Iglesia en salida… ¿para qué?
“¿Para qué?, ¿acaso no lo estábamos haciendo?, ¿y dónde vienen ahora con estos aires americanos para hablarnos de salir?, ¿si siempre hemos estado en salida?… ¡vayas ocurrencias que nos llegan desde el Vaticano!… y el Papa Francisco, ¿no podría empezar a ser Papa?”.
¡No han entendido nada! El primer párrafo contiene palabras, interrogantes, cuestionamientos que escucho un día sí y otro también. Son personas diversas de la Iglesia Católica las que entran en una dinámica de cuestionamiento constante. ¿Saben? No han entendido nada. Claro, lo más fácil es “quejarse” y “echar balones fuera”. La responsabilidad es de otros. El ponerse en marcha, que lo hagan otros. El avanzar, que lo hagan otros. El volver a los orígenes y centrar la mirada en el Evangelio, que lo hagan muchos otros… pero ¡siguen sin entender nada!
Sigo animando a la lectura de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que en su capítulo primero nos habla de “La transformación misionera de la Iglesia” y apunta algunas cuestiones sobre “Una Iglesia en salida”.
El numeral 24 es suficientemente claro, por lo que es necesario integrarlo completamente en estas palabras:
“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.”.
Si realmente viviéramos la naturaleza misionera de la Iglesia, si nos comportaramos realmente como una Iglesia misionera, no haría falta recuperar ahora la expresión “Iglesia en salida” como si de una novedad se tratara, porque ya estaríamos viviendo la pastoral misionera en nuestras comunidades parroquiales, en nuestras diócesis, en nuestros movimientos, en nuestros planteamientos pastorales.
Eso sí, nos sumamos rápidamente a la moda de la “lucha de frases”. Todos queremos incluir en nuestros documentos, nuestras delegaciones, nuestros planes pastorales… la expresión “Iglesia en salida”, pero lo hacemos de manera demasiado forzada.
En cambio, el Papa Francisco nos está dando un indicador diferenciador en Evangelii Gaudium. Iglesia en salida no es algo forzado sino algo propio; Iglesia en salida es vivir auténticamente con entusiasmo misionero; Iglesia en salida no es “procesionar en Semana Santa en el marco de las costumbres y de las declaraciones internacionales y enmascaradas de turismo y de interés turístico”, en cambio Iglesia en salida sí será poner a toda una Cofradía y Hermandad reconociendo que la causa misionera debe ser la primera y asumiendo que la salida misionera es el paradigma de todas las obras de la religiosidad popular.
Iglesia en salida ¡por supuesto que sí!, porque reconociéndonos Iglesia en salida somos Iglesia misionera.
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