TRES ESCRITORES
Truman Capote
Truman Capote tuvo fama de chismoso y de crítico que hiere con filo punzante. De sí mismo dijo: “Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”. Y tenía razón en todo.
Paul Auster nació en 1947, en New Jersey. En su biografía oficial se dice que a los quince años leyó Crimen y castigo, lo que le inclinó por la literatura. Afortunadamente. Peor hubiera sido que le hubiera inclinado por el crimen. De cualquier modo, leer Crimen y castigo a los quince años no es ningún dato significativo; si lo hubiera leído a los seis podríamos hacernos cruces, aunque entre nosotros hay algún notable bibliófilo precoz, como Alfonso Guerra, que asegura haber devorado las obras completas de Lope de Vega antes de cumplir diez años. Si tenemos en cuenta que Lope es
Paul Auster
el más prolífico de nuestros autores habrá que concluir que la capacidad lectora de Guerra es sobrehumana. Pero estábamos con Auster y el subrayado biográfico de que Crimen y castigo le
encauzó hacia la literatura. Son las cosas que tienen las hagiografías, que a posteriori elevan a categoría lo que es banal. La concatenación de anécdotas perfila la figura hierática encerrada en su mausoleo. Adoro a Paul Auster, uno de mis escritores favoritos de ahora, pero me resulta chistoso que en el origen de todo estuviera la genial novela de Dostoievski. Yo, por ejemplo, a los quince años leí El Quijote, que tampoco (o también) es manco.
Imre Kertész, Premio Nobel de Literatura (falleció en 2016): “Ya puedo decir que he vivido bajo tres dictaduras: la nazi, la comunista y la del dinero.
Imre Kertéz
Y esta última es la más cómoda”.
Sobre todo, si se tiene dinero.
“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio. Soy mentiroso” . En esto último, y en alguna otra cosilla más, tengo razón.
Truman, ¡un listo¡ como se puede decir lo contrario de alguien capaz de ser amigo de “seres adorables” como Marilyn. Como no ser un chismoso, si con menos de esto sobreviven durante mucho tiempo revistas y canales de televisión. Como no ser un alcohólico, drogadicto, homosexual y todo lo que se quiera…
Yo, hace un tiempo, leí el “Malleus Malificarum” de los inquisidores monjes dominicos E. Kramer y J. Sprenger. Puede decirse que ya dejé de leer. ¿Para qué?
Yo lo ojeo de vez en cuando, Macaón.
Qué gratificante es saber que hay luz en un tiempo tan oscuro. Enhorabuena por tu blog, amigo Juan Antonio.
Tengo algunas novelas de Auster por ahí, que me dejaron aburridísima. Que sea uno de tus favoritos me invita a echarles otro vistazo. Si las encuentro.
De Capote sólo he leído ese monumento enorme que es Cold Blood. Inolvidable, definitiva.
El otro no se ni quién es.
Pues acabo de encontrar La vida interior de Martin Frost y así, a simple vista, no creo haberla leído (me habré confundido con otra). Le meteré el diente estos días. Y por cierto, ¿Cómo algo tan suave como Desayuno con diamantes y algo tan duro como A sangre fría pueden ser del mismo autor?
¿Y cómo, Pilar, pueden ser del mismo autor El rey Lear y Las alegres comadres de Windsor. O Con faldas y a lo loco y Perdición. O La guerra del fin del mundo y La tía Julia y el escribidor? Sencillamente, porque los más grandes trascienden los moldes y los géneros.
Absolutamente de acuerdo Eolo. En realidad, ese comentario mío, tan pedestre, me deja en muy mal lugar. La historia ha dado, afortunadamente, muchos genios como los que mencionas. Y por eso que mencionas son precisamente genios.