HISTORIAS GUANACAS. Primera entrega: primas hermanas.

Al llegar a el Salvador me sale lo guanaco. Lo que digo, lo que huelo, lo que siento… aflora en mi memoria como si nunca me hubiera marchado de aquí, como si no viviera al otro lado del charco, en otra tierra, en otra cultura, con el mismo idioma, pero tan abismalmente distinto. Por eso para mí volver siempre es un regalo. Desentrañar mis raíces. Sentir más cerca el calor de mi gente que me envuelve por fuera y por dentro.
Pero no se equivoquen. No es que todo sea idílico y maravilloso, ni mucho menos. La realidad se encarga de darme alguna que otra bofetada para que espabile y ponga los pies en la tierra. Y merece mucho la pena.
Una de las experiencias que más me ha conmovido estos días es la visita a unas primas de mi abuelita. Aunque viven relativamente cerca, también en San Vicente, no es tan fácil llegar hasta su casa, mucho menos para una octogenaria como es mi abuelita. Por eso se puso feliz cuando le propuse acompañarla para hacerles una visita. Nos pusimos en camino.
Llegamos a eso de las dos de la tarde. La tía Catalina, aunque tiene ochenta y cuatro años, sigue trabajando en la casa de al lado donde ha criado a hijos, a nietos y ahora también cuida a su patrona -aunque es más joven que ella- que no se mueve de la cama y que, al parecer, se pasa los días y las noches añorando sus tiempos de bonanza, cuando ofrecía grandes fiestas y banquetes en honor a la gente importante del pueblo. Tía Ángela por su parte, a sus ochenta y ocho años, tuvo mucha más “fortuna” porque trabajó toda su vida fregando ropa y limpiando suelos en el Hospital de san Vicente, lo que le da el “privilegio” de percibir una pensión de cien dólares al mes. Con todo se sienten muy afortunadas, no todo el mundo llega a su edad gozando de salud y de memoria, me dicen.
Al llegar llama la atención la fachada de la casa, comparadas con las que hay a su alrededor, desentona a leguas como un hueco en medio de unos dientes blancos y bien cuidados. Su portón -si puede llamarse así- está hecho de láminas de zinc que si viniera el lobo del cuento de los tres cerditos y soplara, saldrían volando con las tías y todo lo que hay dentro.

IMG_20160224_205708230Al cruzar el zaguán, te das de bruces con la minúscula casita: un pequeño porche y dos pequeñas habitaciones de ladrillo y techo de zinc, en contraposición con el enorme patio -el corazón de la casa- lleno de árboles de mango, plátanos y un limonero que se extienden majestuosos en medio del monte despeinado, en el que campan a sus anchas las gallinas y que sirve de cobijo a algún que otro animalito del campo.
Así pasamos la tarde. Tres amigas de infancia, tres primas, comadres, compartiendo su cariño, sus alegrías, sus esperanzas y también sus penas, porque con ellas han ido tejiendo la historia de sus vida.
¡Cuánto bien puede hacer escuchar! Pienso. Intenté intervenir poco en aquella reunión. Fui espectadora privilegiada, testigo de un momento único y memorable, de esos que hacen mella en tu interior. No quería interrumpir aquella atmósfera que me envolvía generosamente, aunque de vez en cuando lo hice con alguna pregunta para ir tejiendo también mi propia historia.
¡Cuánto amor sentí en aquellas vidas! ¡Cuánto sufrimiento también! Abandono. Miseria. La muerte de un hijo. Vidas entregadas a duros trabajos por sueldos miserables. Pero también una vida llena de historia tejida de momentos felices, alegres, luminosos. Así se forja la vida de uno, pienso. Entre las luces y la sombras encontramos la felicidad. Una felicidad que viene de lo más hondo y que te hace disfrutar durante el trayecto del camino, aunque al parecer no haya motivo.
Aquella tarde recibí una buena dosis de realidad y una gran lección para la vida. Pese a todo lo que escuché, no percibí amargura ni desesperación en las palabras. Tampoco reproche, ni resignación. Sólo agradecimiento. Agradecimiento por vivir tanto y tener fuerza para levantarse cada mañana. ¿Qué más se puede pedir? Me dijo tía Catalina. Yo, mientras, sigo rumiando la respuesta.

AMAR Y SERVIR

ayudar_a_otrosSegún los testimonios bíblicos, Jesús comenzó su vida pública cuando tenía unos treinta años, después de ser bautizado por Juan el Bautista. Una vida, como advertimos en los Evangelios, no exenta de dificultades, incomprensiones, sufrimientos, tentaciones… como cualquiera de nosotros. Esto es clave para comprender a Jesús, identificarnos con él, y sentirlo como uno de nosotros. A lo largo de su vida amó, padeció, sanó, ayudó, agradeció, se alegró… y también tuvo tentaciones. ¿Pero qué es una tentación? Según la RAE es la instigación o estímulo que induce el deseo de algo. En otras palabras: vivimos rodeados de tentaciones. Tentación de no hacer bien las cosas, de dejarnos vencer por la pereza, la indiferencia, el qué dirán… el deseo de tener cosas, buscar prestigio, honor, riqueza… esta fue la primera encrucijada a la que Jesús se enfrentó en el desierto. Pero frente a toda tentación Jesús nos propone una palabra clave: SERVIR. Lo dice claramente: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” Mt 20, 27.

Hay tentaciones cotidianas que sorteamos día a día. Nadie dice que sea fácil. Es como en una carrera de obstáculos: hay que estar muy atentos para no llevarnos por delante lo que se  nos presenta en el camino.

La otra palabra clave para comprender el sentido de la vida de Jesús es: AMAR. Así nos lo dice el mismo Jesús: “Mi mandamiento es este: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos.” Jn 15, 12ss.

Así entonces, la vida de Jesús puede resumirse en: AMAR y SERVIR. No en vano estas dos palabras forman parte de la fórmula ignaciana: en todo amar y servir.

Esta máxima ignaciana personalmente me ayuda a centrarme en lo importante. Me ayuda a descubrir en las personas: gestos, palabras, obras o acciones que llevan como bandera el amor y el servicio. Me ayuda a abrir la mirada, y a  fijarme en pequeñas cosas y aparentemente insignificantes: desde sujetar la puerta, decir gracias, dar los buenos días, sonreír a pesar de todo… todo ello le da el sentido a mí día a día.

El amor de un niño

im1navidad3La Navidad llega cada año con puntualidad. Aunque es un acontecimiento que celebramos todos los años, sigue siendo llamativo que el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, sea en un humilde pesebre.

Por general, en este mundo en que vivimos, cuando nace algún miembro de la realeza se anuncia a bombo y platillo. Pero la lógica de Dios no corresponde a la lógica nuestra, de allí que el nacimiento de Jesús tampoco corresponde con las cosas de este mundo.

Si Jesús hubiera nacido entre la abundancia, la grandeza y la riqueza, seguramente no habría podido transmitir con tanta claridad el mensaje de amor de Dios para todo el mundo sin excepciones de raza, sexo, religión….

Y es que no hay poder más grande, capaz de remover nuestras entrañas, como el amor. Y no hay nada más puro como el amor de un niño. Un amor libre, generoso, confiado. Como el de ese pequeño niño que nace sin hacer mucho ruido. Sin lujos, honores, ni riqueza. Como el más humilde de este mundo. Para que nadie se quede fuera. Para que nadie pierda la ilusión y la esperanza aunque las circunstancias sean difíciles.

Así pues, en estos días que nos preparamos para celebrar la navidad, ojalá abramos el corazón y no cerremos nuestra posada para aquel que nada tiene. Y que Jesús renazca en nuestro corazón y llene nuestra vida de alegría, de ilusión y de esperanza.

Es mi deseo más profundo y sincero.

FELIZ NAVIDAD

VOLVER A FLORECER

raíz_florecerHay plantas que según la época del año en que son cultivadas florecen en otoño, otras en primavera e, incluso, en pleno invierno. Esto es posible según parece, porque algunas plantas no toleran las temperaturas cálidas, mientras que a otras el clima frío las daña y no las deja florecer.

No soy una experta en el tema de la jardinería, ni mucho menos, apenas tengo unas cuantas plantas en casa, eso sí, que cuido con esmero: les quito las malas hierbas y las hojas secas, las riego y las trato con todo el cariño que puedo.

Por eso me apena cuando alguna planta se marchita. Pero he aprendido algo: aunque estén mustias, ajadas, tristes… no hay que darlas por perdidas, porque si sus raíces son fuertes, aunque pase mucho tiempo, se agarran a la vida y vuelven a florecer.

Lo digo con total convicción, porque es lo que le pasó a una mis plantas: después de pasar un largo tiempo sin dar señales de vida -supongo que se estaba recuperando de lo que sea que le pasara por dentro-, un día comenzaron a salirle unos pequeños brotes verdes, llenos de vida, expandiéndose por todos lados, como si fueran las extremidades de un niño desperezándose por la mañana.

A veces pienso que a las personas nos pasa lo mismo que a las plantas. Hay etapas en la vida que por diversas circunstancias -una enfermedad, la muerte de un ser querido, un problema familiar que se te escapa de las manos…- eres incapaz de florecer, de ofrecer alegría, optimismo… a las personas que te rodean. Es doloroso sentirte mustio, ajado, triste. Pero por mucho que te sientas así, sin que puedas evitarlo, ten la convicción de que si tu raíz es fuerte, y está bien sujeta en la tierra, quedará en pie después del mal tiempo.

Un día, con la ayuda de Dios, volverás a florecer y darás mucho fruto.

Pobre Dios

Ojalá, Señor, te llegue mi voz.
Aquí estoy.
Sin grandes palabras que decir.
Sin grandes obras que ofrecer.
Sin grandes gestos que hacer.
Solo aquí. Solo. Contigo.
Recibiré aquello que quieras darme:
luz o sombra. Canto o silencio.
Esperanza o frío. Suerte o adversidad.
Alegría o zozobra. Calma o tormenta.
Y lo recibiré sereno,
con un corazón sosegado,
porque sé que tú, mi Dios,
también eres un Dios pobre.
Un Dios a veces solo.
Un Dios que no exige, sino que invita.
Que no fuerza, sino que espera.
Que no obliga, sino que ama.
Y lo mismo haré en mi mundo,
con mis gentes, con mi vida:
aceptar lo que venga como un regalo.
Eliminar de mi diccionario la exigencia.
Subrayar el verbo ‘dar’.
Preguntar a menudo: «¿Qué necesitas?»
«¿Qué puedo hacer por ti?»,
y decir pocas veces «quiero» o «dame».
Y así sigo, Dios: Aquí,
sin más, en soledad.
En silencio.
Contigo, mi Dios pobre.

Oración de José Mª Rodríguez Olaizola, sj

ESPERANZA

esperanzaCada día es una fuente inagotable de vida y de luz que surge de las pequeñas cosas, detalles en las personas: un olor te hace evocar experiencias vividas, una canción que tarareas aunque no tengas una voz melodiosa, un paisaje que te sobrecoja por su belleza, el abrazo de un hijo, el beso de la persona amada… son tantas las situaciones que se presentan día a día y nos dan la oportunidad de experimentar felicidad, alegría, en definitiva el AMOR en el que hemos sido creados, que es una verdadera lástima desperdiciar estos regalos que nos son dados GRATIS.

Quizá esta sea la lógica que está detrás de aquellas personas que, pese a las situaciones de desgracia que hay a su alrededor, son capaces de de transmitir esperanza, aún cuando la razón te diga todo lo contrario.

¿Qué es lo que nos impulsa a seguir adelante a pesar de todo?

Estos días hablando con mi gente de El Salvador me admira como son capaces de transmitir esa esperanza que se escapa a cualquier lógica posible.

Reconocen la situación en la que viven, sienten profundamente todo lo que pasa en el país, pero ello no les impide vivir intensamente todos esos detalles de los que hablaba al principio y, esto a su vez, hace que sean transmisoras de luz y de alegría a otros que estamos lejos y sobrecogidos por todo lo que están viviendo en el país.

Es curioso que cuando buscas el significado de la palabra ESPERANZA en el diccionario te remita una serie de acepciones posibles, según los contextos en que aparece: como un estado de ánimo que expresa algo que deseamos; en matemáticas como un valor aleatorio o probabilístico… pero el que más me llama la atención es el utilizado en el contexto religioso: virtud teologal por la que se espera que Dios de los bienes que ha prometido.

Pero ¿cuáles son esos bienes que Dios ha prometido? He aquí el fundamento de la fe: la VIDA que nace más allá de la muerte, más allá del dolor y del sufrimiento.

Tener la capacidad de transmitir vida, contagiar alegría, dar amor a los que nos rodean, todo ello a pesar de las circunstancias difíciles, es un don, una gracia, que se escapa a cualquier lógica humana.

Por eso admiro como Dios actúa en las personas, cómo infunde en nosotros la capacidad de reconocerlo y de sentir esperanza a pesar de las circunstancias de muerte y de dolor que puedan aquietarnos en nuestro día a día.

10250184_10152153618383742_55010635942031003_n¡Exulta!

Si tienes mil razones para vivir,
si has dejado de sentirte solo,
si te despiertas con ganas de cantar,
si todo te habla
–desde las piedras del camino
a las estrellas del cielo,
desde las luciérnagas que se arrastran
a los peces, señores del mar–,
si oyes los vientos
y escuchas el silencio,
¡exulta!
El amor camina contigo,
es tu compañero,
es tu hermano…

Oración de Helder Câmara

No todo depende de ti

Hay momentos a lo largo de la vida en los que, a veces sin pretenderlo de manera consciente, nos alejamos del ruido del mundo y parece que todo aquello que no es auténtico y profundo carece de sentido.

Pero ¿qué es lo que nos permite apreciar la realidad y la esencia de las cosas desde un prisma en el que todo cobre un sentido auténtico y profundo?

cueva de murciélagosMuchas veces no somos del todo conscientes de esta capacidad porque vamos por la vida como adormecidos por el ruido de las preocupaciones cotidianas, las noticias del mundo nada alentadoras, el fracaso de algún proyecto personal, la enfermedad de alguien muy querido… todo ello revoloteando por tu cabeza y tu corazón como una cueva de murciélagos. Es inevitable. Aparecen cuando menos te lo esperas. Y lo reconozco: los murciélagos también forman parte de mí día a día.

¿Cómo sortearlos para poder ver el camino?

Cada uno tiene que aprender a reconocerlos y, por qué no decirlo, a apreciarlos para que sirvan de acicate y que vuelvas a poner tus pies de barro en la tierra. Somos imperfectos y vulnerables, algo que nos hace profundamente humanos.

A veces también ayuda alejarte un poco de ellos para poder verlos desde otro ángulo que te permita desdramatizarlos y darles la importancia que merecen.

Y no es que las cosas y las personas carezcan de su esencia vital, esa que les da autenticidad y profundidad, simplemente es que no somos capaces de apreciarla. A mí me asusta muchísimo no ser capaz de apreciar esa esencia, pues me alimento de ella.

Sin embargo, cuando caigo en la cuenta de que no depende de mí, sino que hay Algo que hace que la vida, las personas y las cosas estemos conectadas unas a otras y que adquiramos un sentido auténtico y profundo, por una parte, y la capacidad de apreciarlo, por otra, sólo entonces me siento libre de disfrutar de una manera consciente y plena de la vida y todo lo que hay en ella.

Si yo fuera limpio de corazón descubriría…    

Que todos somos obra de Dios, llevamos algo de bueno en el corazón.
Que todos valemos la pena, y nos queda algo de la imagen de Dios.
Que a todos hay que darles otra oportunidad.

Que todos somos dignos de amor, justicia, libertad, perdón.
Que todos somos dignos de compasión, respeto y de muchos derechos.
Que todas las criaturas son mis hermanas.
Que la creación es obra maravillosa de Dios.

Que no hay razón para levantar barreras, cerrar fronteras.
Que no hay razón para ninguna clase de discriminación.
Que no hay razón para el fanatismo y para no dialogar con alguien.
Que no hay razón para maldecir, juzgar y condenar a nadie.
Que no hay razón para matar, ni para el racismo.

Que todos los ancianos tienen un caudal de sabiduría, y los jóvenes, de ideales.
Que los adolescentes tienen un caudal de planes, y los niños, de amor.
Que las mujeres tienen un caudal de fortaleza, y los enfermos, de paciencia.
Que los pobres tienen un caudal de riqueza,
y los discapacitados, de capacidades.

Que hay razón para tender puentes, dar a todos la paz, trabajar por la paz,
amar y defender la creación.
Que hay razón para ser hermanos y seguir siendo amigos.
Que hay razón para sonreír a todos.
Que hay razón para dar a todos los buenos días, dar a todos la mano,
intentar de nuevo hacerlo todo mejor.

Que hay razón para seguir viviendo, para vivir en comunidad.
Que hay razón para prestar un oído a lo que dicen los demás.
Que hay razón para servir, amar, sufrir.
Que hay razón para muchas cosas más.

(Oración de autor anónimo)

Rostros que iluminan

Se llama Amparo y trabaja limpiando desde hace más de treinta años en uno de los edificios más simbólicos de la ciudad de Vigo. Dicha SONY DSCedificación alberga entre sus muros la biblioteca más bonita que he conocido, no por su tamaño, ni por la recopilación sus libros, sino por las vistas hacia la Ría de Vigo. Es algo que no tiene precio. Me encanta estudiar en ella y, de vez en cuando, alzo la vista y disfruto de su belleza.

Pues resulta que aquí conocí a Amparo. Hace algún tiempo me llamó la atención la devoción con la que una señora bajita de gafas, pelo corto y canoso, fregona y estropajo en mano, limpiaba cada rincón de las escaleras, las columnas, el ascensor… como si le fuera la vida en ello. Un día me aventuré a hablar con ella e ir más allá de unos cordiales buenos días o con alguna furtiva sonrisa.

Enseguida quedé prendada de su modestia, su sencillez y alegría. Es increíble como un encuentro con otra persona te transmita tanto de su propio ser. Y es que cuando realmente hay un ENCUENTRO verdadero con el otro quedas marcado, afectado, de alguna manera algo en tu interior se trastoca. Pues esto es lo que me pasa a mí cuando estoy con Amparo. Intento no distraerla de su labor, pero es algo que me supera. No puedo dejar de entrometerme en lo que está haciendo -y creo que a ella no le importa que la interrumpa- para saludarla y decirle que me alegro mucho de verla tan llena de vida, a pesar de sus años y de su historia. No voy a desvelar aquí sus secretos. Simplemente basta con decir que es un regalo descubrir a personas como Amparo que, con una labor tan humilde y silenciosa, te dan toda una lección de vida, de ejemplo, de plenitud humana y, por qué no decir, también divina. Me viene a la mente aquel pensamiento de Teilhard de Chardin que dice algo así como que no hay nada profano en el mundo a los ojos de alguien que sabe VER la realidad con ojos nuevos. Por eso cuando tengo algún problema o alguna situación me frustra, pienso en ella y en muchas otras personas que entregan de lleno su vida y su tiempo al servicio de los demás y no se lamentan de los tropiezos y los fracasos de la vida, o del cansancio de ejercer una modesta labor día tras día. No hay amargura ni acritud en sus palabras. Sólo agradecimiento y esperanza.

Por eso siempre que visito esta biblioteca espero encontrar a Amparo y me digo: ojalá hoy me contagie un poquito con su luz y alegría.

ÉXODO

lampedusa1Según la RAE es la emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas. Éxodo también es el gran libro épico de la liberación del pueblo de Israel que encontramos Antiguo Testamento.

Bien es cierto que la historia de la humanidad no es cíclica, como creían los antiguos griegos, pero es innegable que hay acontecimientos que se repiten una y otra vez: guerras, esclavitud, genocidios… y que ponen a prueba nuestra capacidad de compromiso con todos aquellos que tienen que huir de una situación de injusticia.

Esta es una realidad que no escapa a nuestro tiempo, sino que se lo digan a los cientos de muertos que han perdido su vida en el mar Mediterráneo intentando escapar de una muerte segura en sus países de origen. O a los más de 6 mil inmigrantes que vagan a la deriva, sin rumbo, sin nadie que los acoja. Muertos sin historia. Personas sin rostro.

¿A caso nosotros no haríamos lo mismo estando en su situación?

Central American migrants ride on top of a northern bound train durinPienso también en mis paisanos latinoamericanos que cada día se juegan la vida intentando cruzar la frontera hacia los Estados Unidos, arriesgándolo todo por alcanzar el sueño americano.

Sé que por el camino hay personas generosas que ayudan como buenamente pueden compartiendo alimento, curando sus heridas, ofreciendo un techo dónde refugiarse… pero todo ello es insuficiente para ir a la raíz del problema y acabar con tanta injusticia.

Y que quede claro: No es fácil salir de la tierra que te vio nacer y dejar atrás tu historia, tu gente, tu raíz.

¿Qué más tiene que pasar para aliviar tanto sufrimiento?

¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar a paliar esta situación?

¿Qué haremos cuando nos digan venid benditos de mi padre:

Porque tuve hambre y me disteis de comer,

tuve sed y me disteis de beber,

era inmigrante y me acogisteis,

estaba desnudo y me vestisteis,

estaba enfermo y me visitasteis,

estaba encarcelado y vinisteis a verme?

Mateo 25,35-36

Volver a la vida en Semana Santa

Crucifixion-cerezoAño tras año la Semana Santa llega con incuestionable precisión. Ya en el siglo IV, en el Concilio de Nicea, se promulgó que la Pascua cristiana, la Resurrección de Cristo, se celebraría: el domingo siguiente a la primera luna llena del equinocio de primavera, es decir, entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

Ha llovido mucho desde entonces. Y aquí seguimos, en pleno siglo XXI, reviviendo de manera personal y social este memorable  acontecimiento.

Para algunos estos días son sinónimo de mini-vacaciones, un paréntesis que rompe con la rutina familiar y laboral.

Para otros la Semana Santa es tiempo de reencuentro, de comunión, de conversión, de búsqueda de respuestas, de reconciliación, de esperanza… tiempo en el que cada uno de nosotros, con su propia cruz a cuestas, nos adentramos en el misterio de la Vida-Muerte-Resurrección de Cristo.

Y es que el propio transcurrir de nuestra existencia guarda en sí esta lógica de vida-muerte-resurrección. Todos en algún momento hemos experimentado dolor, rupturas, fracasos, pérdidas… que nos hacen sufrir, de alguna manera, una muerte. Pero por contradictorio que parezca estas experiencias también hacen resurgir – aunque no al ritmo que a nosotros nos gustaría- algo en nuestro interior que nos permite seguir caminando, avanzando… en definitiva: volver a la vida.

¿Qué celebrar entonces en la Semana Santa?

Cada uno desde su propia historia ha de descubrir qué carga lleva su cruz.

Estos días pienso mucho en mi gente de El Salvador, mi familia, mis amigos, en todos aquellos que celebran con fe y esperanza el XXXV Aniversario de la muerte de Monseñor Romero; en la marcha por la Vida, la Paz y la Justicia que realizaron con el firme deseo de exigir seguridad y libertad en el país. Pienso también en el sufrimiento de las 150 familias que perdieron a sus seres queridos esta semana en los Alpes franceses. Y en todas aquellas personas que sufren en silencio algún tipo de pérdida, de muerte… Sé por experiencia que en estos tramos oscuros es difícil vislumbrar con claridad a Dios, escucharlo, sentirlo. Pero sé también con certeza que, por muy pesada sea la carga, Él nunca nos deja solos. Con Jesús, sin saber cómo ni cuándo, siempre volvemos a la vida.

 

CIMIENTOS

Hay momentos decisivos en la vida en los que, muchas veces sin pretenderlo, pueden darle un giro inesperado y poner nuestro mundo patas arriba: una enfermedad, la muerte de un ser querido, el fracaso de un proyecto personal…

CasaLa cuestión es que, hasta que lo experimentas en tus carnes, no sabes cómo vas a reaccionar, pues lo más normal es ir lidiando con las pequeñas cosas del día a día como buenamente puedes.

Y es que ante la adversidad sale a relucir la pasta de la que estamos hechos: si somos como aquel que al construir su casa cavó hondo, puso los cimientos sobre roca y cuando vino la crecida el caudal se estrelló contra la casa… o si somos como aquel que construyó su casa sobre la tierra, sin apenas cimientos, y que cuando llegó el momento de la tempestad arrastró todo a su paso… Lc 6, 48-49.

Siempre me ha parecido curioso y sorprendente, la manera de cómo las personas reaccionamos cuando los hechos de la vida sacuden nuestros cimientos. Estos días por ejemplo, me ha dejado sorprendida la reacción de una persona a la que aprecio mucho y que le han descubierto dos tumores malignos. Honestamente yo no sé cómo reaccionaría -y aunque es más cómodo hablar desde la salud y la seguridad de tu propia realidad- lo que sí sé es que, cuando a alguien cercano le pasa una situación semejante, de alguna manera te toca y hace que revises tu propia vida.

Piensas en lo que realmente es importante. En lo valioso que es respirar, caminar, ver, disfrutar… en definitiva, de todo lo bueno que tenemos a diario y que lo damos por sentado. Hasta que nos falta claro. Y es que nuestra vida debería ser una continua acción de gracias, sin embargo es  lo que más olvidamos. A veces nos desgastamos en cosas nimias que no tendrían por qué quitarnos el sueño, pero pasa, aunque a veces cuesta reconocerlo.

Por eso admiro a las personas  que cimentan su vida en Roca firme. En su capacidad de cavar hondo, de echar raíces fuertes y estables que la sujetan ante la adversidad.

¿Te paras a pensar alguna vez de que están hechos tus cimientos, tu raíz más profunda?

¿Qué te proporciona sustento y estabilidad?

¿Agradeces lo suficiente todo lo bueno que tienes?