GREGUERÍAS. COLABORACIÓN ESPECIAL PARA EL PAÍS DE ALICIA, DESDE EL MÁS ALLÁ, DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

gómezdelaserna_-1El agua no tiene memoria: por eso es tan limpia.

 

Algunas colillas parecen huir del cenicero. El cenicero es el péndulo que mide mi tiempo.

                                                        

No hay mayor pérdida de tiempo que especular cómo es, lo que pesa y dura el tiempo. Lo mejor será vivir en un tiempo cero, entre un algo y la nada.

 

El tiempo muerto, ¿dónde estará enterrado?

 

El reloj ha perdido las horas aplastadas por el peso de los segundos. Qué placer desconocer el tiempo.

 

El tiempo es grosero, va y viene sin avisar ni despedirse, como si uno no existiera.

 

El tiempo que da existencia a la distancia.

 

Hay quien mata el tiempo de cualquier forma, mientras tanto el tiempo lo va matando.

 

Quedarse pasmado es lo mejor aptitud para sorprender al tiempo.

 

Gomez gregueríasMientras soñamos el tiempo es mentira.

 

¡Ven, tiempo de algo, y lléname!

 

En su ignorancia hay quien dice vivir sobrado de tiempo, será robándoselo a otros.

 

Para no sentirlo hay que embriagarse, ya sea de alcohol, de pasión, de locura.

 

El grito del loco asusta al tiempo.

 

Yo, a esa hermosa mujer, le regalaría todo mi tiempo.

 

El tiempo puede tenerlo todo, menos un certificado de vida.

 

Para el enfermo, el confinado o el ciego, el tiempo transcurre fuera de lugar, es decir fuera del espacio-tiempo.

 

La mejor forma de apreciar el tiempo es sentirlo en toda su lentitud, es decir, aburriéndose.

 

El tiempo vacío es en realidad el único tiempo lleno.

 

Escucho el timbre de una puerta. ¡Pasen todos, las ventanas están abiertas!

Ramón en 1928 durante un monólogo humorístico

Ramón en 1928 durante un monólogo humorístico

 

Tocar la trompeta es como beber música empinando el codo.

16 Responses to “GREGUERÍAS. COLABORACIÓN ESPECIAL PARA EL PAÍS DE ALICIA, DESDE EL MÁS ALLÁ, DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA”

  1. Me quedo, con Don Quijote…
    ¡Donde no hay harina, todo es mohína….!

  2. El tiempo sabe a agua seca. (Que decía Ramón).

  3. Pues a riesgo de que no me crea, señor Tirado, le diré que “Ramón por antonomasia” era habitual del café teatro que mis abuelos regentaban en Buenos Aires. Poseo el borrador de una adaptación teatral de “El caballero del hongo gris”, escrita mano a mano entre Ramón y mi abuela Martina. Los unía una profunda amistad literaria y ella le inspiró docenas de greguerías (una, por cierto, la incluye usted en su lista). No sé si la obra llegó o no a ser representada, de momento no estoy en condiciones de darle más detalles. Lo que le traslado es parte del arsenal de recuerdos de infancia de mi papá. Está muy anciano y se lo olvida incluso lo que acaba de almorzar, pero como por esos misterios de la senectud se le ha activado la memoria remota, al leerle yo en voz alta su post, enseguida me ha hablado de D. Ramón.

  4. Estupendo, por breve: mi cerebro está confinado.

  5. Hubo una época que me dio por las greguerías. Por escribirlas, que por leerlas me ha dado en más de una época, aunque hace tiempo que las tengo olvidadas. También tengo olvidadas las que escribí. Recuerdo que tuve un novio al que llamaba Ramón en homenaje al autor de las greguerías. A él no le disgustaba, le hacía gracia, y además mejoraba su propio nombre, que era muy feo, o eso me parecía a mí: Donato. Pero, Donato, o Ramón, era un jeta que me la pegó con mi mejor amiga y tuve que mandarlo con viento fresco. Así que lo feo de Donato no era el nombre sino el alma. Después tuve otros novios, y ahora tengo un marido que me hace de vez en cuando, solo de vez en cuando, un traje. Bueno, es sastre, creo que lo conté alguna de las veces que me pasé por este blog, hace la pila de años. Mi marido cree que yo estoy muy buena, o por lo menos así me lo hace creer a mí, pero esto me parece que tiene poco que ver con las greguerías ni con Ramón. Mi marido se llama Luis. Ah, ahora caigo en una de las greguerías: las serpientes son las corbatas de los árboles, aunque no me acuerdo exactamente si es de las que escribí o de las que le leí a de la Serna. Cualquiera sabe.

  6. El tiempo muerto ¿dónde estará enterrado?

    Según lo he leído me ha dado un ataque de risa, porque es muy bueno. Me dan ganas de bajar al portal y contárselo a unos del Samur que se están llevando a un fiambre, pero sería redundancia. Que muera el tiempo te puede hacer más o menos gracia, pero que se te mueran los vecinos es más duro. Yo conozco a pocos ramones. Otro vecino de la calle Clara del Rey, colindante a la mía, se llama así, pero con la mascarilla, que es como le he visto las dos o tres últimas veces, ya me parece que se llama de otra manera. Ahora que lo pienso, voy a aprovechar para llamarme yo también de otra manera, mientras voy enmascarada y no me saluda nadie. Me llamaré Marina, y seré una trapecista jubilada que nació en el circo de Pinito de Oro.

    Don Ramón dice cosas muy ocurrentes del tiempo, como si sospechara que pasaba por sobre todo pero le ignoraba a él. Es decir, que pasaba de largo. Ahora tenemos mucho tiempo y poco espacio, al menos yo. Si viviera en la casa de Sergio Ramos, un suponer, sería otra cosa. Mi vecino Ramón tiene una casa que es el doble de la mía, y además tiene terraza y piscina, pero es, como dice Paz Padilla, difícil de mirar, y además un coñazo. Lo mejor que ha podido hacer Ramón, el de Prosperidad, es ponerse la mascarilla hasta los ojos para parecer otro.

  7. Con ser divertidos Ramón y el ramonismo, mi brújula literaria va por otro lado. Me gusta más el Duero de Machado que el Manzanares de Ramón, que es un río de juguete, aunque Ramón es muy limpio, de prosa y alma, y el Manzanares, no. Me quedo con el Duero de Machado, y los álamos de Soria, antes que con el Duero de Gerardo Diego, río Duero, río Duero. Hay a quien le gusta mucho la escritura transparente, grande y luminosa del Danubio, que también tiene D, pero si me pongo cosmopolita me quedo con el Ganges, que está más embarrado, incluso en el propio nombre, y me gusta más la literatura de barro y lodazal que la de agua de grifo con cloro. Y, ya puestos, río por río, me reservo el Jordán, que va a parar al Mar Muerto, que solo está muerto para despistar.

  8. ¡Qué aguas las del Jordán!

  9. Ramón se paseaba feliz y gordito en la R de su nombre, que era su columpio preferido.

    Ramón fue un mamón en su infancia ternísima y por eso suspiró siempre por la anhelada teta. La literatura fue el biberón con el que procuró olvidarse de aquellos senos.

    Ramón dedicó todo un libro a los pechos de mujer. Se tituló “Senos”.

    Como ha escrito Carlota Gastaldi Mateo: “Ramón busca exhibir el trofeo y nos ofrece una adoración por todo tipo de senos, exquisitos, cada cual por una condición distinta. Los hay para todos los gustos: para sacrílegos (los senos de las monjas), para pervertidos (los senos de las domadoras)…Y como variante menor, los senos menos atractivos: los de la francesita o los de la criada corretona. La perla de la colección es “la giganta de los senos complacientes”. Y es que Ramón pensaba, como Baudelaire, que todo deseo sexual nace del destierro de un paraíso de abundancia gratuita”.

    Ramón es la cabra loca de la literatura que ramonea y trisca por los desmontes de la metáfora.

  10. La paciencia es el preámbulo de la impaciencia. ¿Cuán profundo es el tiempo? Ese que no es poco ni mucho. El que nunca llega a su hora, o demasiado pronto o demasiado tarde. ¿Quién comprende lo que es el tiempo? Me palpo. Me seduzco, me irrito. Me enredo, me sublevo, me transporto. Me pego con el Tiempo.

  11. “Me pego con el Tiempo.” A aquel boxeador le quedaba todo tan a trasmano que daba siempre los puñetazos a destiempo.

  12. Un minuto mira a otro minuto y acaba tragándoselo, qué crueldad la del tiempo.

  13. “El tráfico es el glóbulo rojo de la circulación”, escribió Ramón. Sería magnífico que Austral reeditara el libro ‘Ramón y las vanguardias’,de Francisco Umbral, que se publicó en 1978. Recuerdo las declaraciones de uno de los directivos de cuando entonces de la editorial, que decía: “Hemos incorporado a nuestra colección a un clásico de nuestro tiempo: Francisco Umbral”. Ese libro lleva prólogo de Gonzalo Torrente Ballester. Y es una joya. Se reeditó en 1996 con otra portada, y desapareció de las librerías. Quizás ocurre que Umbral está muy olvidado, y Ramón completamente olvidado. Ramón escribió magníficas obras teatrales de deliciosa vanguardia. Muy literarias. Difícilmente representables.

  14. ¿Pero al final qué pasa con las greguerías de las narices? (ya no digo cojones, que luego me critican)¿Cuáles dos son de D. Ramón? Yo apostaría por eso de que el tiempo muerto, dónde estará enterrado, y de la otra tengo duda. De lo que no tengo duda ninguna es de cuáles NO son de D. Ramón y sí de Macaón, pero no lo diré.

  15. Las de Ramón son la primera y la última: la de la memoria del agua y la de la trompeta.

  16. Si, pensé en la de la trompeta. Esa era mi duda. Pero estaba segura de que la del tiempo muerto era de D. Ramón. Es muy buena.

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