La mirada misionera
¡Qué difícil es mirar! Nos pasamos toda la vida viendo pero muy poco mirando; somos capaces de estar horas viendo algo pero poco adentrándonos en ello. Escribimos tratados sobre la vista, sobre cómo son nuestros ojos, pero dejamos aparcada la mirada para unos trazos poéticos y en todo caso breves alusiones musicales.
Necesitamos mirar más, profundizando, acercándonos y acompañando al otro. Debemos mirar más, ejercitando la mirada como realmente los misioneros saben hacer. Ahora es ocasión propicia para acercarse y descubrir la “mirada misionera”, porque la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND, nos pide estar atentos a la mirada de Jesús, una mirada que es de “misericordia y ternura” (Papa Francisco).
Los misioneros y las misioneras ejercen la “pastoral de la mirada”, la viven y la integran en cada una de sus acciones evangelizadoras, porque su vida es mirar desde el Evangelio. Viven el discipulado misionero con la capacidad de diálogo, de humildad y de entrega sin límites.
La mirada de Jesús, como ha dicho el Papa Francisco, “nos levanta siempre, nos eleva, nunca te abaja, nunca te humilla, te invita a alzarte”. Es lo que le ocurrió a Mateo, lo que nos ocurre a todos y cada uno de los discípulos misioneros, cuando oímos la mirada de Jesús: le seguimos. Por ello dos claves para vivir esta pastoral de la mirada, que ejercen los misioneros, es comprobar cómo Jesús nos mira a cada uno y cómo cada uno de nosotros nos sentimos mirados por Él.
La mirada de Jesús nos confirma en la misión, para vivir más plenamente y con entusiasmo su seguimiento. La mirada de Jesús nos interpela, sobre cómo asumimos la misión en nuestra vida, en nuestra acción, en nuestro caminar. Todos estamos bajo la mirada de Jesús, que está llena de amor, de perdón y de acompañamiento.
Este DOMUND es una oportunidad para reflexionar y pensar en la mirada de Jesús sobre mí, siendo interpelados a salir, “sé valiente, la misión te espera”. Dejemos de ver, ejercitemos más la mirada, mirando más hacia la misión, porque en ella encontramos la alegría que nos desborda, la alegría de Jesús. Como nos dice el Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.
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