LA LOCOMOTORA DE BENJAMÍN. COLABORACIÓN ESPECIAL DE TEÓFILO RUIZ

Sostiene Walter Benjamín que el capitalismo es una locomotora desbocada, impulsada por las fuerzas anárquicas del mercado, y que solo el socialismo puede restablecer el control de esa máquina encaminada hacia el desastre. Esta

Walter Benjamin

Walter Benjamin

aseveración se hacía, entre otras razones, en función de la profunda crisis que vivía el capitalismo en los años treinta ─la Gran Depresión y sus consecuencias en Europa─ y el considerable crecimiento industrial de la Unión Soviética tras la superación de la guerra civil (en esos momentos no se conocía el verdadero alcance de la coerción terrorista desencadenada por el estalinismo).

La socialdemocracia, la versión más pragmática del socialismo, ha actuado de freno y control de la locomotora capitalista durante varios años, favoreciendo la aparición del Estado de Bienestar, el sello distintivo de la economía de la Europa Occidental, que ponía especial énfasis en la Enseñanza, la Sanidad y la protección social. Sin embargo, la expansión de la economía global ─fenómeno ya anticipado por Marx ─ y el derrumbe del bloque soviético han favorecido unas formas de producción que poco o nada tienen que ver con épocas no tan lejanas, especialmente con la irrupción masiva de la informática. En este nuevo marco, el capitalismo financiero se ha erigido como principal detentador del poder, muy por encima de gobiernos nacionales, e impone sus intereses, que no siempre coinciden con los generales. La debacle iniciada en 2008 (todavía no superada), volvió a demostrar que el sistema lleva la crisis en su ADN, pero es un enfermo con una “mala salud de hierro”, dado que con lentitud y con no pocas torpezas y costes sociales ha ido superando, hasta ahora, todos sus episodios severos.

Desde un punto de vista de determinismo económico puede sostenerse que no hay otro sistema que el capitalista, como no hay otro elemento que podamos respirar que no sea el aire. Claro está que esa atmósfera puede ser limpia y saludable o viciada e irrespirable. Y de sistema “capitalista” hay que calificar al implantado en la fenecida Unión Soviética, pues era una economía―centralizada y planificada, basada en la “reproducción simple y expansiva” descrita en el volumen II de El Capital por Marx― sometida por una élite burocrática ejerciendo de clase dominante (H.Marcuse, El marxismo Soviético; Isaac Deutscher, Herejes y Renegados) . El ejemplo de China es la muestra más acabada de un sistema de explotación: dictadura política para mantener un sistema productivo con el máximo margen de beneficios. Consideraciones parecidas, con las matizaciones pertinentes, pueden hacerse para el caso cubano. Lo de Corea del Norte parece más propio de la psiquiatría que de la economía. El camino hacia el socialismo, con el “socialismo de mercado”, fue emprendido con la llamada “Primavera de Praga”, aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia, ante el temor de los dirigentes del Kremlin a que se rompiera el imperio que de facto había montado Stalin a punta de bayoneta, como cobro por los esfuerzos de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la política de bloques. Un intento parecido se quiso poner en práctica en Chile, pero fue ahogado en sangre con un golpe militar con el beneplácito de USA.

El capitalismo, a lo largo del tiempo, ha logrado acabar con la tiranía política, favoreciendo la expansión de la riqueza y prosperidad, la cultura, las libertades civiles y los derechos democráticos. En una cara de la moneda aparecen las fuerzas emancipadoras, pero en la cruz están los componentes de la catástrofe, alimentados por un concepto de “beneficio” que en la actualidad alcanza cotas tan obscenas como peligrosas para la integridad misma del sistema y del propio planeta, con el agravante de la amenaza del Armagedón nuclear.

Karl Marx

Karl Marx

Marx, a semejanza de los profetas bíblicos, lanzó sus diatribas sobre su presente (El Capital), pero propuso escasas soluciones para el futuro (Manuscritos; La ideología alemana; Crítica al Programa de Gotha: “De cada uno según sus capacidades; a cada uno según su necesidad”). En su Guerra civil en Francia esbozó un concepto (“Dictadura del proletariado”) que en manos de sus detractores ha sido la prueba del nueve descalificante de un sistema que proclama la liberación y practica el avasallamiento. Sus presuntos seguidores lo utilizaron como herramienta represiva, necesaria para alcanzar una sociedad sin explotación de ningún tipo (un oxímoron político). No obstante, el sentido que Marx da a tan mal querido concepto es el del gobierno asambleario de todos los ciudadanos. Algo que se intentó al inicio de la Revolución de Octubre, pero que fue cortado de raíz porque Lenin, Troski y otros dirigentes consideraron que la situación (guerra civil y cerco internacional) no daban margen para semejantes alegrías.

Marx, a pesar de reconocer que la evolución del capitalismo conllevaría una disminución del proletariado, por los avances de la técnica y las nuevas formas productivas, mantuvo su protagonismo histórico. Sin embargo, el proletariado, la clase trabajadora, que en el desarrollo de la sociedad industrial se revelaba con energía y violencia contra el maquinismo que cambiaba de forma sustancial los procesos de producción y eliminaban puestos de trabajo en cantidades enormes, no es, ni de lejos, la actual. La sociedad postindustrial propició una clase trabajadora que con el Estado de Bienestar fue, y se sintió, integrada en el sistema. La entrada masiva de la informática en la economía y en distintos quehaceres de la actividad social, supone una mutación de la que todavía no se han calibrado las consecuencias, aunque se presenta como imparable, pese a las voces apocalípticas que alertan, entre otras cosas, sobre el control que puede desplegarse en buena parte de los individuos (los casos de espionaje a todos los niveles, son una seria advertencia). La sociedad del ocio, anunciada por el autor de El Capital como desembocadura lógica del socialismo, que sitúa al trabajo como elemento casi marginal,―Engels, en el Anti-Dühring, llega a señalar algo tan idílico como que el trabajo productivo pase a ser un placer en vez de una carga― nos la muestra ahora mismo las posibilidades de la informática. Es más, el ciudadano-consumidor no se rebela contra los instrumentos (ordenadores, tablet, teléfonos móviles, etc.) que lo colocan en un papel casi irrelevante en el actual modelo productivo. Son sencillamente fetiches que desencadenan una sed de novedad, una apoteosis de lo nuevo. Pero en muchos casos “Lo nuevo es anhelo de lo nuevo, apenas es ello mismo: tal es su constante mal” (Th.W. Adorno, Teoría estética).

La locomotora del capitalismo sigue descontrolada y puede que el “Ángel de la Historia” de W.Benjamín contemple horrorizado su desplazamiento: junto a niveles de riqueza casi inimaginables, se contraponen cientos de millones de muertos

Teófilo Ruiz

Teófilo Ruiz

civiles desposeídos de su trabajo y un consumo irresponsable de recursos naturales, todo ello unido a un más que preocupante cambio climático. Son datos que nos pueden hacer pensar en la “Oceanía” de “1984”: Orwell nos señala una sociedad capaz de producir para satisfacer a todo el mundo, pero la pobreza y la desigualdad se mantienen para perpetuar el poder del Gran Hermano. Sin embargo, la sociedad tecnológica está en disposición de engendrar una nueva revolución, esta vez protagonizada por la inmensa mayoría de los individuos con el soporte de las llamadas redes sociales, que conduzca a una democracia asamblearia, un reflejo actualizado de la Atenas de Pericles. Hasta ahora, todas las revoluciones, conducidas por una “élite”, han devenido en dictaduras: Cromwell, Robespierre, Lenin, Mao, Castro. La mutación socioeconómica que supone el empleo masivo de la informática puede hacer que “la locomotora” marche a una velocidad razonable para todos los viajeros del tren que arrastra. tal vez una utopía, pero razonable.

9 Responses to “LA LOCOMOTORA DE BENJAMÍN. COLABORACIÓN ESPECIAL DE TEÓFILO RUIZ”

  1. Poco que añadir a su excelente análisis. Incluso de acuerdo a su “razonable utopía”.

  2. Poco que añadir a este excelente análisis. Incluso de acuerdo a su “razonable utopía”.

  3. Excelente exposición la tuya, Teo.
    Las redes sociales son, ya, una revolución.
    Sería razonable lo que apuntas: una locomotora en la que todos los viajeros del tren vayan relativamente cómodos.
    La mayoría de las dictaduras a las que aludes (Robespierre, Lenin, Castro..) han sido precedidas de revoluciones.
    Como señalas, no está mal como utopía pensar que la revolución de las redes sociales ayude a mejorar las cosas. Tengo muchas dudas. Y no lo veremos nosotros.
    “La historia es una sucesión de élites de poder”. Esta frase la leí, el otro día, en un libro de Gay Talese. Se la atribuye a Mussolini.
    ¡Joder! ¡No hay forma!

  4. Todo esto…¡es tan antiguo….!

  5. Excelente análisis. Estoy de acuerdo incluso con su “razonable utopía”.

  6. PRUEBA

  7. No se debe hablar sino cuando ya no hay derecho a callar, y no se debe hablar más que de aquello que se ha “dominado”.
    Posdata: Teófilo cumple ambas proposiciones.

  8. Muy antiguo dice Rita Meunier que es todo esto. Y tiene razón: es antiquísimo. No tanto, en cualquier caso, como la realidad que brillantemente describe el articulista. Felicidades por esta pieza merecedora de figurar en cualquier tribuna periodística por prestigiosa que fuese. Mi aplauso y mi ánimo para que siga por este camino, arisco, antipático quizá, pero muy necesario.

  9. En tanto se dilucida la mayor, si las revoluciones son deseables y para quién, aquí y ahora sería deseable contar con élites bien retribuidas por contrato, en empresas que declaren y tributen. La tarjeta más parece tener un uso de capricho y finalmente se compra a tontas y a locas. En cualquier caso para esos detalles de gastos no razonables a priori, contamos con instrumentos como el Interviú o si se prefiere los Tuis, dos importantes instituciones con las que Marx no contaba.

    Decía que la élite tiene que saber que va a cobrar mucho, satisfacer su necesidad de poseer y ser respetada. Es de suyo. Se es élite por diferenciación. Ser modelo aspiracional. A la vista de todos. Porque no estoy contra la acumulación de riqueza sino que más bien estoy contra los pobres. Una élite bien pagada permite dedicarse a eliminar pobres. Para cumplir ese objetivo toda élite tiene que dedicarse fuera de su tiempo libre a gestionar medianamente lo que le vaya tocando en suertes o sea por orden de apellidos. Con vergüenza torera. Incluso con ayuda de la informática y los gadgets que hay en el mercado.

    Lo que no puede hacer la élite es tocar los cojones todos los días con la matraca de que el SMI es muy alto o que si las contratamos se nos preñan y a ver qué hacemos.

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