Ponerse en camino: ir a lo esencial, renovarse, involucrarse
El Papa Francisco, en su reciente viaje apostólico a Colombia, nos ha dejado muchas indicaciones para que estemos atentos a la renovación misionera, a la transformación misionera, al camino misionero.
Una y otra vez Francisco nos anima a ponernos en camino. Sus palabras son, en esta ocasión más que nunca, viento que sopla del Sur. Y desde el Sur vienen a ponernos ante la realidad, para realizar un llamado misionero sin fronteras, sin límites, sin conceptos equivocados.
Es muy interesante, para estar en disposición para este camino misionero, leer la homilía del Papa Francisco, del pasado 9 de septiembre, en el Aeropuerto Enrique Olaya Herrera de Medellín, que aparece bajo el título “La vida cristiana como discipulado”.
En sus palabras, Francisco indica “tres actitudes que tenemos que plasmar en nuestra vida de discípulos”. Las tres actitudes: ir a lo esencial, renovarse, involucrarse.
Ir a lo esencial. El discipulado misionero es un continuo camino hacia Cristo, la experiencia de la presencia amigable, viva y operante del Señor, un permanente aprendizaje que nos hace ir a lo profundo, a lo que cuenta y a lo que tiene valor para la vida.
¿Cuántas veces vivimos nuestro discipulado misionero como una simple y mera costumbre?, ¿acaso el certificado de bautismo es solo el fin y no el comienzo? La brújula, para este camino misionero, debe hacernos partir de una “viva experiencia de Dios y de su amor”.
Renovarse. La renovación nos suele dar miedo, nos produce zozobra, parece que nos sentimos zarandeados ante las comodidades en las que nos refugiamos. No nos dejamos zarandear por el Espíritu Santo, que nos ayuda a caminar sin comodidades y apegos. La Iglesia misionera siempre está y ha estado en renovación. Pero supone sacrificios y valentías, y sobre todo sentirnos reclamados para seguir el estilo de vida de Jesús. ¿Estamos dispuestos?
Involucrarse. “¡Anda ya! ¿Involucrarse? ¡Para nada!” Es la respuesta de muchos para seguir anclados en la comodidad. Es más, parece aquella respuesta tan indigna de muchos al hablar del voluntariado: “¿Voluntario? Ni para comer”. Pero el Evangelio, Jesucristo, nos interpela mucho más para que sí nos involucremos. Es cierto, debemos salir y dejar nuestra comodidad. Involucrarse para algunos es “ensuciarse o mancharse”, pero igual tenemos que hacer eso, ensuciarnos y mancharnos de la “Alegría del Evangelio”, ¡mojarnos!, ¡empaparnos!, para vivir plenamente.
El Papa Francisco nos hace una indicación importante: “Hermanos, la Iglesia no es una aduana, quiere las puertas abiertas porque el corazón de su Dios está no sólo abierto, sino traspasado por el amor que se hizo dolor. No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de «prohibido el paso», ni considerar que esta parcela es mía, adueñándome de algo que no es absolutamente mío. La Iglesia no es nuestra, hermanos, es de Dios; Él es el dueño del templo y del sembrado; todos tienen cabida, todos son invitados a encontrar aquí y entre nosotros su alimento. Todos”.
Para ponernos en camino ya tenemos algunas indicaciones, que nos ayudan al impulso misionero. Ir a lo esencial, renovarse e involucrarse nos piden traspasar la línea de la comodidad. ¿Estamos dispuestos? ¡La alegría misionera te lo pide! Vívelo.
Discussion area - Dejar un comentario