SÁBADOS LITERARIOS. Las cuatro vidas de Francisco Ayala
Hay viajeros sólo de ida y los hay de ida y vuelta. Francisco Ayala pertenece, naturalmente, a los primeros, a esa raza genuina de hombres admirables, afanosos, sin miedo a la pasión ni a los azares. La suya es la biografía redonda de un español que nació hace 103 años en un mundo remoto y difícilmente imaginable. Lo nacieron, que diría Clarín, en Granada, en el seno de una familia burguesa acostumbrada a pasar serios sobresaltos económicos. Creció entre libros y descubrió en seguida la fascinación de la calle. Todavía niño sufrió unas fiebres para las que el médico de la familia no encontró mejor antídoto que los aires de altura del barrio granadino del Albaicín. Cuando lo entrevisté con motivo de su centenario, el escritor mantenía viva la imagen de su jardín infantil de las delicias, presidido por la figura imborrable de su madre. Cuando en 1922 los Ayala se trasladan a Madrid, la capital vive una cierta euforia con hechuras modernistas; una suerte de belle époque castiza, con ruido futurista de automóviles, alegría de sombreros femeninos y ritmo de charlestón. Ayala publica su primer libro, “Tragedia de un hombre sin espíritu”, con sólo 18 años. En seguida entrará en los ambientes literarios, en el mundillo de los cafés, como Pombo, aunque la tertulia de Ayala será la de la Revista de Occidente, con la figura estelar de José Ortega y Gasset. Con la dictadura de Franco vino el exilio, pero Ayala tenía empuje para sobrevivir no sólo a la dictadura política sino para echarle un pulso sostenido a esa otra tiranía infalible que es la del tiempo. De momento ha llegado donde no lo ha hecho otro escritor en lengua española, a los 103 años, y no da la impresión de tener prisa por hacer mutis. Larra, de quien ahora se cumple el bicentenario de su nacimiento, se suicidó antes de cumplir los 28 años, de modo que de acuerdo con una contabilidad larriana el inagotable Ayala ha consumido ya su tercera vida y lleva bien avanzada la cuarta. Una existencia larga quizá no puntúe mucho como mérito para la posteridad, pero sobrevivir es la primera obligación no ya del escritor, del hombre, por lo que don Francisco Ayala no merece sino reconocimiento y admiración. ¡Felicidades, maestro!
Si dividimos la vida con una contabilidad larriana, yo voy ya por la segunda, pero me cuesta imaginar llegar a una cuarta. Sin embargo, intuyo que Ayala ha vivido más de 4 vidas, aunque quizá sólo él sepa cuantas. A mi me gustó mucho su “Muertes de perro” y espero leer sus “Recuerdos y olvidos” en esta mi segunda vida, siguiendo la recomendación que me hiciste antes de que Alicia te diera a ti una nueva vida, saltándose la contabilidad del suicida.
Ayala es una muestra de esa rara a vis que, lógicamente, escasea por estos pagos: la del rigor intelectual, sin margen para el apaño. Estoy de acuerdo con Joaquín en la elección de la obra para representar su trabajo. Lo de las cuatro vidas está bien. No obstante, la vida de Ayala, para mí, es una larga trayectoria que, con independencia de las tragedias personales e intransferibles , que se acumulan en el batallar diario, que debe calificarse como de afortunada.
Ayala es un caso admirable de escritor y ciudadano comprometido, de un hombre que ha vivido mucho en extensión y en profundidad. Su libro de relatos “La cabeza del cordero” es una de las mejores aproximaciones literarias a la guerra civil que he leído. Me encantaría que nos sorprendiera con un nuevo libro, pero me temo que esto será tarea de sus albaceas cuando él ya no esté.
Pensar que Ayala tiene 103 años… y mírenle como está, que está mejor conservado que gente de 65 años. Mi más sincera admiración ante esta gran persona, convertida en leyenda viva.