TRIBULACIONES DE UN JUBILADO. Un post de Macaón

JubilosoEl hombre, un jubilado de hace años, se encuentra confinado en su casa desde que supo, hace ya más de dos meses, que un virus maléfico iba rondando por ahí matando a viejos. Se despidió con cariño y dolor de sus dos hijas y, con mayor dolor, de sus dos nietecillos de apenas dos años. Se enclaustró junto a su mujer con la incierta esperanza de que, en pocas semanas, el bicho, tal como llegó se iría. Vana esperanza. Lo no creíble se hizo realidad. En pocos días, y por día, surgieron miles y miles de contagiados, y muertos, muchos muertos, que no sólo eran viejos, también jóvenes, y médicos y camilleros, policías, ladrones, ricos, pobres, artistas o mendigos. Sonó la gran alarma. ¡Todos a esconderse! El miedo vació las calles y los corazones. El hombre se aísla aún más, no de espacio, se aísla de sí mismo, está anonadado, aturdido, la mujer se dedica a desinfectarlo todo, hasta dos veces al día. El drama, tanto personal como colectivo, abruma, en silencio o a gritos, pero abruma y aniquila. Hablan de un pico que está llegando, pero que no llega. El ambiente en las alturas no ayuda demasiado. Peleas de gallos, mejor dicho, de perros, entre la casta política, incluso entre la casta científica, y la peor de todas las castas, la tertuliana. Este país anda sobrado de sabelotodos, piensa el hombre. Al tiempo el pico se va doblando. Parece asomar un atisbo de esperanza. Surgen voces exigiendo el fin del aislamiento que enajena, la apertura de todos los negocios para salvar la economía y abrir carreteras y caminos. El hombre siente miedo a que vuelvan las tragantonas, las borrachadas, los desaforados espectáculos masivos, y el todos a la playa que calienta el sol, que tantos muertos ha producido. Pero hoy el hombre tiene una nueva preocupación. Debe acudir al Centro de Salud. Padece unas dolencias circulatorias y toma un medicamento que hay que controlar. Hace mes y medio que debería haberlo hecho, pero tenía más miedo a salir que a su dolencia. Tras tanto tiempo fuera de circulación la calle le resulta extraña. Siempre bulliciosa y ahora sin apenas coches ni gente le produce la sensación de estar en otro barrio. La mascarilla lo agobia. Serán unos veinte minutos andando por una calle cuesta arriba. Está nervioso, hace calor y no respira bien. Le gustaría sentarse, quitarse la mascarilla y fumar un cigarrillo, se relajaría, pero está prohibido. Lo peor lo encuentra cuando llega al Centro de Salud: una gran cola para entrar. Tenía cita, todos tienen cita. Se siente desvalido. Ganas de dar la vuelta pero agacha la cabeza y se coloca al final de la cola. Todo va lento. Tras un buen rato, impaciente y nervioso, se acerca a la enfermera que controla la entrada. Le cuenta que es sólo un control que apenas dura un minuto, ella se queda dudosa pero una joven que estaba su lado se ofreció y pudo pasar. Alivio, y más alivio porque el control fue satisfactorio. Pregunta a la enfermera la razón de tanta gente. Miedo, dice, creen tener síntomas y los derivan aquí. Dentro, a pesar del trajín, todo parece muy coordinado, limpio y silencioso, apenas un murmullo. Hasta huele bien, no a Jubiloenfermedad, ni a efluvios medicinales, huele a eficiencia. Sale satisfecho, más relajado, hasta sorprendido, no sólo del trato recibido, también de todo lo que ha visto. Aunque cansado y sudoroso aprovechó la salida para hacer compras en un supermercado cercano. No había agobio. Al entrar le desinfectaron las manos y le entregaron unos guantes. Estaban bien señalizadas las zonas y direcciones por donde circular. Tuvo un par de confusiones que amablemente le corrigieron. Hasta un señor que notó su ansia por salir quiso cederle su sitio, cosa, claro, que rechazó. Salió pensando que su pequeño periplo había sido provechoso, que había sentido a gentes solidaria, los que se ayudan mutuamente para sobrellevar esta miseria. Por fin en casa, su mujer lo mete en la ducha casi con zapatos. No protesta. Más tarde, relajados los dos, se enteran de que el libre albedrío no ha prosperado. Ella le sonríe y acaricia su mano. Él asiente. Pero saben que el virus enemigo sigue ahí, matando, y que aún tiene un largo camino por recorrer. Sentados en el sofá, miran la televisión sin verla ni escucharla. Ambos están teniendo el mismo pensamiento que no expresan con palabras: ¿Cuándo podré volver a abrazar a mis hijas y a mis nietos?

 

 

 

12 Responses to “TRIBULACIONES DE UN JUBILADO. Un post de Macaón”

  1. Casi me siento identificada con ese jubilado. ¡Qué bien lo describe todo, cuánta verdad! Yo tengo mucho miedo a contagiarme y no veo el tiempo que durará esta medio vida de pesadumbre. Y eso, sin pararme demasiado a pensar lo mal que lo está pasando la gente por motivos derivados de la pandemia. En esa realidad somos unos privilegiados.

  2. Estamos todos asustados y un poco hasta los huevos. Yo ya he delinquido y le he dado dos besos y un fuerte abrazo a mi madre sin pasar de fase. A tomar por culo.

  3. Brillante

  4. Donde yo vivo el comportamiento de la gentes es, desafortunadamente, menos cívico que el que describe el señor Macaón. Hace calor y la gente prescinde de mascarillas y guantes. Los gordos, arrepentidos de las torrijas de Semana Santa, corretean sin mascarilla por las aceras estrechas, resoplando como caballos. La gente se disfraza de deportista para tener un radio de paseo superior a un kilómetro y eso es lo que hacen: pasear, no deporte. De ahí, que las calles céntricas se encuentren atestadas de deportistas sobrevenidos. ¿Cuándo se ha hecho deporte en las calles más comerciales? Que yo sepa nunca. Vivo en el litoral y he visto a la policía levantar multitudes de la arena de la playa. La gente aplaude a los sanitarios en los balcones y luego les da este pago. A mis vecinos les es indiferente que la ciudad viva del turismo y que, a este paso, tarde mucho en abandonar la fase 1. Después de cincuenta días de confinamiento y miles de familias en duelo aún no creen que esto vaya en serio.

  5. Un texto precioso. Nuestro mayores padeciendo toda esta soledad que no sabemos cuándo pasará, ni tampoco cómo

  6. No reconozco a Macaón, tan blandito. Macaón arriesga mucho más y es de los que preparan postres muy vistosos con gusanos dentro.

    A ver si va a ser un texto de Ramón Gómez de la Serna.

  7. Sé que algo de razón tiene Doña Perfecta pero había que arriesgarse y pasar página. En una encuesta más del 90% de los españoles señalaría al virus como el tema mas importante que le preocupa.Hablar de gregerías es una frivolidad. Me encantaría que doña Perfecta, con su bella prosa, hablase de la cuestión.

  8. Mire usted, apreciada doña Perfecta, lo que le pasa a Macaón es lo que le ocurre al díscolo que está en la oposición y de ahí pasa al Gobierno. Se acabó el niño travieso y nació el tipo responsable. Macaón escribe hoy a manos llenas en el blog, que habría que llamarlo el país de Alicia y Macaón, de manera que es lógico que se adorne con la sobriedad y la cordura del hombre de Estado. Por eso le pido a usted, doña Perfecta, que es prosa servida en tarrito de puro veneno que no caiga en la tentación macaónica y nos ofrezca sus maravillosos gusanos. Eso sí, como comentarista, prodíguese un poco más, le prometo que yo voy a intentar lo mismo, pues hace siglos que no me leen por aquí, y tampoco sé si alguien me ha echado de menos. Lamento, eso sí, la muerte de Pancracio.

  9. Creo que la crónica de lo que está sucediendo necesita más relatos como el de este jubilado.

  10. Yo sí reconozco a doña Perfecta, su talento corrosivo, su ingenio de factoría literaria de baja cuna y de cama alta. A doña Perfecta para ser completamente perfecta, redonda en su perfectez, le bastaría cambiar la a final por una o.

  11. Ni duro, ni blando, general.. La vida no es sólo pícaro lenguaje, También está el virus. Ojalá no nos roce. Ánimo, colega de blog.

  12. Mire, primo, daría igual la altura de la cama, con tal de que sirviera para algo rijoso y recordable. Debo despedirme de ustedes porque he entrado a deshoras, después de un dia aciago y de una larga pelea con el servicio de Atención al Cliente de Bankia. Pero prometo volver, aunque solo sea para desearle a Macaón buena fortuna como hombre de estado. Yo creo que el ejecutivo, y todos los demás, deberían someterse a juicios tan inapelables como los de Operación Triunfo. Sales, cantas, o decretas, te nominan, o no, y te vas, o no. Macaón se quedaría días y días. Bona nit a tuthome.

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