La tentación del “quietismo”

Llama poderosamente la atención, lo estamos viendo, lo estamos viviendo, lo estamos sufriendo, pero no somos capaces de dar respuesta con alegría y con pasión. Me refiero a la tentación del “quietismo”; una tentación que ha denunciado en varias ocasiones el Papa Francisco, que se sitúa en la línea del “costumbrismo” y el “siempre se ha hecho así”, que hemos compartido anteriormente en este Blog “Allegro Molto”.

El “quietismo” nos debe preocupar pastoral y socialmente. No es algo que se reduzca, exclusivamente, a la Iglesia Católica, pero es donde más se empieza a sentir como un “muro” frente a la renovación y a la conversión misionera que está demandando el Papa Francisco, desde su mirada centrada en el Evangelio.

20171103 Quietismo

Esta tentación inhabilita y paraliza, embarga y coarta, elimina y suprime la alegría que emana del Evangelio. De este modo, ¿somos capaces de ser testigos en la sociedad del Evangelio?, ¿nos convertimos en sal y luz en una sociedad que necesita de verdaderos testigos? La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos ofrece claves para esta nueva etapa y época evangelizadora, porque no debemos tener miedo para vivir la pasión por el pueblo, la pasión por la misión.

Sobre el quietismo el Papa Francisco decía a los jóvenes en Polonia: “Cuando Jesús toca el corazón de un joven, de una joven, este es capaz de actos verdaderamente grandiosos. Es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra todos aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar. Esos a los que yo llamo los «quietistas»: «Nada puede cambiar». No, los jóvenes tienen la fuerza de oponerse a estos. Pero, posiblemente, algunos no están seguros de esto… Yo les hago una pregunta, ustedes me respondan: –«Las cosas, ¿se pueden cambiar?» –«Sí» [responden los jóvenes]. –«No se oye», –«Sí» [repiten]. Es un regalo del cielo poder verlos a muchos de ustedes que, con sus cuestionamientos, buscan hacer que las cosas sean diferentes. Es lindo, y me conforta el corazón, verlos tan revoltosos. La Iglesia hoy los mira ‒ diría más: el mundo hoy los mira‒ y quiere aprender de ustedes, para renovar su confianza en que la Misericordia del Padre tiene rostro siempre joven y no deja de invitarnos a ser parte de su Reino, que es un Reino de alegría, es un Reino siempre de felicidad, es un Reino que siempre nos lleva adelante, es un Reino capaz de darnos la fuerza de cambiar las cosas. Yo me he olvidado, les repito la pregunta: ‒«Las cosas, ¿se pueden cambiar?» ‒«Sí» [responden]. De acuerdo”.

¡Sin duda: todo se puede cambiar!, pero para ello debemos evitar la tentación del “quietismo”. No por una formulación de mercadotecnia, no por mejorar la “imagen de marca”, sino porque vivimos con plena intensidad el Evangelio. La tentación puede ser superada, siempre con espíritu, esperanza y fortaleza misionera. Pongámonos en marcha, la animación misionera ¡nos espera y demanda! Debemos el primer paso, para ser evangelizadores con espíritu, para vivir como discípulos misioneros.

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