La tristeza del domingo

El domingo no es exactamente un día y encierra por lo menos dos domingos: el primero alcanza su plenitud cuando los bares y los paseos rebosan de gente vitalista. “Centro en aquel instante/ de tanto alrededor/dije: Todo completo. ¡Las doce en el reloj!” (Guillén). El segundo, el enconadamente domingo, es el que llega conforme cae la tarde, ese kilómetro cero de la tristeza donde uno no sabe muy bien qué hacer ni para qué. La sombra melancólica del domingo, una criatura que lleva en sus entrañas el infortunio del lunes, es un espantajo que cada cual va aplazando a su modo. Los aficionados al fútbol se hacen la ilusión de que un partido puede ser su tabla de salvación. Los hay que acuden al cine o al teatro, o a tomarse un chocolate con tortitas con nata. Pero el partido, la película, las tortitas se acaban y el domingo, cada vez más corto, pero no menos cruel, acecha. Es el final del ciclo, la venganza del calendario. Hay quienes sienten tanto pavor al domingo que tal vez disfrutan la isla prodigiosa del viernes, pero empiezan a sentir el sábado noche la desazón, que es presagio, de una fecha maldita para la que no existe escapatoria, a menos que uno esté jubilado, laboralmente muerto, y no viva en una semana con días sino en el limbo de los almanaques. Con el tiempo vamos aprendiendo a resistir esa calamidad a fecha fija, pero cualquiera que no haya sido derrotado por la memoria guarda una colección de tardes de domingo en las que lo raro fue haber sobrevivido en el corazón de la desdicha.alc09

12 Responses to “La tristeza del domingo”

  1. Recién jubilada estoy, señor Tirado, y le aseguro que los domingos jubilados son infinitamente peores que los domingos en activo. Ni siquiera los salvan las mañanas, el primero de los domingos llenos de gente vitalista que pasea y entra y sale de los bares. En mi niñez, que tampoco hace tanto, la invariable programación incluía el desayuno relajado, el baño en la bañera, nada de remojarse los sobacos con la toalla, la prospección en el armario y la misa. La misa, sobe todo cuando se terminaba, anticipaba el clímax absoluto del bar, con las cañas, los vecinos y las raciones. Y luego la nada. La nada de color ceniza incluso en días de sol. El vacío, bajo el soniquete e fútbol en los transistores. El vacío en el salón con las tacitas de café muertas de frío, el vacío en lo mas hondo del alma. Yo hubiera querido, y me sigue pareciendo buena idea, que las tarde enteras del domingo fueran misa, no bares ni raciones, sino misa. Para terminar de morir a la salida, subidos los cuellos de los abrigos y apretada la bufanda. La misa, la muerte y la resurrección. Y por favor: por todos los santos y arcángeles del cielo, sin fútbol. Cantos gregorianos en todo caso, o marchas militares de las más odiosas jamás compuestas. Porque el peor error de los domingos es pensar que tienen algo, unos minutillos, unos planos, unas páginas salvables. Error grandísimo, así que cuanta más muerte, mejor. Y luego resucitar, claro. A la calle, a los bancos, a las tiendas abiertas y al metro reventado de estudiantes pobres y gente sin futuro. Bendita gente sin futuro que entra, compra, sale, produce atascos, come basura y lo llena todo. Malditos domingos, que hasta ese desfile de pobres sin futuro, pero con ilusión, nos roban.

  2. Me acabo de angustiar

  3. Mesié Tirado dibuja, con cierta melancolía, el apagado domingo. Me gusta por su fina literatura. Pero su domingo no es único. El suyo es el del cómodo funcionario en una ciudad grande. Muy diferente es el del pueblo pequeño, con sus vermuts y partidas de cartas, o el domingo del que descansa un día a la semana, el del limosnero a la puerta de la iglesia, o el del tabernero, prostituta, presidiario o el de aquel que espera un trasplante de corazón, no digamos el domingo del que transita por la alta mar o del alcohólico o el de un desquiciado esquizofrénico. El fondo del problema que plantea Tirado subyace en el Tiempo (y su metafísica). El abismo del tiempo, el tiempo que sabe a agua seca. ¿En qué instante del tiempo (y el espacio) me encuentro? Ese tiempo que rompe los hombros y nos inclina hacia el suelo. La solución nos la ofrece Baudelaire: “Para no ser esclavos del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud, a su gusto”.

  4. Para no caer en la tristeza del domingo…, lo mejor es vivir cada momento como si fuera el último!!!

  5. Y mañana, domingo…

  6. Todos los minutos son últimos con respecto al anterior y casi todos igualmente felices o tristes como el estado de ánimo que los viva. Mejor pasarlos todos bien y no esperar al siguiente. Carpe diem.

  7. Pero, qué bien escribes, amigo.

  8. ¡Muy bueno!

  9. Muy bueno Juan Antonio. Me encanta. Imposible no compartir esas sensaciones.

  10. Buenos días -y lo digo en mañana de lunes que ya tiene mérito- Sr. D. Juan Antonio, compañero y sin embargo amigo. Comparto plenamente esa sensación y esa atonía que da título a este su más reciente artículo. Tengo que confesar que al ver dicho encabezado pensé que nos hablaría –una vez más- de fútbol, perdón, quise decir de Fútbol –así con mayúscula- pero no terminaba de encajar lo de tristeza con el aun flameante 7 a 1 del Calderón. Pero ya veo que, en este caso, el Fútbol, o el partido de los domingos, era únicamente una de las muchas partes de su argumentario. Y en eso, como es mi costumbre de mosca coj… discrepo levemente, apenas un matiz. Y es que sí, el domingo no es un día, dice usted dos, yo diría al menos tres. O esa es mi experiencia. Comenta una amiga un poco más arriba aquellos domingos de la infancia de bañera y misa. Algo de eso hay. Pero ahora que aquello son solo recuerdos, mi domingo se parte ahora en otro pedacito, el de “levantarse tarde”, remoloneando bajo edredón, resaca de alargar la noche del sábado tal vez en busca de ese antídoto anti-domingo, en un ejercicio tan inútil como acogedor. Así pues, el domingo según mi experiencia, amanece como procastinador fútil, entre bostezos y desperezos. Para contradecirme yo mismo, que es otro ejercicio de onanismo argumental, el contrapunto de esas mañanas de domingo, señaladas en el calendario, en las que olvido la mismidad del festivo, madrugo incluso más que en laborable y me calzo sendas zapatillas de colores fosforito para unirme a una masa de pirados que atentan contra la modorra mañanera dominical recorriendo diez kilómetros de vellón por las grises calles de esta ciudad que nos alberga. Ahí queda eso. A partir de uno y otro punto –con permiso de las misas- arranca ya ese otro domingo de aperitivos y bares. Y luego la hora del almuerzo y la desidia de la sobremesa y… ya lo decía mi padre: “pareces más tonto que una tarde de domingo”. Tonta, triste, inapelable… Bendita, maldita tarde de domingo, ¿qué culpa ella tiene? Solo es cosa del Lunes…De ese nadie habla ¿quién se atreve?

  11. ¡Pero qué bien escribís del vacío del tiempo vacío!
    .
    Algo leí en el dominical de El País sobre una superviviente de un Gulag que no supo adaptarse a estar libre después de pasar arrestada 25 años. No entendía que la gente normal necesitara cafés, helados…; no compartía con nadie el hecho de que estar vivo no fuera razón suficiente para ser feliz.

  12. Permitanme que discrepe con otras opiniones, pero para mi, sobre todo en los ultimos años, por mi edad o por mis circunstancias personales, la tarde del domingo es especial, sin duda la mejor de todas de la semana.

    Hoy miercoles cuando estoy escribiendo estas cuatro letras, todavia estoy oliendo el aroma del cocido del pasado domingo, no piensen que es un cocido mas de esos que se comen con rutina, aguado y sin sustancia, este no, este tiene su morcillo de ternera de Avila, su repollo recien cortado y los garbanzos….. ¿los garbanzos? me gustaria que ustedes lo probaran parecen crema de bartolillo en el paladar.

    Despues de reposar tan insigne vianda veo el partido de futbol entre azules y blancos, lejos del futbol profesional y “marketizado” . Un domingo voy con los azules y el otro con los blancos asi siempre tengo el 50% de posibilidades de ganar. !Que gambeteos¡ , !que tiros con efectos al angulo¡, ¡que palomitas del portero! como si fuese el mismisimo Nureyev. Reniego desde estos momentos del futbol profesional.

    Despues, la tertulia con algunos amigos y algun que otro conocido, intranscendente como a mi me gusta, alejadada de la realidad por ser esta aburrida e injusta.

    Cuando la tarde está en su declinar contemplo a “LaSole” mi actual pareja que se viste ese dia para mi, solo para mi ,con su traje de organdí azul, semitransparente, provocativo pero sin siquiera lindar con la ordinariez. Me mira fijamente con esa mirada que conozco y que no necesita mpalabras para saber que se muere por mi.

    Podia seguir escribiendo mas virtudes de la tarde del domingo pero ya no tengo tiempo, pronto sonará la sirena, las luces se apagaran y la oscuridad cubrirá esta prisión.

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