumen, Luis no tenía término medio; era el más amado para unos, y odiado polémico y gruñón sobre todo en los últimos tiempos para otros. Lo que es indudable, es que ha sido un hombre de fútbol y para el fútbol, y que la historia de la selección española, la cambió para siempre.

  4. Bien, sr. Siles, bien, tiene usted todos mis cuidados, pero me cargan los panegíricos a todos los muertos, sobre todo cuando en vivo no era para tanto. No critico lo meritorio suyo, critico la norma, y a los periodistas que abusan de la lírica. Lo decía Hemingway: “Todos los malos escritores están enamorados de la lírica”, y también la Pizarnik, “y las jaulas se volvieron pájaros y volaron”, y otros también lo dijeron: los pedales de la noche se mueven ininterrumpidamente cerca de un caballero que se tragaba a sí mismo mientras buscaba flores que pareciesen sillas…

  5. Luis, quiero decir Luis Eduardo, recuerdo que hemos hablado del sabio prácticamente desde el día en que nos conocimos. Aquel artículo que leimos de Julio César Iglesias en que llamaba “renco” al sabio de Hortaleza. Por cierto que muchos años después escribió Julio César: “Entre todos hemos hecho un mito de Luis. Pero, ¿cuándo hubo un sabio en Hortaleza”. No, creo que un Pitágoras nunca, pero Luis es un mito elevado ya a definitiva leyenda entre todos los que llevamos en nuestro corazón al Atlético como corazonada. Macaón es poeta frío e intenso, pero yo, desde mi mediocridad de periodista sin talento, gozo con la prosa taquicárdica siempre que responda a una realidad interior y no sea mero barniz de barroquismo vacío. Dentro de menos de cuatro horas el Calderón va a ser una caldera de emociones, un día intrahistórico, un homenaje caliente para el hombre que marcó el primer gol en ese estadio. Estoy deseando que llegue la hora, que el Atlético se ponga líder y que Luis nos sonría desde algún punto imposible del éter. Gracias, Luis Eduardo, por tu fantástico artículo.

  6. La modestia siempre es falsa, Tirado. Y Macaón no es un poeta, ni frío ni intenso. Es un Curro Vázquez de la prosa amateur, uno de esos delanteros que andan siempre a por uvas hasta que un día la meten y nos dejan boquiabiertos. Nunca me agrada más que cuando coge el martilo pilón y va derechito a por los ídolos, vivos o muertos.

  7. No conocí a Luis el jugador, como me cuentan, de aquella tarde en el Vicente Calderón, cuando sonó el silbato, tiró la falta, el balón fue a la red y el árbitro pitó repetir. Y Luís repitió. Y el balón fue a la red.
    Cuando yo era un mocoso, Luis Aragonés ya era el entrenador del Atlético de Madrid y también el aficionado número uno del Atlético de Madrid. Y yo secretamente fuí su rojiblanco número dos.

  8. Acabo de oír en el Telediario que Enrique Cerezo ha dicho que el nuevo estadio atlético no llevará el nombre de Luis Aragonés. Lo lamento. Sería una gran ocasión para que el campo de la Peineta prolongara la memoria del sabio de Hortaleza. Espero que los dirigentes no tengan la indecencia de llamarlo estadio Gil Marín o estadio Cerezo. Tal infamia merecería una reedición de Gamonal.

  9. No sé gran cosa del difunto al que se homenajea. Lo mismo me equivoco pero creo que fue, por su espantada, uno de los culpables de que el Sevilla (el equipo de mi juventud), bajara a segunda. Creo que era un compulsivo tahúr y deduzco que malo por la cantidad de pelas que dicen se dejaba sobre el tapete, lo que le acarreaba hondas depresiones de caballo y largas estancias en el limbo. Y sí, era un broncas, un gran broncas, una persona a la que no me hubiese gustado tener de vecino. Todo cosas poco “sabias”. Alguno de ustedes debería preguntarle al señor Rajoy, conocido futbolero, cuál es su opinión. Claro que tal bellaco mentiría como si fuese el demonio Azazel.

  10. Señores buenas tardes. Ante todo mi dolor por la muerte de Luis Aragones, ‘El Sabio de Hortaleza’. Y después matizar a mi admirado Macaón, que dice le “cargan los panegíricos a todos los muertos, sobre todo cuando en vivo no era para tanto”. Me temo señor Macaón que no ha reparado usted en que este artículo se escribió y publicó en noviembre de 2013, es decir, en vida de Luis Aragonés, que ese día simplemente anunció que se retiraba del fútbol. No se trata de un obituario, sino del perfil deportivo de alguien que anuncia su retirada. Salvo que el autor supiera que Luis se iba a morir, o tenga contacto con los muertos, “Veo muertos”, que decía el niño de aquella película de Bruce Willies. En caso de que sea así, de que se trate de un obituaio escrito certeramente dos meses antes de la muerte de una persona, yo salgo por pies de este blog en busca de agua bendita.

  11. Pepe, ¡ay Pepe! Hay nombres que son su propia marca.

  12. El error don Pancracio creo que es de sintaxis, de torpeza semántica, o algo así. No critico lo meritorio suyo, le digo al sr. Siles, critico la norma. No supe separar su premonitorio y ejemplar artículo de toda suerte de tópicos, gastadas alabanzas y otras vanas y aburridas zalamerías que televisiones, radios, periódicos, blogs o tertulianos del día dedicaban al personaje. Nadie soporta una bondad ininterrumpida. El “exitus” no confiere humanidad. Huelo algo de falso en los homenajes póstumos, que ya sé que no es el caso del señor Siles. Y no me negará don Pancracio que pocos asuntos como el futbol son tan propicios a la torpe exaltación, al sentimiento simplón, al fútil arrebato, que, en resumen, conducen a la mala poesía (no niego que haya buena). También le digo que algo conozco de él (del señor Siles) y entre sus cualidades estoy seguro que está la de ser un experto en agüerías, esos que saben descifrar los signos de la voluntad de los dioses (alguna que otra prueba tengo). No olvide el agua bendita.

  13. Macaón me tiene intrigadísima ¿Experto en agüerías? ¿Quiere decir en videncias, en adivinación? Que conste que sé que hay gente así, pero está claro que el artículo es anterior a la muerte de Luis.Y dudo que nadie, fuera de su entorno íntimo, supiera siquiera que estaba enfermo.

    En alguna parte he leido, a propósito de su carácter, la palabra “autodestructivo”. Sospecho que era verdad, y lo sospecho desde hace mucho, quizás porque los autodestructivos nos reconocemos unos a otros en la distancia. Macaón, por cierto, también me da mala espina.

  14. Donde he dicho Curro Vázquez he querido decir, naturalmente, Curro Romero.

  15. Luis (Aragones) cogió el balón con sus manos y lo puso en el punto exacto. Allí donde el trozo de cesped se convertia en un pequeño altiplano. Oteó la distancia concreta y respiró profundamente, mientras una nube, pequeña pero muy densa, pasaba por encima de miles de personas.

    Dio tres o cuatro pasos hacia atrás para coger una pequeña carrerilla que a muchos nos pareció eterna y golpeó (o acarició) el balón con su pie derecho, creando en ese mismo momento, un paso de baile inolvidable.

    La barrera no se movió, el balón consigió franquarla, y mientras miles de gargantas permanecian calladas esperando el resultado final, Luis (Aragones) levantó su brazo gritando el gol antes de que se produjera. Luego, ya con el balón en la red contraria, saltó dos veces y todos los atleticos saltamos con él.

    Durante unos minutos fuimos campeones de la vieja copa de Europa. Luego pasó lo que pasó.

  16. Lo que acaba de recordar El Marciano Indiscreto de manera sensacional lo llevamos todos los atléticos en el alma. Ese gol me produjo uno de los momentos más felices de mi vida. Yo tenía 15 años. Luego llegó el empate de Swanzerbeg a 20 segundos del final de la prórroga. El empate. 1-1. Pasé una noche llena de angustia. Era el 15 de mayo de 1974. Y pensaba que la vida me traeria muchas cosas buenas y muchas cosas malas, y que el dolor de aquella noche quedaría olvidado, en todo caso convertido en anécdota. Pues no. Es una de las tristezas más grandes que he vivido. Mucho tiempo después lei que quien no conoce la tristeza del fútbol no sabe lo que es la tristeza. Es verdad. Hoy es un día feliz. El Atléti se ha colocado líder absoluto. Quizás gane la Champions. Sí, quizás gane la Champios, Pero nada podrá borrar la tristeza de aquella noche. Ese gol de Luis es el que con más alegría he vivido. De todos. Me alegro que alguien lo haya recordado tan bien descrito.

  17. Hola, soy Rita Meunier, profesora del liceo francés y seguidora de Pancracio Celdrán y sus libros, sorprendida del conocimiento que tiene don Pancracio del recientemente fallecido Luis Aragonés. Pero claro, don Pancracio puede hablar de todo con la maestría de su prosa inigualable. Me ha gustado la metáfora del final.

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