Educar al humanismo solidario

La Carta Encíclica Populorum Progressio, del Papa Pablo VI, sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos, llega a sus 50 años, con una vitalidad y actualidad plena. Después de los 50 años podemos afirmar que la cuestión social está en el centro de las agendas pastorales y misioneras, como en el mismo centro del Evangelio, pero además destacar que Populorum Progressio es considerada como el documento programático de la misión de la Iglesia en la era de la globalización. Si nos acercamos a otros documentos magisteriales de la Doctrina Social de la Iglesia, incluso apreciaremos que por el alcance de su discurso social, que todavía resuena con fuerza, Populorum Progressio es comparada con la Rerum Novarum del Papa León XIII.

Con motivo de este “cumpleaños”, hoy en la Oficina de Prensa de la Santa Sede se presenta el documento “Educar al humanismo solidario. Para construir una civilización del amor a 50 años de la Populorum progressio”. Un documento que no nos puede dejar indiferentes en nuestra forma de educar, en nuestra forma de abordar como cristianos la educación. Un documento que nos otorga pautas, líneas, reflexiones que tenemos que integrar en nuestras acciones, en nuestros planes, en nuestros documentos pedagógicos y pastorales.

20170921 Educar al humanismo solidario

De alguna manera, como en la Audiencia General del pasado miércoles (21 de septiembre de 2017), el Papa Francisco nos está dando pinceladas de ese “educar al humanismo solidario”, afirmando que tenemos que “educar en la esperanza” y señalando que “Nunca pienses que has luchado en vano, que al final de la vida nos espera el naufragio. Dios no nos engaña, llevará a plenitud, como una eterna primavera, la esperanza que ha puesto en nuestro corazón. No te quedes paralizado, levántate, camina, confía, Sueña. Sé constructor de paz y no de odio o división. Ama a tu prójimo, respeta el camino de cada uno, sé compasivo y justo. Sueña con un mundo nuevo. Pide a Dios la gracia de ser valiente. Recuerda que Jesús venció por nosotros al miedo, el enemigo más grande contra nuestra fe. Reconoce que por el Bautismo tu vida pertenece a Cristo y él vive en ti, y a través tuyo, con su mansedumbre, quiere someter a los enemigos del hombre: el pecado, el odio, el crimen, la violencia”.

¿Qué claves nos otorga este documento sobre educación?, ¿qué están presentando hoy en el Vaticano?, ¿por dónde tenemos que empezar a caminar?

Ante los escenarios sociales actuales (crisis económicas, financieras, laborales, políticas, democráticas, de participación, ambientales, naturales…)  debemos fomentar la globalización de la solidaridad para que “la integración se desarrolle bajo el signo de la solidaridad en vez del de la marginación” (Benedicto XVI). Eso hace necesario, como hace cincuenta años, que la educación esté al servicio de un nuevo humanismo, donde la persona social se encuentre dispuesta a dialogar y a trabajar para la realización del bien común (cf. Gravissimum educationis).

Por ello, el documento “Educar al humanismo solidario” afirma que es necesario humanizar la educación, es decir, transformarla en un proceso en el cual cada persona pueda desarrollar sus actitudes profundas, su vocación y contribuir así a la vocación de la propia comunidad.

¿Qué significa “humanizar la educación”?

  • Poner a la persona en el centro de la educación, en un marco de relaciones que constituyen una comunidad viva, interdependiente, unida a un destino común.
  • Reconocer que es necesario actualizar el pacto educativo entre las generaciones.
  • Contar con una educación que se ocupa de los resultados del mismo en el contexto general de las aptitudes personales, morales y sociales de los participantes en el proceso educativo.
  • Impulsar a todos a vivir, estudiar y actuar en relación a las razones del humanismo solidario.
  • Educación sólida y abierta, que rompe los muros de la exclusividad, promoviendo la riqueza y la diversidad de los talentos individuales y extendiendo el perímetro de la propia aula en cada sector de la experiencia social, donde la educación puede generar solidaridad, comunión y conduce a compartir.
  • Tener la grandísima responsabilidad de proveer a la formación de ciudadanos que tengan una adecuada cultura del diálogo.

El documento “Educar al humanismo solidario” además nos facilita detalles sobre la cultura del diálogo, considerando que la vocación a la solidaridad llama a las personas del siglo XXI a afrontar los desafíos de la convivencia multicultural. Es importante recordar que los requisitos éticos para dialogar son la libertad y la igualdad: los participantes al diálogo deben ser libres de sus intereses contingentes y deben ser disponibles a reconocer la dignidad de todos los interlocutores. Sobre el diálogo podemos señalar que el Papa Francisco nos indica una “gramática del diálogo”, que logra “construir puentes (…) y encontrar respuestas a los desafíos de nuestro tiempo”.

¿Cuál es la misión específica de la educación al humanismo solidario? Globalizar la esperanza. Una misión que se cumple a través de la construcción de relaciones educativas y pedagógicas que enseñen el amor cristiano, que generen grupos basados en la solidaridad, donde el bien común esté conectado virtuosamente al bien de cada uno de sus componentes, que transforme el contenido de las ciencias de acuerdo con la plena realización de la persona y de su pertenencia a la humanidad. Sin duda, una globalización sin visión, sin esperanza, es decir sin un mensaje que sea al mismo tiempo anuncio y vida concreta, está destinada a producir conflictos, a generar sufrimientos y miserias.

En la globalización de la esperanza siempre encontramos, de modo latente, a los misioneros y las misioneras. Ellos edifican, desde el diálogo, redes de cooperación y solidaridad, redes de amor. Ellos son capaces de globalizar con visión, mirando constantemente desde y con el otro, con esperanza, con el mensaje, el Anuncio, que llega a todos sin límites y sin fronteras.

Ahora llega el momento de trabajar por una verdadera inclusión, como también nos invita el documento. Es una cuestión de activismo, que cada ciudadano se sienta participante activo en la construcción del humanismo solidario. Una solidaridad que no está anclada únicamente en el hoy, sino que también mira al mañana; el documento nos indica que el ciudadano de hoy, de hecho, debe ser solidario con sus contemporáneos donde quiera que se encuentren, pero también con los futuros ciudadanos del planeta. De aquí surge una tarea específica, que puede realizar el humanismo solidario, contribuir a edificar una cultura basada en la ética intergeneracional.

Con el “humanismo solidario” se cuida la humanidad del futuro, la posteridad, con quienes deben ser solidarios tomando decisiones responsables, sobre la sostenibilidad con las exigencias de las generaciones futuras.

Podemos apreciar como en el texto aparece, en muchos momentos, la Carta Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común. Un texto que realmente debe ser utilizado y consultado, trabajándolo con dinámicas, porque en él se encuentran interrogantes y líneas para poder afrontar estos difíciles momentos de la humanidad.

Finalmente, el documento afronta las redes de cooperación tan necesarias en el ámbito educativo, que significa activar dinámicas incluyentes, en constante búsqueda de nuevas oportunidades para introducir en el propio circuito de enseñanza y aprendizaje sujetos distintos, especialmente aquellos que les resulta difícil aprovechar un plan de formación adecuado a sus necesidades.

Como células del humanismo solidario, unidas por un pacto educativo y por una ética intergeneracional, la solidaridad entre quien enseña y quien aprende debe ser progresivamente incluyente, plural y democrática.

La Iglesia Católica contribuye, con esta reflexión y con muchas acciones, al humanismo solidario, para un mundo que está dispuesto a actualizar la profecía contenida en Populorum progressio. Es el momento de globalizar la esperanza, de dar prioridad a la civilización del amor, de cambiar estructuras y de optar por una educación que verdaderamente ponga en el centro al ser humano, para así lograr transformar las antropologías que durante los últimos años han puesto de manera equivocada al dinero y a la economía en el centro de nuestras decisiones. Lo primero, hoy y siempre, la persona en la educación.

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