Hace tiempo que tenía ganas de escribir un pequeño texto sobre el papel de la mujer en la iglesia que se titulase: “yo puta, tú dios”. Como tengo poquísimo tiempo para escribir y ésta humilde aficionada necesita esa dimensión larga y gorda, para algún parto más o menos grandioso, termino recreándome en pequeñas frases y títulos que me lo condensan todo. A mí que conste que me ha parecido sabio e impactante ese título para resumir muy sintéticamente nuestra situación. Pero os lo explico.
Hace tiempo una amiga abogada que trabaja aquí en Río de Janeiro con violencia de genero me pasaba un pequeño video realizado por un grupo llamado “Católicas por el derecho a decidir” (http://catolicasonline.org.br/Espanol.aspx). Me quedé impresionada con algo que era evidente pero nunca me había parado a pensar. Nuestras referencias católicas siempre fueron dicotómicas e inversas.
A las niñas y mozas durante décadas nos han ido mostrando dos papeles posibles. Podíamos escoger: o santas o putas. O Marías o Magdalenas.
María, virgen, pura, casta, obediente, sumisa y sufrida. La madre de Dios. Blanca.
Magdalena una ramera, mujer de la vida, apasionada, seductora, pecadora. Ficción o imaginación siempre asociada a Jesús como posible amante. Roja.
Así hemos ido creciendo entre estos dos extremos tensos y mentirosos: uno divino y otro muy mundano que al final por lo menos “se convierte”.
La lucha ha sido ferreña para salir de esa trampa que nos han tendido los modelos católicos de belleza y valores femeninos. El tiempo nos ha conducido a nuevos senderos en donde hemos visto divinizar la seducción y demonizar la sumisión. También parece ser que Magdalena al final no era prostituta y que es posible la existencia de un evangelio de María.
La jerarquía eclesial machista y llena de prejuicios, insiste en mantener una estructura de poder misógina que en muchos casos trata a la mujer como sierva.
– “Tengo dos cocineras estupendas y otra que me plancha el alzacuello como ninguna”…. (le contaba un obispo a otro refiriéndose a las monjitas que sirven en su palacio episcopal).
Pero como tenemos vocaciones para todo. Quería yo que un obispo tuviese la vocación de servir a las Hermanas como cocinero y les planchase los velos como el mismísimo dios.
Dejando de lado los sarcasmos quiero recordar a Pedro Casaldáliga que hasta bien poco tiempo atrás (hoy se lo impide la enfermedad) era el que secaba la vajilla en la comunidad mixta e “irreverentemente cristiana” que construyeron en Brasil. Nunca se le han caído los anillos. También es verdad que sólo lleva uno, de coco. Pura coherencia pienso yo.
Pero que le vamos a hacer, nuestros queridos amigos y compañeros, los hombres, han tenido otras referencias. Ellos transitaron durante mucho tiempo entre el Jesús, hijo de Dios, humano y divino al mismo tiempo, y su Padre, Dios mismo. Hombres, poderosos, absolutos. Siempre dioses.
No sólo otra Iglesia es posible, es absolutamente necesaria. Y que conste, me quedo con la paloma.
1991
Dios, te quiero más madre,
Más amiga, más hermana,
Más cachito de aleluya que otra cosa.
Te quiero más todo y menos nada.
Y no es recrearte, ni rehacerte, ni reostias…
Encontrarte sin iglesias que reforman,
Readaptan y recontrolan.
Dios te quiero más viejuca,
Más barriga, menos norma.
Más pedazo de gloria que otra cosa.
Te quiero más todo y menos Roma
(Escrito cuando llegaba a Brasil)
EL PARÉNTESIS
Varias circunstancias me llevan a tener que dejar unos meses de frecuentar este blog. Viajes, trabajos y compromisos me están impidiendo dedicarle el mínimo tiempo necesario. Calculo yo que para Agosto, cuando todos estéis en la playita y el invierno se detenga por este continente, podré retornar con mayor dedicación.
Os agradezco la comprensión (que imagino). Até! (como dicen por aquí).
Tags: Sin Categorizar // 1 Comentario »