Allegro molto

Coherencia y autenticidad son demandadas en esta época, de manera constante, a todos los testigos del Evangelio, a los testigos de Cristo, a los discípulos misioneros. Coherencia y autenticidad para vivir la misión, autenticidad y coherencia para vivir el Evangelio.

En nuestro caminar discipular nos encontramos en una sociedad demasiado contaminada de ruidos, de luces, de mensajes equívocos, que nos dificultan encontrar la coherencia y la autenticidad necesarias para vivir el Evangelio.

Nos preguntamos, ¿qué Evangelio vivimos?, ¿cómo vivimos el Evangelio? Sobre tres bases encontraremos algunas respuestas, para poder vivir la misión: amor, profundidad y compromiso.

Amor. Necesitamos una mirada cada vez más amplia. El Evangelio nos enseña a mirar, a cuidar, a respetar. Nos muestra una manera más intensa para mirar la Creación y sobre todo mirar al hombre.

¿Estamos dispuestos?, ¿seremos capaces de mostrar al mundo la fraternidad universal que nace de Cristo, que la encontramos en la vivencia pura del Evangelio? ¿O seguiremos como siempre, enfrascados en polémicas, en soberbia, en la incomunicación, en la violencia…?

Dependiendo de cómo tratamos a nuestro prójimo encontraremos el termómetro que nos indicará cómo vivimos el amor. Eso sí, el prójimo es todos y cada uno de los seres humanos, sin ninguna condición y limitación. ¿O acaso existen prójimos de primera y segunda categoría?

Profundidad. La curiosidad, la observación y la reflexión nos hacen encontrarnos con el mundo, descubrir el mundo en el que vivimos. Profundizar significa aprender, y aprender significa entregarse.

La formación, la espiritualidad y vivir las periferias nos ayuda a profundizar en el Evangelio, a vivir más profundamente el Evangelio. Formación que ayuda a conocer y descubrir, espiritualidad que nos pone a disposición y encuentro, periferias que nos hacen posicionarnos ante lo auténtico y ante lo coherente, el mensaje de vida de Cristo.

Compromiso, a lo que nos lleva realmente vivir el Evangelio. Debemos sentirnos transformados auténticamente por el Evangelio, porque quien no se siente transformado, cambiado, es que no vive el Evangelio. No existen medias tintas y tampoco frases a medias. Es vivirlo o no, es poner nuestros talentos a la disposición de Cristo, o no.

El primer paso para la evangelización, como discípulos misioneros, es verdaderamente ser testigos, iluminando con nuestra vida la sociedad en la que nos encontramos, comprometiéndonos con nuestros pueblos, con el sentido de pueblo, comprometidos como Pueblo de Dios.

¿Qué compromisos concretos vives cada día desde el Evangelio? No hablamos de presentar ahora compromisos llenos de humo, ideas vanas, vivir de las rentas, sino de compromisos claros y concretos. Compromisos del día a día, que transforman y hacen que te transformes.

La pregunta, final, es sencilla, para vivir la misión, para vivir el Evangelio, ¿a qué estás dispuesto? Es una clave misionera para identificarte como discípulo misionero.

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