Allegro molto

El Papa Francisco nos ha hecho entrega de un nuevo mensaje, para la Cuaresma 2018, titulado “Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24, 12). Un mensaje en el que, entre otros muchos titulares que iremos viendo en estos días, nos acerca nuevamente al corazón de la misión, nos adentra en el impulso misionero de la Iglesia, en su naturaleza misionera, y sobre todo al ¡entusiasmo misionero! Y como el propio Papa Francisco afirmó en Evangelii Gaudium: “¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!” (EG 80).

Es importante observar cómo Francisco nos ofrece una mirada real y efectiva sobre qué acontece en nuestras comunidades (y no solo parroquiales, porque se extiende a la sociedad en su conjunto). Nos dice el Papa en el mensaje para la Cuaresma: “El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. Estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero”.

Cuestiones que trató de manera más concreta y amplia en Evangelii Gaudium, en los numerales 76 – 109, sobre las tentaciones de los agentes pastorales. Merece la pena detenerse en la lectura tanto del Mensaje para la Cuaresma como de Evangelii Gaudium, para profundizar y reflexionar en el camino que podemos vivir durante la Cuaresma 2018.

En definitiva la “hoja de ruta” está meridianamente clara, encontrando la respuesta en un decidido sí al desafío de una espiritualidad misionera. De esta manera podremos salir de las dificultades que los agentes pastorales solemos vivir:

• Viviendo la misión como “un mero apéndice de la vida, como si fueran parte de la propia identidad” que poseemos como discípulos misioneros.
• Confundiendo la vida espiritual con “algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio” o con grandes encuentros pastorales que para nada alimentan el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora.
• Acentuamos el individualismo, que provoca una crisis de identidad y una caída del fervor.
• Relativizamos y ocultamos nuestra identidad cristiana y nuestras convicciones en el mundo.
• Ahogamos nuestra alegría misionera, convirtiéndola en una obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás.

Caemos fácilmente en un relativismo práctico espiritual que “es actuar como si Dios no existiera, decidir como si los pobres no existieran, soñar como si los demás no existieran, trabajar como si quienes no recibieron el anuncio no existieran. Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión” (EG 80).

¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero! Un llamamiento que no se encierra, que no entiende de una Iglesia enferma, sino de una Iglesia en salida. Esta Cuaresma nos debe ayudar a salir de esas dificultades, porque la Cuaresma es un camino, que nos renueva, que nos hace vivir, que nos interpela.

Como el Papa Francisco podemos afirmar: “Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos”. Ayudemos con entusiasmo misionero a todos nuestros hermanos, presentando el Evangelio, presentando a Jesús.

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